EL SECRETO DE MI TURBANTE
Nadia Ghulam y Agnès Rotger
Barcelona, Planeta, 2010, 297 p.
Es de esos relatos que emocionan por muchas razones: una protagonista inteligente, que pasa toda clase de calamidades; gente que la ayuda, mucha y buena; un relato bien hecho, corto, salpicante de vida, distinto. Nadia, niña de 8 años, vive en Kabul, en una familia tradicional afgana de clase media, cuando estalla la guerra que los talibanes hacen contra los soviéticos. Una bomba destroza su casa y su cuerpo queda maltrecho, desfigurado, horrible. Se salva gracias a los cuidados de la madre, pero tienen que salir del barrio, como tantos otros, buscando una protección imposible, hambrientos, sin nada. La operan varias veces, pero su rostro desfigurado despierta rechazo. Pasan las mil y una calamidades en un campo de refugiados, la peor de las cuales es la muerte de Zelmai, el hermano mayor de Nadia.
Comienza para ellos una vida durísima, siempre hambrientos, sin trabajo, a merced de las escasas provisiones que proporcionan los organismos internacionales. Nadia, de apenas 10 años, se pone a trabajar en el campo para ganar unos míseros afganis. Pero tiene que hacerlo bajo el disfraz de muchacho, porque los talibanes no permiten trabajar a las mujeres. Adopta el nombre de su hermano Zelmai y comienza una doble vida, que irá haciéndose cada vez más difícil cuando llegue a su pubertad. Por ser una niña tan viva y trabajadora va encontrando protección en algunos patronos, como el señor Bismilá, pero también los celos de sus hijos, que no aceptan esa preferencia. Hace de todo: cuidar animales, sacar tierra de los pozos, llevar recados, siempre disfrazada con mucha ropa y un turbante (de ahí el nombre de la novela). Como es despierta y resuelta, va a la escuela, aunque la rechazan al principio. Aprende a leer y escribir, destaca, suscita envidias y rechazos. Se pone en contacto con un mulá viejo, es decir, con un maestro del Corán que le enseña a rezar y a dirigir la oración. Nadia-Zelmai tiene sentido religioso, sabe hacerlo, despierta admiración, gana amigos.
Los Estados Unidos inician la guerra contra los talibanes, acusándoles de los atentados del 11-S en el 2001. Los talibanes retroceden, la sociedad afgana se va liberando poco a poco de su fundamentalismo violento, vuelven las mujeres a salir de sus casas, se puede escuchar música, se puede ver películas y volar papagayos, todo ello prohibido antes. Nadia lleva el juego de la doble personalidad con dificultad: siempre bien envuelta en telas que no permitan ver las transformaciones de su cuerpo, siempre con turbante, echando broma con sus amigos, enamorándose de alguno de ellos, Ajmal, que por desgracia muere en un accidente. Las aventuras se suceden con rapidez, Nadia-Zelmai progresa, ayuda a su familia, que vive gracias a su trabajo, pero su situación es inestable y ella lo sabe. Entra en contacto con periodistas extranjeros que ven en ese supuesto joven un personaje digno de reportajes, pero también toma contacto con Sara, una catalana de una ONG que la ayuda a salir del país y cambiar definitivamente su vida. El relato termina montada en el avión rumbo a Barcelona.
Acaso sin pretenderlo esta historia autobiográfica pone sobre el tapete temas de enorme actualidad y trascendencia, como el de la vida miserable y arrinconada que llevan las mayorías en todos los países pobres del mundo; el tema del fundamentalismo atroz, político o religioso; el del papel de la mujer en la cultura musulmana; el tema del contacto cada vez mayor entre culturas y religiones, que desembocará en un mundo distinto. A todos los lectores nos gustaría saber qué ha pasado con Nadia, aunque el hecho de haber publicado esta novela de su vida indica que le ha ido muy bien en tierras españolas. ¿Qué habrá pasado con su familia en Afganistán?
Marzo 2012