Barcelona, Ediciones B, 2017, 457 p.
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El psicoanalista Frederick Starks (Ricky) recibe una carta anónima el día que cumple 53 años. No es de felicitación, sino de amenaza. Le dice que debe suicidarse en 15 días y que, si no lo hace, irá matando uno a uno a sus familiares próximos. Como indicio de que va en serio, muere misteriosamente un paciente que había tratado recientemente y que no tenía motivos para lanzarse al metro; una sobrina que cumple 14 años recibe una colección pornográfica espantosa, que perturba a la niña profundamente, pues le dice que le harán algo semejante; la mujer policía a la que Starks acudió desaparece sin dejar rastro… ¿Quién es ese sádico y perturbado mental que así amenaza al psicoanalista y que va matando a la gente relacionada con él? Su nombre en clave es Rumplestiltskin (R. en sus comunicaciones) y Starks se propone averiguar quién es, pero el cerco se va estrechando. Un hombre, el abogado Merlin y una mujer bonita, Virgil, forman parte del acoso, se adelantan a sus llamadas, le registran la casa, le saquean las cuentas, cortan la luz. Starks está al borde de la locura y la desesperación, y el suicidio no es algo inverosímil.
Esta es la primera parte de esta novela, en que se ve que todo está calculado fríamente por una mente asesina que lleva preparando su venganza durante varios años. ¿De qué y de quién quiere vengarse? ¿Por qué esas terribles amenazas? Porque el psicoanalista Starks trató a su madre cuando él era niño y no acertó, y por eso ella se suicidó 15 días después… Esto lo va averiguando poco a poco el asustado protagonista, que va recorriendo las historias de sus pacientes, recurre a la policía con preocupación de que no le escuchen, pero en todo se le ha adelantado el asesino, que ha previsto todos sus movimientos con pleno acierto.
La segunda parte es original. Starks reacciona y prepara con todo cuidado su falso suicidio: quema su casa de vacaciones en Cape Coad, cierra sus cuentas bancarias después de hacer varias donaciones, deja en clave una nota para que la entienda su asesino, el señor R. Roba a un mendigo su identidad, se crea una segunda identidad falsa, vive varios meses como un pordiosero, consigue trabajos sencillos de supervivencia y va averiguando cuidadosamente quiénes son Merlin y Virgil, que resultan hermanos de R., y participan plenamente de su venganza como brazos ejecutores. Ricky Starks pasa a la acción y planifica la venganza contra R. tan cuidadosamente como éste la planificó contra él. Ahora es él quien toma la iniciativa, acorrala a sus dos hermanos y sabe preparar el encuentro definitivo contra ese misterioso R. en las ruinas de su destruida casa de Cape Coad. Allá lo cita y él sabe que acudirá.
El encuentro final es previsible, aunque en cierto modo inesperado. Rumplestiltskin ha sido uno de los pacientes de Ricky y se disfrazó bajo el nombre de Zimmerman, que supuestamente se suicidó en el metro. Esto se sabe por la conversación que mantienen en las ruinas de la casa, cada uno con una pistola amenazando al otro. Se ve que el autor quiere rizar el rizo para mantener el suspense hasta el final de la novela. Acaba amablemente con una especie de pacto de vida que Ricky ofrece a los tres hermanos…
Novela muy bien armada, que manifiesta buenos conocimientos del autor sobre el mundo del psicoanálisis, sobre las preguntas que todo el mundo se hace sobre sí mismo, sobre el mundo interior de los demás, sobre cualquier gesto o expresión que lo delate…
Zaragoza, julio 2017
Veo que eres un lector apasionado, y te interesas por diferentes temas. Este libro lo leí hace varios años (recomendado por un amigo) y la verdad que fue apasionante. Tu división de la historia donde indicas que en la segunda mitad es Ricky quién toma el control es totalmente cierta, es en ese momento donde como lector dejas de sentirte perseguido y agobiado y pasas al rol del Sherlock Holmes de la historia que todo lo predice y conoce las reacciones de todos.
Un saludo,