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LA REINA DEL SUR

Arturo Pérez-Reverte

Barcelona, Círculo de Lectores, 2002, 477 p.

 

¿Puede una mujer mexicana convertirse en un capo de la droga comparable a Pablo Escobar? ¿Puede tener tanta influencia sobre hombres que la admiran por su arrojo, su talento y previsión y algunos que la quieren cortejar? ¿Cómo sabe eludir los controles de la guardia, de los cuerpos antidrogas, formar sociedades legales, blanqueando dinero en ellas? Esta es la historia que describe Pérez-Reverte en esta novela singular. Su protagonista estrella: Teresa Mendoza, que fue de adolescente amante del Güero Dávila, un piloto que traficaba con droga y lo mataron otros traficantes de Sinaloa, México. Teresa puede escaparse y es enviada por un protector a España, donde poco a poco se irá convirtiendo en una mujer muy inteligente, que monta un imperio para transportar cocaína, hachís y tabaco desde Marruecos por todo el Mediterráneo. No quiere tratos con los narcos colombianos ni con los mexicanos, ni con los gallegos, ni con los rumanos. Sólo con el jefe de los rusos se entiende bien.

Pérez-Reverte muestra un conocimiento de los entresijos de las bandas narcotraficantes que asombra. ¿De dónde lo ha sacado, quién la ha informado tan al detalle? Y también despliega su afición por el mar y la navegación – como ha hecho en otras novelas. Se lo traspasa a Teresa, que es capaz de arreglar motores y timones, de navegar a 60 nudos cuando el tiempo es bueno y capear con habilidad la mar fuerte.

Teresa se desdobla interiormente en varias Teresas en contraposición de pensamiento y de deseos, de esperanzas y decepciones. Es un mundo interior que ni siquiera ella entiende bien. Y no le tiembla la mano al mandar a la muerte a quien le traiciona. Se libró por poco de la muerte cuando escapó a España, protegida por alguien que después será su enemigo mayor, Epifanio Vargas, que aspira a ser elegido senador. Las escenas finales son violentas, de tiros, tinieblas y muerte, pero Teresa sale indemne para admiración de todos (lectores incluidos) y desaparece después en Estados Unidos para siempre. ¿Para siempre?

El lenguaje mexicano inunda la narración. ¿Lo aprendió Pérez-Reverte o se lo proporcionan sus amigos mexicanos? Algunas expresiones: pos fíjese que requetebién, me vale verga, güero, güey, me late que eso puede estar cabrón… y un etcétera muy largo.

Zaragoza, septiembre 2019

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