Bogotá, Ediciones Dipon; Buenos Aires, Ediciones Gato Azul, 2004-2005, 374 p.
Biografía terrible, en las confesiones del principal lugarteniente de Pablo Escobar, el gran Capo del Cartel de Medellín. Uno se pregunta, asomándose al abismo que estas confesiones descubren, cómo es posible que existan personas así, que no pueden llamarse humanas, sino diabólicas, malvadas en grado superlativo. Pablo Escobar Gaviria organizó el famoso cartel de Medellín para enviar droga a USA y se hizo archi-multi-millonario, pero luego la DEA estadounidense comenzó a presionar al gobierno colombiano para que lo capturara y lo extraditara. Y aquí comenzó la gran batalla del capo contra el gobierno colombiano, contra la sociedad, contra todos los que abogaban para que la extradición se plasmara en una ley. Mató a figuras de gran relieve como el ministro Lara Bonilla, y el seguro ganador de las elecciones presidenciales Luis Carlos Galán, además de cientos y aun miles de personas, en atentados con carros bomba y voladuras dinamiteras que aterraron a la sociedad colombiana. Tenía infinidad de escondites en fincas que había comprado y se escapaba una y otra vez de la policía, del ejército, especialmente del Bloque de Búsqueda, entidad policial muy cruel fundada para capturar a Escobar. Era también muy generoso con sus colaboradores y ayudó a muchos pobres a salir de la miseria. Por eso su muerte fue llorada por estos y celebrada por toda la sociedad. Jhon Jairo Velásquez, alias Popeye, hace un buen resumen en el epílogo de la vida de este personaje, al que admiró sin reservas: “En los tiempos en que acompañaba al Patrón, día y noche, vivíamos en un torbellino; el único que tenía tiempo para pensar era él, nosotros sólo actuábamos siguiendo sus órdenes. Con la serenidad que da el paso del tiempo y mi madurez de hoy, puedo ver claramente el desperdicio brutal que fue la vida de Pablo Emilio Escobar Gaviria; su gran inteligencia intuitiva, sus dotes de estratega, su olfato político, su capacidad de mando y de generar lealtades a ultranza le hubiesen convertido en un personaje de primera línea en la vida de nuestra amada Colombia, si no hubiera elegido, no sé si voluntariamente, el camino de la sangre, la traición y la muerte”.
Desde el punto de vista literario estas confesiones no parecen haber sido trabajadas, sobre todo en la segunda parte, en que se alude a muchas personas de las que se tiene poca referencia y el conjunto resulta confuso a veces. Tal vez se deba a que la periodista Astrid Legarda tuvo que salir de Colombia al ser declarada objetivo militar por parte de las FARC, después de haber investigado de cerca los enfrentamientos de la guerrilla y el ejército.
Enero 2017