EL MIRLO BURLÓN
José María Conget
Valencia, Editorial Pre-Textos, 2018, 259 p.
Tres antiguos alumnos del colegio El Salvador de los jesuitas de Zaragoza se citan para celebrar juntos los 30 años de graduación de bachilleres. Fueron amigos cuando eran adolescentes y participaban en reuniones sobre existencialismo, marxismo y cristianismo organizadas por Rafael Echeverría, joven profesor jesuita. También formaba parte del grupo – cosa bien extraña entonces – una joven, Alicia, recién llegada de Inglaterra donde vivía con su padre republicano desterrado y con su madre inglesa, ya separada del marido. Alicia era muy inteligente, bella y coqueta y los tres se enamoran de ella. Pero Alicia a quien admira es al P. Rafael y esa admiración se va convirtiendo en deseos de seducirlo y hacer el amor con él.
Este es parte del argumento que desarrolla Conget y que le sirve para ahondar en el mundo interior de los protagonistas, en sus dudas y titubeos, en sus deseos y aspiraciones, en sus envidias y contrastes con los demás. Es muy notable la cantidad de matices que aporta a la descripción psicológica del mundo interior de cada uno. Patricio es idealista, cree en grandes cambios políticos en ese año 1975 en que murió Franco y se hace inscribir en la rama juvenil del partido comunista; Ismael aspira a ser escritor y manda su primera novela a una escritora reconocida, que le ayuda a cambiarla; Juanjo es ingenuo y cordial y aspira a ser profesor de filosofía. El joven jesuita Rafael no se deja seducir por Alicia, y la rechaza en un encuentro sexual violento. Poco a poco irá advirtiendo que su inclinación es hacia el otro sexo. Alicia no es tan ingenua como parece y tiene encuentros con un electricista mucho mayor que ella, además de haber seducido a varios otros. Cuando se encuentran los tres compañeros y Alicia después de 30 años y una vida bien diversa que va narrando cada uno de ellos, sólo está ausente el cura Rafael. No digo el motivo de su ausencia para dejar en suspenso al lector de esta nota.
El estilo de Conget en esta novela es moderno: frases separadas sólo por comas, que provocan una lectura más rápida pero a veces más confusa. Excelente uso de los adjetivos, que no son fáciles de escoger al describir el mundo interior de los protagonistas. Conget perdió la fe religiosa, algo que ocurrió en muchos antiguos alumnos de aquellos tiempos y que es comprensible en los tiempos que corren, pero no me gustó su desprecio por algo tan entrañable para un zaragozano como es la devoción a la Virgen del Pilar: “Salió corriendo del pomposo armario donde venera Zaragoza su más dilecta superstición” (p. 155). Tampoco son necesarias las descripciones de escenas sexuales de tipo pornográfico.
Estos son en resumen mis aprecios y mis críticas hacia esta novela de tanto interés para los que nos educamos en aquel colegio de feliz memoria.
Zaragoza, septiembre 2019