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LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL

Winston S. Churchill

Buenos Aires, Editorial El Ateneo, 2013 (original inglés de 1957)

Winston Churchill, nacido en 1874 y graduado en el Royal Military College, participó en la primera guerra mundial, pero ya antes había mostrado su inclinación a la política. Diputado por el partido liberal, ocupó diversos ministerios hasta su gran salto en 1940 como primer ministro al comenzar la segunda guerra mundial. Fue el alma de la resistencia británica en ese año terrible, en el que Hitler bombardeó Londres y otras poblaciones durante más de 9 meses. “Sangre, sudor y lágrimas” es lo que prometió a sus resistentes conciudadanos en ese año terrible. Arrasadas Polonia, Bélgica, Holanda y Francia, el dictador alemán se propuso invadir Gran Bretaña, que era su máxima ambición para dominar Europa, pero no lo logró a pesar de su superioridad aérea.

El presidente norteamericano Roosevelt apoyó con armamento sobre todo naval y marítimo a Gran Bretaña, pero fue sólo después del ataque japonés a Pearl Harbour en 1941 que Estados Unidos entró en guerra contra Japón y Alemania. Churchill simpatizó con el fascista Mussolini hasta que éste se declaró pronazi y entonces lo combatió con éxito. Churchill sacaba tiempo para ir escribiendo estas memorias de la guerra con gran detalle, cosa que le gustaba hacer por su afición al mando y a la estrategia militar. Fueron 6 tomos de memorias, reunidos posteriormente en este volumen, y con ellos ganó el premio nobel de literatura en 1953. También era aficionado a la pintura de paisajes y no lo hacía mal ciertamente.

No es fácil seguir tantas variaciones en los avatares de la guerra, que tuvieron lugar en varios escenarios al mismo tiempo: Polonia, invadida por Hitler en septiembre de 1939, Noruega y Finlandia, Europa del noroeste a comienzos de 1940, luego en el Atlántico los ataques de los submarinos alemanes, el norte de África, con las campañas de Rommel, contrarrestado por Montgomery; los Balcanes y el triunfo de Tito en Yugoslavia, el enfrentamiento decisivo de Rusia contra Alemania en noviembre de 1941; el ingreso de Italia en el eje nazifascista, la difícil neutralidad de Turquía, la declaración de guerra de Japón a Estados Unidos hasta su derrota definitiva en Hiroshima y Nagasaki con la bomba atómica. De todo esto escribe Churchill con infinidad de datos militares y de encuentros políticos con los máximos responsables aliados. Viajó mucho para entrevistarse en diferentes escenarios con Stalin y con Roosevelt, y también con los jefes de los ejércitos inglés y norteamericano, así como con De Gaulle, el jefe de la resistencia francesa. Dio cuenta de sus decisiones y de sus fracasos a la Cámara de los Comunes británica y recibió críticas, pero mucho más,

alabanzas y apoyo. Por eso causa extrañeza que no fuera reelegido como premier justamente al acabar la guerra en 1945, aunque luego volvió a ocupar el cargo en 1951. Se enfermó dos veces de neumonía, pero salió adelante por su determinación de conducir la guerra.

Es notable su visión de lo que Rusia estaba dispuesta a conquistar en Europa, rompiendo acuerdos para elecciones libres en Polonia, Rumania, Bulgaria y Checoslovaquia. Él mismo habla del telón de acero que la URSS bajó contra Occidente, del que logró liberar a Grecia y Austria no sin esfuerzos notables. Cuando escribe el epílogo a este libro en 1953, avisa una y otra vez que la Unión Soviética se ha convertido en el gran enemigo de Occidente y que hace falta una Europa unida para hacerle frente en el futuro. También avizora problemas para el futuro de la humanidad por el desarrollo de la energía atómica y de la nuclear. Sólo el temor a la eliminación total de la raza humana mantiene un equilibrio inestable, que ha durado hasta ahora, pero que vuelve a romperse en estos días por la pésima conducción política narcisista de Donald Trump.

En resumen, un gran libro de historia y de política, que describe con detalle los peores años que vivió el mundo en el siglo XX.

Abril 2020

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