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EL PINTOR DE BATALLAS

Arturo Pérez˗Reverte

Madrid, Santillana, 2006, 302 p.

Arturo Pérez-Reverte fue reportero de guerra durante 21 años antes de dedicarse a escribir novelas. He leído de él unas cuantas y esta no se parece a ninguna. Es una reflexión compartida con el lector y sobre todo consigo mismo sobre lo que significan la guerra, la psicología violenta, el azar, el sentido de la existencia. Y lo hace a través de tres personajes relacionados entre sí por la guerra: dos de ellos – Faulques y Olvido Ferrara, como fotógrafos arriesgados – y el otro, Ivo Markovic, soldado croata que se salvó de morir y luego dedica su vida a descubrir y perseguir a Faulques, que fue quien le tomó una foto ganadora de un gran premio.

Faulques y Olvido se conocieron en el Museo Nacional de Arte de México, en el que admiraron cuadros de Rivera y Orozco relacionados con la violencia. Están buscando cuadros de batallas y van recorriendo los principales museos del mundo. Han contemplado la batalla de San Quintín plasmada por Luca Giordano, las matanzas de Antonio Tempesta, los estudios de Leonardo sobre la batalla de Anghiari, el incendio de Troya según Collantes, el Dos de Mayo y los Desastres pintados por Goya, los choques medievales de Paolo Ucello, el Guernica de Picasso y cientos de cuadros más. En todos ellos van buscando no sólo la expresión del rostro de los moribundos, sino el encuadre que ubica a los victimarios, las sombras y las luces que ocultan o resaltan. Faulques fotografía rostros de dolor y de sorpresa, gestos de angustia y de petición de clemencia. Olvido se fija sólo en los objetos: las ruinas de una iglesia bombardeada, un cuaderno escolar teñido por la sangre del niño que yace a su lado, una mesa con dos patas y media.

Tanto Faulques como Olvido han sido reporteros en todas las últimas guerras en África y en Oriente Medio, así como en la antigua Yugoslavia, donde dan cuenta gráficamente de las atrocidades de serbios contra croatas y de croatas contra serbios. En esa lucha fratricida Ivo Markovic perdió a su mujer y a un hijo pequeño. Faulques abandona la fotografía cuando su amor Olvido Ferrara pisa una mina y muere. Contra lo que indica el nombre de su amada, nunca la podrá olvidar. Deja entonces la fotografía y se refugia en la torre de un antiguo faro, donde se dedica a pintar un gigantesco mural circular en la estancia elevada de la torre. Quiere en él resumir y expresar toda su experiencia sobre la guerra, no sólo la vivida como reportero, sino la asumida como reportero gráfico. Ivo Markovic ha descubierto por fin su paradero y la anuncia que viene para matarlo. En sucesivas visitas se entrelazan conversaciones sobre el sentido de la vida, el azar como factor determinante de todo lo que ocurre, la crueldad aparente del victimario y la entrega o rebelión de la víctima. Faulques no busca defenderse ni parece temer a su presunto asesino.

Los minuciosos detalles sobre los encuadres, la luz, el enfoque, el tipo y marca de la máquina fotográfica muestran a Pérez-Reverte como un experto en fotografía. Y también en pintura: la mezcla de colores, el tipo y variedad de pinceles, las referencias a tantos pintores famosos en visitas a museos en todo el mundo. Las preguntas que Markovic va haciendo a Faulques van llevándole a un cierre vital, que se cumple cuando concluye el mural. Una mañana se va internando en el mar sin retorno posible.

“Arturo Pérez-Reverte ha escrito la más intensa y turbadora historia de su larga carrera de novelista…”. En ella considera “la compleja geometría del caos del siglo XXI: el arte, la ciencia, la guerra, el amor, la lucidez y la soledad se combinan en el vasto mural de un mundo que agoniza”. (Contraportada)

Junio 2019

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