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TIGRE BLANCO

Aravind Adiga

Barcelona, Roca Editorial de Libros, 2009, 297 p.

 

La India es un mundo inmenso de 1.300 millones de habitantes con culturas, religiones y razas muy diversas. Para muchas personas tradicionales, que aún conservan el régimen de castas y la rígida estructura familiar, esta novela les parecerá un atrevimiento y una insensatez. Para los muchos millones de indios que han asimilado la cultura occidental, esta novela les complacerá. El novelista se atreve con un tema hasta hace poco tabú y usa un lenguaje nada convencional. Describe así la convivencia tradicional de gentes de toda clase:

“El mayor invento que ha salido de este país en sus diez mil años de historia es la jaula de gallinas. Vaya usted a la Vieja Delhi, detrás del Jama Masjid, y observe cómo las tienen en el mercado. Cientos de pálidas gallinas y de gallos de colores vistosos, metidos a presión en jaulas de tela metálica, apretujados tan estrechamente como las lombrices en el intestino, dándose picotazos y cagándose unos encima de otros mientras forcejean para poder respirar. La jaula despide un hedor espantoso: el hedor de la carne aterrada” (p. 163). Esta imagen de la jaula le sirve al autor de esta original novela para explicar la situación de las castas en la India y por qué no se rebelan los pobres contra los ricos. No lo hacen porque ese es el destino que les ha tocado por designio superior y no se cuestionan su mala suerte. Pero eso está cambiando en estos últimos tiempos y esta novela es una expresión de ese cambio.

Balram es un muchacho nacido en una población pobre. Pertenece a la casta de los que fabrican dulces y su vida debe seguir ese camino. Pero avispado como es, busca otra forma de vivir. Aprende a manejar carro y se convierte en el chofer oficial de Ashok, un hombre de casta superior y rico, casado con una norteamericana. De las conversaciones de la pareja dentro del carro va aprendiendo otro modo de ver las cosas y termina por rebelarse contra su condición de sirviente para todo. También se rebela contra la sumisión a su familia, especialmente a la abuela, que le quita todo el dinero que gana y le quiere obligar a casarse. Termina por convertirse en asesino de su amo y escapa para establecerse en Bangalore, ahora sí como dueño de una empresa de transporte gracias a su empuje atrevido. No se arrepiente mucho del crimen cometido, porque lo ve como una forma de escapar de su destino de esclavo:

¿No formé parte yo mismo de todo lo que está cambiando en este país? ¿No he salido victorioso de la lucha que debería librar cada hombre pobre, es decir, de la lucha que has de librar para no recibir los latigazos que recibía tu padre y para no acabar en una montaña de cuerpos que se pudrirán en el lodo negro de la Madre Ganges? Cierto, está el asunto del asesinato; algo mal hecho, sin duda. A mí se me ha ennegrecido el alma. Todas las cremas blanqueadoras que venden en los mercados de la India no volverán a dejarme las manos limpias.

Pero ¿no podría ser que todos los que cuentan en este mundo, incluido nuestro primer ministro, hayan matado a uno u otro en su camino hacia la cima? Mata al número suficiente y te levantarán estatuas de bronce cerca de la Casa del Parlamento…” (p. 294)

 

El protagonista se muestra como un hombre escéptico de todo, que sólo cree en sí mismo y que se adapta a toda clase de situaciones para salir finalmente con la suya. El lenguaje pinta escenas de una podredumbre y suciedad física difícilmente tragables. Novelista joven, nacido en 1974, tiene buen porvenir.

 

Noviembre 2014

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