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Barcelona, Grijalbo Mondadori, 1999, 307 p.

En la judería de Palma de Mallorca de fines del siglo XIV Jafudá, hijo de Cresques, aprende con su padre a elaborar preciosos mapamundis que despiertan admiración. El príncipe Juan, hijo del rey Pedro el Ceremonioso, les encarga un mapamundi y padre e hijo lo elaboran de acuerdo con los conocimientos de entonces. Pero no elaboran uno sino dos, el segundo con un acopio mayor de datos, verdaderos o legendarios, que serán del agrado del rey y le ayudarán a afianzar sus dominios. Un esclavo viejo y ciego, Betros, comprado por Cresques por compasión, se convierte en una fuente de relatos importantes que son plasmados en el segundo de los atlas. Jafudá escucha en las noches con admiración sus memorias, que lo revelan como un hombre sabio y compasivo. Cresques adopta también a un niño huérfano, Samuel, pero este se convertirá en el adversario más fuerte de Jafudá, a pesar de ser su hermanastro. Tanto, que roba el segundo de los atlas y Jafudá no puede entregarlo en la corte como estaba convenido.

Son muy interesantes las descripciones de las costumbres tanto de judíos como de cristianos de entonces, sus enfrentamientos, pero también su aprovechamiento unos de otros. Aparece en escena una esclava, Selima, descendiente de monarcas poderosos de Mali, las tierras más alejadas entonces conocidas y de fe musulmana. Es bellísima y Jafudá se enamora de ella sin remedio. Es una mujer que conoce bien las historias de sus antepasados reales y, para gran sorpresa del joven, es hija de una reina y de un mallorquín aventurero, que perdió la vida y la de su esposa en las islas Afortunadas.

Jafudá pasa cinco años persiguiendo el segundo atlas o atlas furtivo, que Samuel ha entregado a Micer Bernat Metge, valido del infante Juan a cambio de una suma considerable, que Samuel utiliza para conspirar contra el rey Pedro. Es por ello apresado y confinado en una cárcel, de donde lo libera por compasión su hermanastro, después de pagar una fuerte suma. Cuando Jafudá regresa a Mallorca, su padre le tiene preparada la boda con la hija del rabino, pero él insiste en que la Aljama o consejo superior judío le concedan el antiguo derecho de la bigamia, porque él lo que quiere es vivir con Selima. De hecho, aunque el matrimonio con la judía se realiza, tiene con Selima un hijo, Jaime.

En Barcelona y en otras ciudades como Mallorca surge un levantamiento criminal contra la judería. Jafudá, que está en Barcelona, logra escapar en un carro de difuntos haciéndose pasar por muerto. Mientras tanto en Mallorca la judería sufre las cargas de los desalmados, que incendian todo y degüellan a cuanto judío se les atraviesa. La familia de Jafudá sufre lo indecible: muere el padre, la casa es asaltada por Samuel, que ahora se descubre era hijo natural del abuelo Vidal. Pero los asaltantes también a Samuel lo destrozan. Selima y su pequeño Jaime desaparecen.

Todo el final de la novela está sumido en violencia y muerte. Jafudá se salva con su madre, su hermana y cuñado y los niños porque se hacen bautizar. Reflexiones finales suyas sobre la crueldad humana y la levísima esperanza de que Selima se haya salvado a pesar de las evidencias en contrario.

Novela dura, bien ambientada en la época, que deja un regusto de dolor frente a la insensatez humana. Para el autor da lo mismo cualquier fe religiosa, porque están impregnadas de los vicios humanos y no saben liberarlos de ellos.

Octubre 2016

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