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EL HABLADOR

Mario Vargas Llosa

Barcelona, Seix Barral, 1987, 235 p.

 

“Dos narraciones alternan en El Hablador para relatarnos el anverso y el reverso de una historia singular. Por una parte, un narrador principal evoca sus recuerdos de un compañero de juventud limeño, apodado Mascarita, que siente fascinación por una pequeña cultura primitiva; por otra parte, un anónimo contador ambulante de historias – un “hablador” –, viviente memoria colectiva de los indios machiguengas de la Amazonía peruana, nos narra, en un lenguaje de desusada poesía y de magia, su propia experiencia y la historia y mitos de su pueblo. La confluencia final de los dos relatos, al revelar su secreta unidad, muestra las misteriosas relaciones de la ficción con las sociedades y con los individuos, su razón de ser, sus mecanismos y sus efectos en la vida. Por su dominio expresivo y la problemática abordada, El Hablador es una de las más significativas y originales aportaciones de la narrativa de Mario Vargas Llosa”. (Contraportada)

¿Hay que dejar a las tribus indígenas en su estado primitivo, prohibiendo el acceso a sus lugares y el contacto con el blanco, para que conserven su ser? Esa era la posición de Mascarita, refutada por todos sus amigos, especialmente por Vargas Llosa, que veían en eso una imposibilidad absoluta. El narrador, que no es otro que el autor del relato, va a la selva y encuentra a esos grupos humanos, los machiguenga, tal como los había descrito su amigo. Investiga lo poco que hay escrito sobre ellos, pero luego parte hacia rumbos europeos. Cuál no será su sorpresa cuando 27 años después encuentra en Florencia una exposición de fotos sobre ese grupo humano, en el que aparece la figura de “el hablador”, el contador de historias y mitos, el que conserva la pureza de la tradición cultural. Más aún, su figura no es indígena: alto, flaco, de piel más blanca… ¿Será posible que Mascarita se haya identificado hasta tal punto con ellos que se haya convertido en el alma de los machiguenga? No se resuelve el enigma, pero el autor da pie a que se piense eso.

La mitología, las tradiciones, los avatares de esos nómadas de la selva, que nunca se establecen en ningún lugar con permanencia, sino que siempre andan, queda descrita con amplitud y cercanía. ¿Pretendió Vargas Llosa presentar una perspectiva antropológica de un grupo humano en extinción fatal, un testimonio para el futuro de una forma de vivir la realidad que no pueda perdurar? ¿Vivió realmente esa época de contacto con ellos en la selva? ¿Es Mascarita un personaje inventado, para hacer más interesante la presentación del mundo machiguenga? Sólo el autor podría dar respuesta a esos interrogantes. Quedan presentados en esta obra rincones del Perú que pronto serán simplemente recuerdo de otros tiempos.

Abril 2012

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