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LOS RENGLONES TORCIDOS DE DIOS

Torcuato Luca de Tena

Barcelona, Planeta, 2001 (1ª ed. 1979), 444 p.

Alice Gould se ve “legalmente secuestrada” por su marido en un manicomio por intentar envenenarlo, cosa que ella niega, porque lo que pretende es introducirse en el establecimiento como afectada de paranoia, y así poder seguir la pista de un criminal que ella, como detective contratada para el caso, está segura de poder encontrar entre los recluidos. Este es el comienzo de una novela fascinante por su fondo humano, por la trama y por el desenlace. Los renglones torcidos de Dios son esos hombres y mujeres afectados de diversas enfermedades mentales, algunas muy profundas, otras pasajeras. Alice los va conociendo, va pasando de la repulsión y el asco al amor hacia algunos de ellos y hacia su comportamiento, y hasta logra hacer sonreír a una muchacha esquizofrénica totalmente ajena al mundo que la rodea. La trama sigue vericuetos insospechados, sorprende al lector que ya se creía encaminado hacia un final convencional. Los cambios de dirección en la trama desconciertan al lector, porque éste se va convenciendo de la injusticia con que están tratando a la protagonista y luego va cayendo en la cuenta de que las cosas no son tan claras.

La acción se desarrolla en una antigua cartuja, convertida ahora en hospital psiquiátrico, lo que contribuye al ambiente sombrío de la narración. Especialmente interesante es la conversación central entre Alice y el director del hospital. Es el nudo de la trama, en la que ella domina a su antojo la situación por su inteligencia y perspicacia. El director queda como un personaje resentido, injusto e incapaz de hacer frente a la brillantez de su oponente.

El desenlace es hermoso e inesperado, y sin embargo totalmente en concordancia con los acontecimientos narrados en la última parte de la novela. Gran talento narrativo el de Torcuato Luca de Tena, magníficos los diálogos, estupendos los retratos inolvidables de esa galería de horrores. Humanismo de las situaciones, algunas de ellas bien acres, y gran calidad humana de muchos “loqueros”, enfermeras y médicos. No es fácil eludir lugares comunes, evitar el panfletismo o resistirse a crear una acción vibrante y cinematográfica, todo lo cual estaría cercano a un escritor de acción. El autor evita esos escollos con gran talento y nos deja una narración espléndida, que uno se resiste a llamar novela.

Abril 2002

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