MONSEÑOR QUIJOTE
Graham Gene
Barcelona, Arcos-Vergara, 1982, 222 p.
El inmortal hidalgo de la Mancha y su escudero vuelven a la vida en esta narración de ambiente moderno, en la España del primer gobierno socialista tras la muerte de Franco. Todo parecido con el original es estrictamente pretendido: el padre Quijote es el párroco de El Toboso, Sancho acaba de terminar su función como alcalde, Rocinante es un viejo Renault 850, que los va a llevar en sus correrías por la meseta española. Salen del pueblo de vacaciones, porque al padre le han hecho monseñor y le han puesto como sustituto a un sacerdote con el que no congenia en absoluto. Tropezarán en su viaje con malandrines y follones, tendrán que desfacer cómicos entuertos y se enfrentarán a las autoridades civiles y eclesiásticas, que tomarán al padre por loco, lo perseguirán y tratarán de privarle de su libertad.
Lo más original de la novela es el diálogo que se va tejiendo entre ambos, porque Sancho, que fue seminarista, es un convencido comunista. Tanto el honrado e ingenuo expárroco como el marxista exponen sus razones sin tratar de convencer ni hostigar al otro, sino con un sentido del humor que hace sonreír de veras. Por sus conversaciones deliciosas desfila lo divino y lo humano, y así se va cimentando una sólida amistad, por encima de las ideologías y prejuicios respectivos. El autor aborda con desenfado y gracia temas y situaciones que lo muestran como crítico de posturas intransigentes, que en el fondo tienen muy poco de religioso y mucho de voluntad de poder. Véase la siguiente muestra: “En tanto existe la Iglesia seguirá habiendo pequeños Torquemadas”. Arremete contra la estolidez de los cuerpos policiales, en los que se apoya la jerarquía eclesiástica para vigilar y perseguir al párroco. La Guardia Civil no entiende de personas, sino de sujetos; no ve gente, sino sospechosos. Tampoco la jerarquía sale muy bien parada. Fustiga las posturas y modos de ciertos obispos y sus formalismos, con una crítica no exenta de humor. “A los obispos, lo mismo que a los muy pobres y a los muy ignorantes, hay que tratarlos con especial prudencia”.
El buen monseñor Quijote, ante situaciones ambiguas, no hace mucho caso de teólogos moralistas anticuados, representados por un ficticio P. Jones, y se va acercando a las posturas de un marxismo original y puro, tal como lo presenta “El Manifiesto”. En cambio Lenin y Stalin aparecen tan desviacionistas y buscadores del poder como el obispo del que depende monseñor Quijote. Es la vida real la que se va abriendo ante los ingenuos ojos del expárroco y es su bonhomía la que le dicta posturas benévolas frente a ella. Lo mismo le pasa a Sancho, que se va distanciando de rigideces marxistas. Al final ambos alcanzan una sintonía de posturas profundas por encima de sus respectivas ideologías e instituciones.
Novela original, profunda detrás de su aparente simplicidad, de fuerte crítica a todos los poderes que ahogan la libertad de espíritu y de mucho sentido del humor.
Mayo 1998