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MI AUTOBIOGRAFÍA

Charles Chaplin

Madrid, Editorial Debate, 1989, (1ª ed. 1964) 558 p.

No sabía que el famoso Charlot, genio universal del cine, del drama y la comedia, había tenido una niñez tan horrible. Nacido en un barrio de Londres en 1889, su padre murió pronto y su madre, que había hecho papeles en el teatro, no tenía cómo sostener a Charles y a Sydney, hermano cuatro años mayor que él. Charles cuenta todo lo que hizo de niño para sobrevivir: vendedor de periódicos, impresor, fabricante de juguetes, soplador de vidrio, botones de un médico, vendedor ambulante, etc., pero desde muy niño mostró condiciones óptimas para la escena, así que varias compañías de teatro lo contrataron en papeles, no todos secundarios, que dieron vuelta a Gran Bretaña varias veces. Pero su pobre madre, desnutrida y melancólica, se volvió loca y la tuvieron que llevar a un manicomio, donde se curó, pero volvió a recaer. En esa vida tan miserable vivían de buhardilla en buhardilla, de donde los sacaban por no poder pagar la mísera renta. Cuando tenía 14 años, se enamoró de una bella actriz, Marie Doro, pero no se atrevió a confesarle su amor a una mujer que le llevaba ocho años.

Va contando cómo contrataron a la compañía de teatro donde trabajaba para hacer una gira por Estados Unidos. Viajó a ese país en 1910 con 20 años y le encantó sobre todo el oeste, donde le apreciaron más que en Nueva York. En un segundo viaje a Estados Unidos probó en una compañía nueva de cine que hacía películas mudas, la Keystone, pero por sus gestos y disfraces adquirió fama, para envidia de muchos actores veteranos. Él mismo inventaba los sketches cómicos y se disfrazaba con el bombín y el bastón, pantalones anchos y zapatos planos y el famoso bigote recortado, que le dieron a conocer después por todo el mundo. Logró que las películas no fueran como hasta entonces sólo de movimiento y acción loca, sino que dieran paso a enfoques más personales, a primeros planos bien estudiados, a golpes de humor.

Se dio cuenta del éxito que tenían sus cortos y fue exigiendo más y más dinero por ellos. Así describe él esos años de triunfo: “¡El futuro! ¡El fabuloso futuro! ¿A dónde me conducía? Las perspectivas eran deslumbradoras. Como un alud, el dinero y el éxito se precipitaban con un impulso acelerado. Todo era pasmoso, aterrador, pero también maravilloso”. (p. 190) Cuenta con bastante detalle cómo surgió The Kid, película que tuvo un éxito resonante. Fue al ver bailar a un niño de 4 años, Jackie Coogan, con tal desenvoltura que creó para él la película, estrenada en 1920.

Muchos le decían que cómo no se había casado si ya tenía 28 años y un montón de admiradoras por todas partes. Lo hizo precipitadamente y sin

preparación con Mildred Harris, diez años menor que él, pero antes de un año estaban separados. La soltería le iba mejor a una vida tan agitada y cambiante. Tenía amigos por todas partes en Estados Unidos, pero ya llegó un momento en que quiso volver a Inglaterra, de donde había salido. Andaba buscando los rincones miserables de su niñez y los recorrió con nostalgia. Pero volvió a California, donde estaba su trabajo y su vida actual. Y también su madre, en apariencia normal y cariñosa, pero con unas salidas de tono que delataban su mente enferma. Al poco tiempo enfermó y murió.

Charlot confiesa que no es religioso en un sentido dogmático. Dice así: “Nunca creo ni dejo de creer algo. Lo que puede ser imaginado es una aproximación a la verdad, como lo que puede ser demostrado por medio de las matemáticas. Se puede uno acercar a la verdad siempre por medio de la razón (…) A medida que me voy haciendo viejo me preocupo más de la fe. Influye en nuestra vida más de lo que creemos, y logramos gracias a ella más de lo que imaginamos. Creo que le fe es la precursora de todas nuestras ideas. Sin fe no se hubieran creado nunca las hipótesis, las teorías, las ciencias ni las matemáticas. Creo que la fe es una prolongación de la inteligencia. Es la llave que niega lo imposible. Negar la fe es negarse uno mismo y negar el espíritu que engendra todas nuestras fuerzas creadoras.” (p. 319) Como se ve, la fe que describe Charlot es una confesión de admiración en la capacidad de entender el mundo y progresar en él, pero no va más allá, hasta una confesión religiosa.

El dinero y la fama le hicieron popular en toda clase de ambientes. Los ya famosos – intelectuales, políticos, artistas – le invitaban constantemente. Tuvo encuentros con Albert Einstein, Bernard Shaw, Winston Churchill, Gandhi, el abate Pierre, Douglas Fairbanks, el príncipe de Gales, la reina Victoria de España, Nehru, Chou-en-Lai, Pablo Casals, Enrico Caruso, Ana Pavlova, Mary Pickford, Bertolt Brecht, Louis Aragon, Picasso, Jean-Paul Sartre y centenares más. “Los escritores son personas gratas – escribe – pero no muy generosos. Rara vez comparten con los demás lo que saben; la mayoría de ellos guarda su sabiduría entre las tapas de sus libros. Los sabios pueden ser una compañía excelente, pero su simple presencia en un salón nos paraliza mentalmente a los demás. Los pintores son molestos, porque la mayoría de ellos pretender hacer creer que son filósofos, más que pintores. Los poetas pertenecen indudablemente a la clase superior e incidentalmente son agradables, tolerantes y excelentes compañeros. Pero creo que los músicos son, en conjunto, más gratos de tratar. No hay nada más cálido y conmovedor como la contemplación de una orquesta sinfónica.” (p. 437)

Su pensamiento político iba más hacia el socialismo, posiblemente por sus orígenes pobres, algo que extrañaba mucho y que le hacía chocar con gente rica.

Chaplin fue al mismo tiempo productor, guionista, actor principal y compositor musical de sus películas. Con la productora Keystone hizo, sólo entre 1914 y 1915, 35 películas, la mayoría de un rollo; con la productora Essanay filmó entre 1915 y 1916, 16 películas; con la compañía Mutual entre 1916 y 1917

rodó 11 películas; con la First National Exhibitions Company entre 1918 y 1922 hizo 9 películas, entre ellas The Kid (el chico), que tanta fama le dio; con la compañía United Artists pasó al largometraje y al sonido, y entre 1923 y 1953 rodó tan sólo 8 películas, pero son las que le han dado la inmortalidad, como La quimera del oro, Luces de la ciudad, Tiempos modernos, El gran dictador y Candilejas. Su última película, que fue con la compañía Attica Films en 1957 la tituló Un rey en Nueva York. Su postura antinazi, poniendo en ridículo a Hitler en El gran dictador, le causó problemas, y eso que él todavía no había oído hablar de los campos de concentración. Habló en San Francisco y Nueva York ante decenas de miles de personas, para ayudarlos a convencer a Roosevelt de que abriera en Europa un segundo frente contra los nazis, algo que ayudaría mucho a la Unión Soviética en su lucha contra Hitler.

Chaplin encontró por fin la felicidad al casarse con Oona O`Neill, hija del famoso dramaturgo Eugene O`Neill, una joven de 18 años, treinta años menor que él. Con ella tuvo ocho hijos. Poco después del matrimonio fue acusado de quebrantar leyes federales y pasó una mala época, pero al fin resultó absuelto de acusaciones que tenían un trasfondo político. Como los periodistas le persiguieron toda la vida desde que era famoso, procuraba huir de ellos y no les tenía en buen concepto, porque siempre buscaban noticias sensacionalistas o se las inventaban.

Chaplin no lo pasó bien en los Estados Unidos en los años cuarenta. Se le achacaba ser antinorteamericano, lo cual era evidentemente falso. Al final emigró con Oona y sus hijos, primero a Inglaterra, donde estrenó Candilejas, su obra cumbre, por cierto, prohibida al comienzo en USA, y luego fue a residir a Suiza. La Sociedad de Autores y Compositores Dramáticos de Francia le hizo oficial de honor en una carta que expresa muy bien lo que ha sido Charlot para todos los que le hemos admirado:

“Usted se encuentra entre las más grandes personalidades del mundo y los títulos que le dan derecho a la fama son iguales a los de quienes pueden situarse entre los más ilustres. El primero de ellos es su genio. Esta palabra “genio”, de la que tanto se ha abusado, adquiere su verdadero sentido cuando se la aplica a un hombre que no es sólo un maravilloso actor, sino también autor, compositor, productor y, sobre todo, un hombre cordial y de bien (…) Se puede uno imaginar el precio que usted ha pagado por este don maravilloso que usted posee de hacernos reír y luego, de pronto, llorar. Se puede uno imaginar, o mejor aún, puede uno percibir los sufrimientos que ha tenido usted que padecer para poder retratar con todo detalle todas esas pequeñas cosas que nos conmueven tan hondamente y que usted ha tomado de los momentos de su propia vida.” (p. 519-520)

Abril 2020

 

 

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