BUSCANDO A DIOS EN EL UNIVERSO
Ramón Tamames
Barcelona, Erasmus Ediciones, 5ª ed. 2019 (1ª ed. en 2018), 384 p.
Ramón Tamames es una figura extraordinaria. Economista muy reconocido (publicó best-sellers en economía), fue miembro directivo del PCE en los años setenta del siglo pasado, pero su inteligencia le ha llevado a interrogar y a interrogarse más allá de ideologías, dogmas y verdades impuestas. Incursiona en la cosmología, apoyado en ilustres astrofísicos actuales y pasados, y nos introduce en un universo cuasi infinito para el que no hay dimensiones terrenas y en el que van surgiendo experiencias nuevas, que llevan a hipótesis que podrían ser o no verificadas en el mundo futuro. Hablando del camino convergente entre la Vía Láctea y la nebulosa Andrómeda dice con gracia y profundidad: “Ya se ha concretado el posible íter de recorrido convergente entre Andrómeda y la Vía Láctea, a una velocidad de 400.000 km. por hora. Pero tan lejos están entre sí, que el cruce de las dos galaxias todavía tardará 4.000 millones de años, un momento en el que el sol seguirá fusionando hidrógeno en su núcleo y tendrá previsiblemente los mismos planetas de que ahora dispone a su alrededor, pero emitirá mucho más calor y ya no quedará ni rastro de vida en la Tierra. Todo un alivio: 4.000 millones de años.” (p. 70)
“Un testimonio especialmente lúcido es el que ve la Tierra desde la percepción de que ha sido literalmente elegida (cómo y por quién es cuestión más que ardua) entre billones de probabilidades astronómicas, para la función de generar evolutivamente millones de seres vivos y, a la postre, la especie humana.
Cinco características principales de la singularidad del mundo en que vivimos y por qué en él resulta posible una vida tan diversificada:
Un excelente emplazamiento, a la distancia más adecuada de la estrella mejor conocida, el Sol. Lo suficientemente grande para irradiar gran cantidad de energía, pero no tanto para consumirla con toda rapidez. O dicho de otra forma, si el astro-rey hubiese sido diez veces mayor, toda su capacidad se habría agotado al cabo de diez millones de años, en vez de los 10.000 millones que se prevén de vida (de los que ya han transcurrido 4.500 millones). Como también somos afortunados por orbitar como lo hacemos, pues de evolucionar más cerca del Sol, todo se habría evaporado en el Tierra, y si nos hubiésemos alejado un poco más, todo se habría congelado.
La configuración del interior de la Tierra es la más adecuada, con dos núcleos concéntricos (Nife de níquel y hierro, y Sial de sílice y aluminio), en estado magmático… Ese animado interior terráqueo ha sido y es la causa de las emanaciones de gas que un tiempo contribuyeron a formar la primera atmósfera terrenal; como igualmente proporcionan actualmente el campo magnético que nos protege de la radiación cósmica.
Una hermana casi gemela, la Luna. Un satélite que, en contra de lo que sucede con los demás del sistema solar, presenta un gran diámetro comparativo respecto de su planeta circunvalado, lo que supone un factor estabilizador en la Tierra… Es el influjo gravitatorio lunar lo que impulsa la Tierra a girar a la velocidad justa y con el ángulo justo.
La ilación cronológica. El universo es un lugar asombrosamente voluble y lleno de sucesos, y la existencia del mundo que habitamos constituye todo un milagro, por la larguísima fase de evolución predarwiniana. Pues si no se hubiera producido la larga serie de acontecimientos inconcebiblemente complejos que se iniciaron hace unos 4.400 millones de años en nuestro planeta, que se han sucedido de modo concatenadamente misterioso, todo había sido diferente.
Que la Tierra exista parece un milagro; o un enigma, como prefiere llamarlo Monod, para así evitar cualquier evocación religiosa. Y que la Tierra se haya configurado de ese modo por azar y necesidad, no deja de ser una doble hipótesis, pues cuando no existía nada, tampoco había ninguna necesidad de nada.” (pp. 111-113)
Colofón del capítulo V: ¿un pueblo elegido?, ¿una especie seleccionada?
“Las interrogaciones de dónde venimos y qué somos tienen sus respuestas, al menos preliminares, en la propia evolución: nos separamos un día del tronco de los demás primates – hace siete millones de años del chimpancé, nuestro pariente más próximo – para culminar en el homo sapiens 200.000 años atrás; emprendiendo desde entonces la más impresionante aventura, merced a la mejora en capacidades cerebrales y logrando una creciente acumulación de conocimiento con sistemas de percepción y máquinas al borde ya del pensamiento.
Por lo demás, hemos intentado averiguar si hay un pueblo elegido, como los israelitas, que veían a Moisés y sus profetas un enlace directo con el todopoderoso, Dios único, Javeh.
Otro pueblo presuntamente elegido son los anglosajones: los ingleses integrados en el puritanismo de raíz calvinista, que llevaron sus creencias y espíritu de empresa a las Trece Colonias, el origen de EE.UU., en 1620.
Y en el área de la excepcionalidad, cabe plantear que China igualmente aspira a tener su misión, debida cuenta de que los actuales Han son los herederos del Imperio del Centro de los tiempos gloriosos (Cf. Ramón Tamames, “China tercer milenio. El dragón omnipotente”: Planeta, Barcelona, 2013)
Pero en la fase actual del pensamiento político y económico no cabe aceptar por más tiempo la idea de pueblos elegidos, o de excepcionalismos de excelencia. La globalización debería hacerlo imposible, marcando una nueva senda en la que, en último extremo, únicamente podría hablarse de la humanidad como especie privilegiada; por las circunstancias en que se ha desarrollado en los últimos 10.000 años, por el dominio absoluto que ejerce sobre el planeta Tierra, como también por sus responsabilidades de preservación del mismo.
Es toda la humanidad la que ahora está ante las grandes cuestiones de la longevidad, la pretendida inmortalidad, e incluso la criogénesis para resucitar, que más bien parece impensable. Y está igualmente el reto de la Inteligencia Artificial, el conocimiento del cerebro y la idea de las máquinas pensantes, Un mundo el del futuro que puede ser prodigioso e inquietante a la vez” (pp. 201-2)
Zaragoza, agosto 2019