EL PLAN INFINITO
Isabel Allende
Barcelona, Plaza & Janés, 2000, 413 p.
La historia de una familia trashumante, que sigue los sueños de Charles Reeves, padre y conductor de ese extraño grupo humano, predicador infatigable del Plan Infinito, una mezcla de ensoñación y superchería sobre el destino de los seres humanos. Van recorriendo con su carromato las llanuras desérticas de los Estados del Oeste americano y se aposentan donde encuentran cobijo y audiencia. La esposa Nora es una mujer indefinible, perdida en el espacio y el tiempo, despegada, extraña; Olga es una mujer de origen ruso que se ha unido a la familia y hace de verdadera madre de los dos hijos del matrimonio, Judy y Gregory. Los Reeves terminan por asentarse en un barrio de inmigrantes, acogidos por una familia mexicana, los Morales, que los adoptan como miembros del clan. Allí comienza la historia de la adaptación de los niños al medio ambiente hispano, en el que terminan por sentirse como si hubieran nacido en él. Aprenden el español mal hablado del barrio y los trucos para defenderse en la vida. Greg se hace amigo de Carmen, una de las menores de los Morales, niña de su edad con la que mantendrá una relación hermosa a lo largo de toda la novela. La historia de las peleas de Greg por ser aceptado por los compañeros de escuela, su llegada a una adolescencia tormentosa y difícil y el trágico final al que conduce su antagonismo con Martínez, compañero de clase y jefe de una banda de asaltantes juveniles, sirven de conclusión a la primera parte de la historia.
La narración prosigue con la evolución paralela de varios personajes: Greg, Carmen, Charles, Nora, Judy, Timothy… cada uno con sus duendes, sus querencias y sus fantasmas. Greg conoce a Cyrus un revolucionario romántico y tragalibros, que influye en su actitud ante la vida. También conoce, admira y se casa con Samantha, una joven hermosa y vacía, a la que sólo le interesa su figura y el tenis. Tiene con ella una niña, Margaret, desatendida por ambos padres, y que terminará convirtiéndose en ser miserable y rarísimo, sumido en la drogadicción. Por su parte Carmen va evolucionando hasta convertirse en una mezcla de gitana, fabricante de bisutería fina y original, psicóloga y enamorada de la vida. Greg quiere huir de todo y se apunta como voluntario a la guerra de Vietnam. Las descripciones de las batallas, de la depresión terrible de los combatientes, del absurdo de la guerra, del racismo en la selección de los combatientes, es de lo más logrado en la novela.
Greg estudia y se hace un abogado brillante; va ascendiendo en la carrera en medio de su desorden vital, que lo lleva a ingresar en toda clase de experiencias. No se acepta a sí mismo: ese es el fondo de su inconformidad, de su desasosiego, de su segundo fracaso matrimonial. Conoce a Shannon, muchachita bellísima y casquivana, ante la que se abren todas las puertas, ávida como Greg de todas las sensaciones e incapaz de asumir responsabilidades. Tienen un niño, David, desequilibrado, violento, hiperquinético, falto de atención. Isabel Allende ha debido consultar manuales de psicología infantil y adulta, o se ha hecho asesorar a fondo. La descripción de la angustia vital del protagonista es magistral, su bajada a los infiernos. Nos presenta a continuación la forma lenta y sabia en que una mujer oriental, Ming O’Brien, va llevando de la mano a Greg para que se acepte a sí mismo, cosa nada fácil, y se reconcilie con la vida. Mientras tanto Carmen adopta como hijo a Dai, un sobrino suyo que queda huérfano de su hermano Juan José, muerto en Vietnam, y de una vietnamita. El niño vivirá pendiente de Carmen, la querrá con locura, y crecerá hasta convertirse en un talento matemático.
Isabel Allende presenta en “El plan infinito” un caleidoscopio de toda clase de seres extravagantes y violentos, de especimenes raros que oscilan entre el misticismo y las aberraciones de todo tipo. Sin embargo, todos tienen lados humanos que los hacen simpáticos y tiernos. Casi puede considerarse esta novela como la mirada benevolente – y un tanto desquiciada – que la autora tiene sobre la raza humana. No se advierte en ella con tanto relieve el realismo mágico de otras narraciones suyas.
Desde el punto de vista del estilo, Isabel Allende se permite pasar de la narración en tercera persona a la confesión de varios personajes en primera persona. Incluso introduce al lector como receptor de algunos comentarios. El estilo es desenvuelto, a veces muy crudo, otras veces tierno y hasta poético. También aquí quiere presentar la autora todas las posibilidades expresivas, todos los registros.
Diciembre 2004