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NADA Y ASÍ SEA

Oriana Fallaci,

Barcelona, Editorial Noguer, 13ª ed. 1985 (1ª en 1970), 319 p.

 

Estremece este reportaje de la guerra de Vietnam. Oriana Fallaci tuvo la valentía de presentarse en todos los frentes o lugares peligrosos para ver por sí misma y entrevistar a numerosos actores del conflicto. Pasó peligros reales y se salvó de milagro en varias ocasiones, vio la muerte muy cerca, tuvo miedo y todo eso lo consideró necesario para hacer los reportajes que enviaba como corresponsal de guerra al NYT. El libro está compuesto de las anotaciones casi diarias que iba escribiendo al calor de los acontecimientos que vivía.

Fue tildada de antiyanqui y pro vietcong, pero en realidad no tomó posición política, sino contra la guerra, que considera la mayor de las locuras humanas. Palpó el sinsentido de las órdenes militares, que mandan a la muerte a soldados que no saben por qué combaten. Presentan situaciones desgarradoras – de matrimonios recientes que se deshacen por la guerra, sobre todo de vietnamitas. Vio infinidad de cuerpos deshechos, de cabezas, manos y pies que no se sabe a quién pertenecen, de ciudades arrasadas, de niños que se entretienen con los cadáveres. Reproduce los diarios de algunos vietcongs muertos, que conmueven por su sentido humano y poético. La guerra deshumaniza, es la peor de las maldades y Oriana es escéptica sobre la conversión del ser humano a una convivencia pacífica sostenida.

Hay dos personajes de relieve en estas memorias. François Pellou, a quien dedica el libro, jefe de la agencia France Press, un hombre inteligente y profundo conocedor de los intríngulis de esa sociedad desbaratada, escéptico del ser humano pero realista al máximo, que siempre sabe lo que hay que hacer y que filosofa con desprendimiento y amargura. El otro es el general Nguyen Ngoc Loan, jefe de los vietnamitas del sur, pero con la mentalidad de un hombre que quiere la reunificación de su país y desea fuertemente que USA se vaya. Es el hombre más feo que Oriana haya visto, pero con una inteligencia superior y una crueldad sólo mitigada por la influencia de Pellou, a quien admira pero con quien sin embargo se enfada.

La periodista, después de abandonar Vietnam, se ve envuelta en la matanza de estudiantes en Tlatelolco, México, tan absurda como toda guerra. Ella misma sufre heridas de bala y la brutalidad de la policía y el ejército. Experimenta de nuevo la maldad humana.

El título de la obra, “Nada y así sea”, lo interpreto como la expresión de lo que queda después de una guerra: nada, el aniquilamiento total, con el agravante de que así es como lo quiere el ser humano: así sea. Es la frase final de la narración, pero referida a la vida. A continuación, una página de un diálogo que refleja el pensamiento de Oriana Fallaci sobre la guerra.

Septiembre 2013

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