El título es algo extraño: bien está lo de las proas – por la importancia de las lanchas al comienzo –, tanto en sentido literal como figurado, pero no entiendo lo de los años “sin cuentas”. ¿A qué cuentas se refiere?
La novela tiene dos partes contrapuestas, la primera con tema de aventuras sexuales y descripciones excesivamente eróticas (p. 13 y 14) enmarcado por la descripción de las muertes de los progenitores de Ignacio y Sebastián, los protagonistas. Ambos son muy distintos: Ignacio es el prototipo del inconstante, aunque exitoso con las mujeres, del gozón, del desmedido, del dubitativo, del que se castiga a sí mismo, del desorientado en la vida. Sebastián analiza más las cosas, deja traslucir su formación religiosa, buen amigo, apoyo de Ignacio y sus malos momentos, dubitativo con las alumnas. El lenguaje es por momentos chabacano en esta primera parte, tal como se habla hoy día entre amigos y compinches. Las descripciones de los placeres del cigarrillo y la marihuana ocupan bastante espacio.
La segunda parte se centra en temas religiosos y filosóficos, pero con demasiada erudición en tantas citas que parecen excesivas. Casi parece como un intento de entender y disculpar la vida desordenada que llevan los protagonistas en la primera parte.
El capítulo 7 detiene la acción de la novela y presenta toda la visión religiosa antigua y moderna en forma de cartas cruzadas entre Sebastián y Juan José, un cura amigo. Presenta una visión muy cuestionable de la religión en relación con el pecado, acusándola de ser la culpable de la aparición de la conciencia de pecado. “Precisamente por la religión se corrompe la pureza de la moralidad. Te confiesas no para que te perdonen, eso es insultar a Dios. Los pecados se perdonan antes de cometerse. Cada pecado es un pecado perdonado.” Según esta forma de ver el pecado, no hay nadie pecador, nadie que haga el mal. Es una visión demasiado intelectual e individualista, que toma poco en cuenta la realidad del mal, de tanto abuso de los demás, corrupción, mentira consciente, etc., etc., como la que nos abruman hoy día en el país.
El capítulo 8 se extiende demasiado en temas religiosos y filosóficos que a pocos interesan tal como están planteados: la Trinidad, y la trinidad platónica. En el capítulo 9 hay exceso de erudición poética. No es que sea malo ser erudito, sino que es muy difícil introducir poemas sin recargos innecesarios.
Capítulo 10: lección completa sobre el budismo, tal vez excesiva.
Los últimos capítulos están dedicados a un crucero de gente rica por el Mediterráneo. Le sirve al autor para mostrar su conocimiento de Barcelona y de Pamplona, y su gusto por el refinamiento del buen comer y del buen vivir.
El final demasiado rápido, la muerte por enfisema pulmonar de Ignacio, ya ha sido precedida por la muerte de su madre Isabel, que también había fumado en exceso. ¿Es pretendida esa coincidencia de los perjuicios que causa el tabaco?
Enero 2016