Barcelona, Salamandra, 2015, 862 p.
Thriller largo y constante, a pesar de su longitud. Lo más improbable, lo que parece imposible, sucede una y otra vez en estas páginas que cautivan y no te sueltan. Ya lo van a atrapar al protagonista, ya no se puede escapar, y sin embargo lo hace por su ingenio y atrevimiento y con mucha suerte. Es un policía demasiado inteligente, que se anticipa a los acontecimientos y a veces los provoca. ¿Y qué es lo que hace? Nada menos que perseguir al Sarraceno, nombre en clave de un médico e investigador afgano, que ha jurado destruir Estados Unidos a base de una epidemia de viruela contra la que no habrá ningún remedio posible, gracias a las manipulaciones de genes que él inventa. Se educó desde pequeño en el odio contra los occidentales y en un islamismo total y cerrado. Ha jurado dedicar su vida a destruir a los reyes sauditas, que están comprados por los americanos, pero para ello tiene que aniquilar a los 310 millones de la población de los Estados Unidos.
El que le persigue es el protagonista del thriller. Por encargo de las máximas autoridades de la Casa Blanca, fue jefe de una sección oculta de espionaje norteamericano, en la que destacó como hombre audaz y experto en todo tipo de persecuciones disimuladas. Mató al Tiburón de los Mares, el jefe de esa unidad secreta, por haberse dejado comprar por los rusos y pasó él a ser el jefe. También descubrió un gran chanchullo de drogas y mató al opulento jefe griego que se había enriquecido con el tráfico. Ahora le toca descubrir al afgano amenazante, tan inteligente y escurridizo como él. Por su impresionante intuición va atando cabos de crímenes distintos, sobre todo de una mujer en el Eastside Inn neoyorquino y en otro lugar tan alejado como las montañas de Hindu Kush, y así se va acercando a descubrir a este Sarraceno, la bestia apocalíptica, que pretende destruir a todo aquel que no rinda culto a Alá. El superpolicía ha adoptado nombres diferentes, tiene 20 pasaportes distintos, todos falsos, de diferentes naciones, conoce los rincones delictivos de muchas ciudades… todo un experto en el mundo de las drogas – de las cuales llegó a ser adicto.
El Sarraceno burla todas las fronteras y entra en Alemania para colocarse como empleado nocturno en una fábrica de productos farmacéuticos, la Chyron Chemicals, para enviar desde allí a cuarenta ciudades de Estados Unidos el virus de la viruela que ha preparado.
Como es un típico thriller inglés, todas las situaciones se apuran hasta el extremo, todas las comunicaciones funcionan al segundo, todos los mensajes llegan perfectamente. El plazo para que estalle la bomba está a punto de agotarse; la llegada del camión se retrasa y parece que no va a venir nunca; él reconoce al criminal en el último momento, cuando ya está a punto de escaparse; la pistola se engatilla en el instante en que va a disparar, etc., etc., etc. Pero todo eso no importa, porque no es la verosimilitud de la vida cotidiana lo que construye este tipo de novelas. Lo que sí importa y es cierto desde todo punto de vista, es el contexto actual del yihadismo y su odio contra occidente, los peligros que eso entraña, como lo demuestran tantos y tantos atentados suicidas contra gente inocente en muchos países, empezando por los aviones contra las torres gemelas de Manhattan el 11-S.
El autor sabe ir aumentando la tensión de la acción y por lo tanto del lector. Cumali, la policía hermana del Sarraceno, ha preparado un encuentro entre él y el protagonista, que va a ser definitivo para el éxito o el fracaso del plan genocida. El encuentro es violento y trepidante y en él culmina el crescendo de terror del thriller. Todo termina bien, como desea todo lector bien nacido. “Esta es la historia de una carrera trepidante contra el tiempo y, sobre todo, contra un enemigo sofisticado e implacable”.
Veremos qué película sale de thriller tan posesivo, de la que el guionista y productor va a ser el mismo Terry Hayes.
Madrid, julio 2017.