Barcelona, Editorial Planeta, 2013, 251 p.
Una joya. Sabe despertar el autor los sentimientos de nostalgia por los primeros amores de niño y adolescente, por las amistades que se anudan para siempre en esos años, por la búsqueda de un esquivo amor adulto. Te transporta desde las nostalgias de la niñez del protagonista hasta su graduación como joven adulto médico, y sabe rodearlo de personajes inolvidables, tan humanos y tiernos como debe serlo él mismo.
La historia presenta a un niño que percibe las sombras de los demás. Mejor dicho, las de aquellos con los que tiene una relación especial, como si tuvieran vida propia: le hablan, le intercambian su sombra con la de ellos, le hacen confidencias. Él no se anima a contárselo a nadie porque teme que lo tendrán por loco, pero gracias a ese don, logra adentrarse en el mundo interior de los dueños de esas sombras amigables: por ejemplo de Marquès, el matón de la clase, enamorado de Élizabeth, la compañera de la que también se enamora él; gracias a ese don, se atreve a enfrentársele y ganarle la elección como delegado de clase. O la sombra del conserje, Yves, que se hace amigo y confidente del niño, al que admira por su don. Gracias a su sombra Yves se salva de morir en un incendio, porque ella avisa al niño del peligro que corre su dueño.
Sus padres se separan y él queda sólo con la madre, con la que tiene una relación de afecto muy profundo que va a durarle toda la vida. Unas vacaciones van a la playa y él conoce a una niña de su edad, Cléa, sordomuda, con la que logra entenderse de maravilla. Un cometa o papagayo, abandonado en la torre del faro, va a simbolizar el afecto que los dos entablan. Pero la madre no le lleva más a esa playa, y él queda con la nostalgia de ese primer amor inocente con el que sueña. Su mejor amigo cuando llega a la adolescencia es Luc, hijo de un panadero, y con él entabla una relación de enorme amistad y confidencias, que atraviesa toda la novela. Él se va a la ciudad a estudiar medicina y allí conoce a Sophie, estudiante como él y ambos tienen una relación de gran amistad y de semi-enamoramiento que no termina de cuajar, porque él sigue aferrado a los recuerdos de su breve relación con Cléa. Ella no acaba de lograr penetrar en ese santuario, él no la deja, y eso va provocando el distanciamiento. No puede entregarle un corazón ya ocupado, es lo que ella siente.
Cléa ha salido de su mudez autista y es ahora una gran concertista de chelo. Él logra encontrarla y vuelven al afecto de antaño. Queda así insinuado que la continuación del amor antiguo se hará realidad en su vida.
Es interesante notar que nunca aparece el nombre del protagonista. ¿Querrá decirnos con ello que puede ser cualquiera de nosotros? El estilo no es pretencioso, deja hablar a los actores, los panoramas interiores son claros, los bandazos afectivos, también. Sabe presentar situaciones imprevistas, no se puede adivinar lo que vendrá. Gran maestría la de este escritor, que ha vendido más de 26 millones de ejemplares de sus novelas, traducidas a muchos idiomas.
Marzo 2015