Caracas, Planeta Venezolana, 2018, 637 p.
¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Son las preguntas clave a las que responden todas las religiones desde la antigüedad. Edmond Kirsch, un joven científico y creador de visionarios inventos tecnológicos va a dar una respuesta a esas preguntas que destruirá la visión religiosa de toda la historia humana. Convoca primero a una reunión a los representantes religiosos del Parlamento de las Religiones del Mundo: islam, el judaísmo y el catolicismo. Los convoca en Montserrat para anunciarles su descubrimiento y exigirles secreto. Después va a dar el gran anuncio en el museo Guggenheim de Bilbao, un anuncio que destruirá la fe en el Dios creador de todas las religiones.
Robert Langdon es un profesor especialista en simbolismo religioso, que fue profesor de Kirsch en Harvard y que ha sido invitado al Guggenheim por su antiguo alumno. Los invitados son pocos y muy selectos, pero no se agrupan para seguir a un guía. Cada uno lleva un audífono inteligente que le va guiando por el museo y explicando las obras de arte moderno. El que conduce a Langdon le revela, después de una interesante conversación artística, que no es humano, que es un cerebro sintético creado por Kirsch. La tecnología de la inteligencia artificial demuestra sus extraordinarios avances. Kirsch está seguro de que los avances científicos, especialmente el que está a punto de revelar, van a erradicar los mitos de la religión.
Todos se van reuniendo en un escenario fantástico, creado por Kirsch y la película que presenta va desmontando todas las creencias antiguas en los dioses, que servían para explicar los fenómenos naturales aún no descifrados por la inteligencia humana. Ese despliegue de sustitución de creencias míticas por la ciencia se aplica también, según él, a los mitos religiosos actuales: “La religión más extendida de nuestra especie incluye toda una serie de premisas mágicas: humanos que regresan de forma inexplicable de entre los muertos, vírgenes que dan a luz milagrosamente, vengativos dioses que envían plagas e inundaciones, promesas místicas de una vida de ultratumba en cielos de nubes esponjosas o en infiernos en llamas”. (p. 117)
Kirsch va introduciendo el tema para el que ha convocado no sólo a los presentes, sino a través de internet a más de 3 millones de personas. De repente suena un disparo y Kirsch cae muerto. Asombro, consternación, caos, estampida, que aprovecha el asesino para escapar. Se trata de un antiguo almirante español, Luis Ávila, comisionado por alguien desconocido, con la intención de impedir la revelación científica de Kirsch que va a acabar con todas las creencias religiosas. ¿Quién está detrás? Los hilos confluyen hacia Mons. Valdespino, el obispo de Madrid archiconservador, consejero principal del monarca español, que está ya postrado por su enfermedad terminal, y del príncipe heredero, prometido de una hermosa mujer, Ambra Vidal, que estaba en el lugar de los hechos por ser la directora del Guggenheim y que asiste espantada a lo que ocurre. Uno ve en estos personajes trasuntos de personas reales, como Mons. Rouco Varela, el príncipe Felipe y Letizia, su prometida entonces, ahora reina consorte.
Ocurren otros asesinatos: el del ulema musulmán en un desierto de Dubai y el del rabino judío en una zona de Budapest. Por supuesto tienen que ver con la muerte de Kirsch, porque ellos también conocían el gran hallazgo científico. ¿Es Valdespino el autor intelectual para evitar que sus colegas religiosos revelen el secreto? La novela se ha convertido en policíaca: varios crimenes y descubrir quién es el asesino. El trasfondo es religioso: los asesinos intelectuales quieren impedir que se difunda el hallazgo del científico Kirsch. Brown va llevando los hilos hacia los católicos más conservadores, el papa del Palmar de Troya, que piensa que la Iglesia católica se ha prostituido. Luis Ávila, que tuvo una terrible experiencia en la catedral de Sevilla, donde en un atentado terrorista murió su esposa y su hijo pequeño, y que salió de la terrible depresión gracias al papa de la iglesia palmariana, que le hizo recobrar el sentido de la vida, pero lo convirtió aparentemente en su brazo ejecutor de los crímenes contra Kirsch y el parlamento religioso.
Los que ahora están en peligro son Robert Landon, antiguo profesor de Kirsch, y Ambra Vidal, porque ellos pueden acceder a lo que iba a revelar Kirsch a través de un código de 47 letras que buscan afanosamente y que encuentran en la cripta de la Sagrada Familia de Barcelona. A través de Winston, el cerebro tecnológico, que los va guiando, logran entrar al sofisticado aparato de Kirsch, que ha convocado a la revelación a través de las redes a una multitud ingente, más de 250 millones de personas. Las conclusiones científicas a las que ha llegado Kirsch quedan reveladas: venimos de una materia informe primitiva que evoluciona hasta crear vida y vida compleja. A lo largo de los millones de años de este proceso unas especies han ido reemplazando a otras, hasta llegar a la actual, el homo sapiens. Pero este mismo homo sapiens va a ceder su puesto dominante al homo technicus, a la máquina informática por él creada, que le irá sustituyendo en todo. Ya ahora hay miembros artificiales, sustitución de órganos que no envejecen y pronto aparecerán chips implantados en el cerebro que conducirán la vida de los seres humanos. Esa tecnología tan avanzada puede conducir al superhombre que viva para siempre. Edmond Kirsch es optimista sin embargo sobre el mundo futuro del homo technicus: “De manera sumamente convincente Edmond describió un futuro donde la tecnología había llegado a ser tan barata y omnipresente que había eliminado la brecha entre ricos y pobres; donde las tecnologías ambientales suministraban agua potable, comida nutritiva y acceso a energías limpias a miles de millones de personas; donde las enfermedades como el cáncer de Edmond habían sido erradicadas, gracias a la medicina genómica; donde el impresionante poder de internet se canalizaba al fin para llevar la educación a los rincones más remotos del mundo, y donde las líneas de montaje robotizadas libraban a los trabajadores de las tareas repetitivas, para que pudieran dedicarse a ámbitos más gratificantes, que a su vez abrían nuevos horizontes previamente imposibles de imaginar. Y, por encima de todo, describió un futuro donde las tecnologías avanzadas creaban tal abundancia de recursos básicos que ya no era necesario ir a la guerra para disputarse su control”. (p. 571)
Pero la pregunta inicial, ¿de dónde venimos?, sigue sin ser respondida. Si es verdad que las leyes de la física por sí solas pueden crear vida, ¿quién creó esas leyes?, ¿quién hizo el caldo primordial? Edmond Kirsch, para sorpresa de los que le escuchan, deja la puerta abierta a la creencia en un Dios creador. Winston, la poderosa máquina inteligente, está programado para autodestruirse 13 horas después de la muerte de Edmond, su creador. Langdon lo lamenta, pero Winston no. Y revela antes de su destrucción que Kirsch también pensaba suicidarse para acabar con el cáncer de páncreas que lo aquejaba y que él es el que impulsó al almirante a cometer el crimen contra Kirsch.
A Dan Brown le gusta jugar con los símbolos. Va presentando en la novela figuras, tatuajes, pinturas y otros símbolos que sirven para guiar o para engañar a quienes siguen una pista. Van apareciendo 16 símbolos diferentes, creación de diversos autores y del mismo Brown. Y es también un maestro en presentar situaciones inesperadas, conexiones inimaginables entre los protagonistas de su novela, que asombran al lector y le invitan a seguir leyendo. Es indudable que esta gran novela será pronto llevada al cine.
Junio 2018