Barcelona, Planeta, 2016, 759 p.
La prolongada guerra del Peloponeso entre Esparta y Atenas marcó la historia de Grecia de forma negativa. Chicot construye su novela sobre ese trasfondo, novela histórica como se puede fácilmente comprobar, pero destaca constantes situaciones y crueles personajes que dejan una terrible impresión de lo que es el ser humano. Son demasiadas las escenas crueles y espantosas, que dejan un regusto ácido y una constante interrogación: ¿es de verdad tan malvado el ser humano como lo pinta Chicot? Pues parece que sí, y los tiempos actuales no desmienten una afirmación tan pesimista. Solamente la religión cristina – tal como la entendió Jesús y no como la ejerció la Inquisición – puede contradecir en la práctica un juicio tan global y negativo.
Como dice el novelista en la carta de despedida a los lectores, la mayoría de los personajes de renombre histórico que aparecen en estas páginas existieron, así como los hechos que relata. Entre los más famosos está Pericles, el gran conductor de Atenas, hombre equilibrado y justo, a quien adversa el guerrerista Cleón. Pericles muere consumido por la peste que se llevó mas de la tercera parte de la población de Atenas en 430 a.C. Sócrates, el gran pensador, que incomoda a la gente con sus constantes preguntas, pero del que todos aprecian su gran inteligencia y su honradez. Aristófanes, que en su comedia Las nubes ridiculiza a Sócrates. Eurípides, el original dramaturgo, y su hija Casandra, que pone el toque femenino y sentimental, hasta que su padre la casa con un viejo, Ificles. El enfrentamiento de Casandra contra su marido y su cuñada es épico. De ella se enamora Anito, que tendrá un protervo papel a lo largo de la novela. También está Jantipa, la gran amiga de Casandra, que después de enviudar contraerá matrimonio con Sócrates, con el que tendrá tres hijos. Querefonte, gran amigo de Sócrates, que recibe con horror en Delfos el oráculo de que su amigo es el más sabio de todos los hombres y que morirá de muerte violenta a manos de un hombre de ojos claros. La primera parte del oráculo es real, no así la segunda. Alcibíades, discípulo de Sócrates, que se apartó de él por su naturaleza ambiciosa, que el maestro criticaba. Tucídides, general ateniense que después de ser desterrado se dedicó a escribir la historia que tanto ha servido.
Aristón, el gigante espartano que maltrata a su esposa Deyanira y asesina a su hijo recién nacido, hombre violento y ambicioso, que morirá inesperadamente a manos de Perseo en una escaramuza cerca de Atenas. Perseo, hijo supuesto de Eurímaco, el artesano de vasijas, que tiene los ojos claros y que parece destinado por los dioses a ser el asesino de Sócrates, es valiente y gran atleta, vencedor en la carrera de los Juegos Olímpicos, donce compite contra Calícrates, hijastro de Aristón. Calícrates odia por su crueldad extrema a su padrastro, crueldad que ejerció contra él para educarlo como espartano. Hacia el final de la novela aparece Platón como discípulo de Sócrates, aunque su nombre era Aristocles. Anito soborna a unos acusadores contra Sócrates y logra que lo condenen a muerte. Es el primer paso: luego acusará a Perseo y así podrá hacerse con Casandra, pero no lo logra por circunstancias que prefiero no relatar para que el lector las descubra.
La acción es constante, atrapa, obliga a veces a dejar el libro a un lado para medio digerir tanto horror. Los avatares de la lucha entre Esparte y Atenas van envolviendo a los personajes de la novela, que no saben que los dioses los destinan a enfrentarse. Los seres humanos no hemos cambiado mucho desde aquellos tiempos: la ambición desmedida de riquezas y poder sigue trastornando la historia; los celos, la lujuria, la torpeza y la poca inteligencia de muchos causan incomprensión, dolor, desprecio o deseos de venganza en otros seres humanos. El espìritu de Sócrates, su inteligencia y desprendimiento aún no han penetrado en la historia humana. Algo mejor le fue a Jesucristo, pero todavía queda muchísimo por hacer. En ese sentido la novela sirve para distanciarse del horror humano y tratar de acercarse un poco a lo mejor de la humanidad, que también la hay y mucho.
Un juicio de la novela por Internet:
«Una novela histórica plena. Por fin he leído una novela ambientada en la Atenas Clásica que reúne todos los requisitos para alcanzar la máxima excelencia. Es una novela redonda. Todos los aspectos están perfectamente equilibrados; pero destaca uno por encima de los demás, el equilibrio entre ficción y realidad histórica. Narra tan bien que los personajes ficticios tienen toda la credibilidad histórica. Históricamente, el autor nos da una visión magnífica de la Atenas Clásica. Atenas, cuna de la civilización occidental, se muestra con todas sus virtudes y defectos. La democracia ateniense es un gobierno exitoso, siempre y cuando la dirija un hombre de una gran visión política y estratégica: Pericles. Una vez desaparecido, Atenas es gobernada por una serie de demagogos, inútiles o ambiciosos que la llevaran a la total ruina. Enfrente está Esparta. Ciudad militarista, donde toda su sociedad está orientada a la formación de los mejores soldados del mundo clásico. Este enfrentamiento entre Atenas y Esparta termina con una rotunda victoria de Esparta. ¿Por qué? Pienso que el gran error de Atenas fue su propio sistema democrático. Me explico: los atenienses tenían tanto miedo a los tiranos, que aquellos ciudadanos con un gran talento militar o político eran defenestrados, ejecutados o exiliados por la Asamblea democrática ateniense. Un gran número de casos salpican su Historia: Milciades, Temístocles, Alcibíades. Personajes que al ser rechazados por los suyos se pasaban al enemigo, multiplicando el daño por diez. Literariamente, lo mismo. Todos los aspectos de una gran novela histórica se encuentran en ella. Multiplicidad de historias y personajes protagonistas, flash back que nos aclara una situación histórica o un aspecto oscuro de los personajes, un perfecto equilibrio entre la narración y los diálogos. Pero, sobre todo, hay emoción, intriga, suspense; los personajes están vivos. Se interrelacionan las distintas historias para englobar a todos los personajes. Pero el éxito de la novela radica fundamentalmente en que existe un equilibrio perfecto entre los personajes ficticios e históricos. Los personajes históricos sustentan a los personajes ficticios, pero son éstos los verdaderos protagonistas de la novela.»
Zaragoza, junio de 2017