VÍA REVOLUCIONARIA
Richard Yates
Madrid, Santillana, 2ª ed. 2009 (1ª 2008), 364 p.
El título de esta gran novela es un poco decepcionante, Revolutionary Road, la calle donde viven Frank Wheeler y April con los dos hijos pequeños, porque no revela nada del drama que desarrolla. Y es que el novelón es un estudio pormenorizado del mundo interior de la pareja y de otros muchos actores que aparecen en un drama humano lleno de amor a ratos, pero sobre todo de incomprensión, orgullo, estupidez y tragedia. Se trata de una familia de la clase media norteamericana, allá por 1955, que pretende ascender socialmente, pero que choca con el mundo interior de sus actores, sus traumas infantiles, su disgusto por la vida rutinaria, sus intentos de huida a otro mundo distinto, en concreto Europa, a donde no pueden ir porque el destino se les impone.
April pertenece a una familia disfuncional y se crio de niña con varias tías y muchos traumas, hasta que encontró a Frank, joven agradable, pero descontento con su trabajo y con los deseos de cambio que tiene su esposa. Esta queda embarazada y quiere abortar, pero Frank lo impide. Nace así Jennifer y tienen después otro hijo. Él trabaja en una empresa de promoción de maquinaria de oficina, pero su trabajo le aburre soberanamente. Cuando April le convence para que abandonen todo y se instalen en Europa, donde ella trabajará mientras él trata de encontrarse a sí mismo, el viaje se hace imposible, porque April ha quedado de nuevo en estado. Ambos tienen aventuras fuera del matrimonio, pero no es eso lo que los distancia, sino el empeño en no querer ver las cosas desde el punto de vista del otro. Y es que en el fondo no se aman, al menos ella no, como se lo hace ver en una escena violenta de alcoba, una de las últimas que aparecen a lo largo de la novela. April es la más iluminada de los dos, pero también la más insidiosa, la que mejor ahonda en la debilidad y el fracaso de Frank como persona. La comunicación entre ellos y con muchos de los personajes es insincera, de apariencias, que luego pasan factura.
Las amistades que tienen con los vecinos tampoco ayudan a la pareja, porque no saben o no se atreven a mediar entre ellos, y porque cada uno tiene sus propios traumas. El alcohol corre libre en los encuentros, muchos terminan borrachos y es entonces cuando más se les suelta la lengua. Un personaje interesante es un joven que ha estado en un manicomio y saca a la luz con crueldad lo que ve en los demás.
La novela termina en tragedia, que el autor ha ido preparando sin que el lector se entere. Queda como regusto la decepción sobre el ser humano, sobre su pequeñez y su egoísmo, porque ninguno de los actores de este drama muestra su lado generoso. El estilo es excelente, los diálogos – amorosos o de violenta discusión – están muy bien logrados. El materialismo creciente de la sociedad norteamericana queda pintado aquí en sus inicios después de la guerra.
Marzo 2014