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DISPARA, YO YA ESTOY MUERTO

Julia Navarro

Barcelona, Random House Mondadori, 2013, 904 p.

 

Tengo sentimientos encontrados al acabar de leer este novelón de 900 páginas. No es una novela histórica, pero el telón de fondo es histórico: la persecución permanente de los judíos, primero por los zares de Rusia, luego por los bolcheviques, mucho más tarde y mucho peor, por Hitler, y por último los choques con los árabes por adueñarse del territorio de Palestina. Los judíos, la raza expulsada de muchos países, perseguida, diezmada, rechazada…

Lo importante en la novela es lo que les sucede a las dos familias amigas, una judía y otra palestina, a lo largo de varias generaciones, y lo que les sucede es de todo: apoyarse en el destierro, darse la mano en momentos terribles, grandes amistades, amores frustrados, muertes en la guerra o por el terrorismo (que a veces es lo mismo), destierros, persecuciones, nostalgia de tiempos pasados…

Son tres generaciones las que discurren desde finales del siglo XIX hasta 1948. La familia Zucker, judíos perseguidos por la policía del zar de Rusia que huye a París y va después a Palestina y son ayudados por una familia de allá, los Ziad. Esa relación íntima que se establece es el hilo conductor de la novela. Pero esa relación se vuelve tensa y termina por romperse por causa de las permanentes disputas entre judíos y palestinos por la posesión de la tierra, ante lo cual ambas familias se ven obligadas a definirse, muchas veces contrariando sus sentimientos. Ambos grupos humanos – judíos y palestinos – tienen razón en sus reclamaciones históricas y por eso es tan difícil el arreglo.

La contraportada resume así esta novela:

“A finales del siglo XIX, durante la última etapa zarista, los Zucker, perseguidos por su condición de judíos, tienen que abandonar Rusia huyendo del horror y la sinrazón. A su llegada a la Tierra Prometida, Samuel Zucker adquiere las tierras de los Ziad, una familia árabe encabezada por Ahmed. Entre él y Samuel nace un fuerte vínculo, una sólida amistad que, por encima de las diferencias religiosas y políticas, se mantiene de generación en generación.

Con las amenazas, la sed de venganza y muchas pasiones desatadas como telón de fondo, las vidas entrecruzadas de los Zucker y los Ziad conforman un mosaico de traiciones y sufrimientos, de amores posibles e imposibles, al tiempo que plasman la gran aventura de vivir y convivir en un territorio marcado por la intolerancia.”

El final es rápido e inesperado y justifica ese título tan enigmático y llamativo de la novela.

Octubre 2013

 

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