Lima, Aguilar – Altea – Taurus – Alfaguara, 2009, 328 p.
La reciente historia de Sendero Luminoso en Perú le sirve de marco al autor para construir una novela policíaca, de crímenes sádicos e intriga, de horror e incertidumbre, en el que el protagonista, que siempre se presenta como fiscal distrital adjunto Félix Chacaltana Saldívar, conoce lo peor del ser humano. Él es un hombre bueno e ingenuo, siempre apegado a las normas, a la letra de la ley, pero que nadie respeta y se burlan de él por eso. Le envían a Yawarmayo en Ayacucho, donde no existe oficialmente la guerrilla, pero él va descubriendo que sí, que sigue haciendo crímenes, en los que muchos están implicados pero se callan. El mundo se le derrumba cuando descubre que Edith, la joven de la que se ha enamorado, también pertenece a una célula secreta. Van sucediendo diversas muertes inesperadas, entre ellas las del cura párroco, las de un guerrillero preso en la cárcel y también la de Edith. En todas ellas el fiscal Félix ha sido el último en hablar con ellos, así que se van acumulando sospechas en su contra que desembocan en una acusación formal. El fiscal comprende que es incriminado por alguien de importancia, que resulta ser Carrión, el comandante dado de baja, que quiere limpiar su expediente, aunque él ha sido el que urdió los asesinatos.
Como buen thriller que es, la intensidad va in crescendo en la novela, los datos aportados despistan al lector, que no se imagina quién está detrás de tanto crimen. En definitiva, son los cuerpos policiales y el mismo ejército los que tratan por todos los medios de demostrar que la guerrilla del Sendero Luminoso está definitivamente derrotada. Pero lo realidad es más terca que los intereses y los deseos… Las actividades religiosas de la Semana Santa atraen a muchos turistas y no es conveniente que se siembre el pánico, pero el miedo y el asombro acaban por abrirse paso…
Octubre 2015