Biografía del jesuita que militó las dos Españas y eligió el suburbio
Pedro Miguel Lamet
Madrid, La Esfera de los Libros, 2013, 730 p.
“José María de Llanos fue sobre todo un poeta por su sensibilidad y sentido estético; el hijo de un hogar burgués de modestos ingresos; un universitario intelectualmente inquieto; un cristiano de una pieza; un jesuita en toda la extensión de la palabra, como compañero y seguidor de Jesús; un hombre de Iglesia a la que quería como madre; una persona comprometida con su tiempo y con la lucha por la fe y la justicia; un hermano y amigo encarnado en la medida en que le fue posible entre los pobres; un liberador del suburbio hasta transformar el Pozo en un barrio más de Madrid; un incansable predicador y profeta, atento a los signos de los tiempos; un político en el mejor sentido de la palabra por trabajar en el servicio de su pueblo; un ser humano frágil y ‘mandón’ con reconocidas limitaciones psíquicas y físicas, pero superadas por una fe inquebrantable y un admirable fuste interior; un sacerdote y pontífice (literalmente ‘fabricante de puentes’) entre los pobres y los ricos, los intelectuales y los analfabetos, el Pueblo de Dios y la jerarquía, el franquismo y la democracia, la España azul y la España roja, judíos y cristianos, protestantes y católicos, derechas e izquierdas, luz y tinieblas”.
Así describe Pedro Miguel Lamet a José María de Llanos, a quien conoció siendo él joven jesuita y siguió luego en su trayectoria vital. Para los que no lo conocimos y leemos ahora esta biografía, lo vemos como un personaje admirable, sumamente controversial, de una vitalidad religiosa y humana fuera de lo común. Siendo joven y perteneciente a una familia de militares por vocación, se inclinó por el lado de los nacionales en la Guerra Civil, tanto más que los rojos le mataron a dos hermanos: Félix y Manuel. Entró en la Compañía de Jesús, fue capellán falangista, se movía por todas partes, escribía muchos artículos y poesías, daba Ejercicios Espirituales y se los dio incluso a Franco.
Pero su padre pertenecía a las Conferencias de San Vicente de Paúl, lo que le puso en contacto con gente necesitada. Fue cambiando en su manera de ver la fe y el trabajo que debía realizar como religioso, y se fue acercando a los pobres. Visitó el Pozo del tío Raimundo, un barrizal de hacinamiento y provisionalidad en las afueras de Madrid, ocupado por inmigrantes, andaluces sobre todo. Y decidió quedarse, al principio con cierta reluctancia de parte de los superiores y luego ya con apoyo decidido. A partir de 1955 su vida fue otra: se encarnó en el barrio, lo hizo suyo, ayudó a innumerables personas a conseguir trabajo, a fabricar su vivienda, a salir de su estado de pobreza. Se convirtió en un héroe para los pobres y logró que le apoyaran personalidades importantes del mundo político y económico. Sacaba tiempo para todo: decía misa todos los días, rezaba el breviario y los tres misterios del rosario; atendía a todo el mundo a la hora que fuera, escribía mucho, leía literatura, componía poesías…
Se acercó a la izquierda por simpatía y terminó pidiendo el carnet del Partido Comunista Español, cosa que escandalizó a muchos. Era impositivo, pero humilde cuando veía que había metido la pata; tenía momentos fuertemente depresivos y de mal humor y siempre sufrió del estómago. Se llevó bien con todos, o intentó hacerlo, y al final todos le reconocieron como hombre de iglesia, de la Compañía, del PCE y de las izquierdas, todo un revoltillo que él vivió sin contradicciones.
La biografía que ha escrito Lamet es magnífica, muy bien documentada, con ese estilo suyo que te mete dentro del personaje y sus circunstancias, de manera que uno parece haberlo conocido. Está ilustrada con bastantes fotografías, lo que hace más cercano al personaje.
Enero 2014