En Reseñas de libros
Califica esta reseña
Gracias

LA ÚLTIMA CONFESIÓN

Morris West

Javier Vergara Editor, Buenos Aires, 2000, 230 p.

Efectivamente, se trata de la última confesión de este gran escritor, inconclusa por la muerte, que él presentía rondar y que no logró mantener a raya el tiempo suficiente para terminar de entregarnos este legado suyo sobre la vida y la religión, escrito con la última luz del atardecer, desde la cumbre de sus 82 años.

West toma a Giordano Bruno como paradigma de su propia andadura vital. El paralelismo no es absoluto, claro está, porque vivimos en otros tiempos y el escritor muere en su cama y no en una hoguera. Pero existen semejanzas que Tom Keneally, prologuista de esta obra póstuma, se encarga de resaltar.  Ambos eran espíritus libres, ambos eran fuerte-mente críticos de una institución eclesiástica autoritaria y absolutista, ambos saben adelantarse a sus tiempos.

El talante de ambas figuras coincide en su cuestionamiento a una autoconcepción de la Iglesia como guardiana de la ortodoxia, temerosa de que no se proclamen y expresen las verdades del dogma en los mismos términos conceptuales y jurídicos en que fueron definidas por los Concilios. Pero no es la palabra pronunciada la que salva, sino su traducción en actitudes misericordiosas. En ese sentido es más importante la parábola del juicio final de Mateo 25 que las definiciones de Nicea o de Calcedonia. La ortodoxia impuesta por la fuerza es otra forma de dominación que extingue la libertad de los hijos de Dios. Esto no significa que cada uno pueda fabricar a su gusto el conjunto de verdades en las que cree, porque la fe es normativa de las grandes realidades en las que consiste: que eso que llamamos Dios es la realidad más íntima de nuestro propio ser, y ese Dios nos invita a una vida en el amor, elegida libremente por amor.

Giordano Bruno no fue precisamente un santo. “La última confesión”  lo presenta como un hombre inteligente y audaz, pero vanidoso y testarudo, poco religioso – a pesar de sus votos y su sacerdocio – vividor, sensual y atrevido. Pero su honestidad intelectual está fuera de discusión, así como su reclamo doloroso de que le dejen pensar. Algunas de sus intuiciones aún están por confirmarse, como la vida inteligente en otros planetas, pero han marcado caminos que la institución eclesiástica ha tardado siglos en reconocer como válidas.

Los inquisidores que juzgan y condenan a Bruno podrían estar tallados en granito, tal es su dureza y su inflexibilidad. En cambio los personajes humildes e insignificantes rezuman sentimiento humano. Es otra forma que West utiliza para expresar su comprensión de la Iglesia, que debería ser una comunidad más cercana a las salchichas y al vino que el Hermano John le lleva a Bruno ocultamente a la prisión, y más alejada de la solemnidad de los juicios condenatorios.

“La última confesión” es el testamento de Morris West para la Iglesia, escrito desde el respeto y el dolor, desde la fe, pero también desde una historia humana que debería aconsejar indulgencia más que condena, humildad y no imposición, apertura al misterio de un Dios que se ha hecho tan cercano que hasta podemos malinterpretarlo.

Enero 2001

Publicaciones recientes

Deja un comentario