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Barcelona, Planeta, 2005, 448 p.

¿Puede ser el amor de pareja tan absorbente, tan concentrado en sí mismo, tan ajeno a lo que no sea él mismo, como lo pinta la autora? Si la respuesta es afirmativa, ¿por qué entonces llegan los amantes a cambiar de pareja? Otra pregunta: ¿por qué ese amor de pareja no se expresa en tener descendencia? Parece que tener hijos es un estorbo para la concentración pasional que se vive. En esta novela son las mujeres las que más aman y sufren y son los hombres los que se desentienden de la pasión si surge algún obstáculo.

Esta crítica sin embargo no está reñida con el reconocimiento de una gran novela, que por algo fue premiada, premio Planeta 2005. Obedece más bien al deseo de confrontar la trama con otro modo de ver el amor, que no debe ser sólo pasión absorbente, sino que debe tener también ojos para los demás y visión de futuro. Esto es especialmente válido si por seguir la propia pasión se estropean vidas ajenas. Pero, claro, sin eso no habría novela.

Un pequeño detalle puede cambiar la vida, como ocurre cuando Ignacio, que se dirigía en el aeropuerto de Barcelona para celebrar en Palma una fiesta familiar, encuentra olvidada una cartera en la que hay una foto de Dana, su gran amor de hace diez años. Decide al instante no ir a Palma sino a Roma, donde vive ahora Dana. Es hombre es capaz de abandonar su propia familia, y perseguir a su antigua amante sin que le importe deshacer el amor actual de Dana con Gabriele, un conocido descubridor y tratante de obras de arte clásicas. Otras parejas menos apasionadas tienen papeles importantes en el relato: Marcos y Mónica, que sufre una caída que la tiene en coma largo tiempo; María, la vendedora de fruta, a quien abandona su torpe marido después de 20 años de matrimonio; Matilde, a quien se le mueren tres maridos… Estas mujeres, de papel secundario en la novela, son las mejores personas, las que se apoyan entre ellas, las que sufren cuando sus amigas sufren. Ellas también apoyan a Dana, a quien se le derrumba el mundo cuando vuelve a encontrarse con Ignacio, pero no sabe sustraerse al encanto antiguo, aunque eso sea traicionar a Gabriele. El final parece de novela policíaca: un accidente de carro provocado por una discusión entre los dos rivales, mata a Gabriele y deja malherido a Ignacio, que sin embargo logrará recuperarse. Queda a la imaginación del lector suponer que Ignacio volverá con Dana, aunque – también es suposición – la vida anterior de cada uno por separado les pasará una fuerte factura…

La autora escribe estupendamente. Ahonda en la psicología de los personajes, que saben lo que hacen y lo que deben o no deben hacer, pero la pasión los obnubila. Se fija – como buena mujer – en mil detalles de la ropa, de los colores, del ambiente, de los aromas y los convierte en anuncios o presagios de situaciones futuras. Conoce bien las ciudades principales donde se desarrolla la trama, Palma y Roma, y también las secundarias: Montpellier, Marsella, Niza y Ferrara. Sabe de arte, conoce idiomas. A propósito de idiomas es un poco inverosímil la facilidad con la que todos los personajes, se desenvuelven en italiano como si fuera su propio idioma español… Detalle crítico sin mayor importancia.

Maracaibo, 2 de enero 2016

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