UN HOMBRE
Oriana Fallaci
Barcelona, Editorial Noguer, 2ª ed. 1980 (1979), 461 p.
“La eterna leyenda del héroe que se bate solo, pateado, vilipendiado, incomprendido. La eterna historia del hombre que rechaza plegarse a las iglesias, a los temores, a las modas, a los esquemas ideológicos, a los principios absolutos vengan de donde vengan, se revistan del color que sea, del hombre que predica la libertad. La eterna tragedia del individuo que no se adapta, que no se resigna, que piensa por su cuenta, y que por eso lo matan entre todos.” (p. 17)
Esa es la presentación de la autora de ese hombre que va a recorrer una vida paradójica, amenazada constantemente, que pasa por centenares de circunstancias peligrosas, un hombre del que ella se enamora. Esta novela “narra la experiencia personal de la autora con el poeta griego y líder de la resistencia al régimen militar Alekos Panagulis, desde su liberación tras varios años de cárceles y torturas hasta su asesinato, en misteriosas circunstancias jamás esclarecidas, en 1976. El libro es un paréntesis romántico, un soplo de aire fresco en un momento en que el trabajo de la autora era eminentemente periodístico. Fallaci, para quien «un hombre debe ser valiente para conquistarme», sucumbe ante este torturado personaje, al que define como «un cristo crucificado nueve veces». https://www.planetadelibros.com/libro-un-hombre/46960
Puñaladas, porrazos y garrotazos, golpes con la fusta de acero, quemaduras de cigarrillos en los genitales, agujas en la uretra, torturas sexuales, puntapiés, bofetadas… Todo esto y mucho más sufre Alexandros o Alekos en la cárcel secreta de Papadopulos, el dictador griego. Estamos en 1968. ¿Motivo? El fracaso de un atentado contra él, que preparó torpemente este Alekos Panagulis. El tribunal, sometido como todos los de las dictaduras, le condena a muerte, pero la presión internacional a su favor hace que el dictador cambie la sentencia por varios años de cárcel. Toda la primera parte de la novela se extiende en describir el mundo interno de Alekos durante cinco años en una celda de un metro ochenta por noventa centímetros, vigilado por 16 guardias. Consigue sin embargo escaparse dos veces, pero lo vuelven a atrapar, con los interrogatorios y las palizas respectivas consiguientes. Él se burla de todos, especialmente del director de la cárcel Zakarakis, a quien considera un hombre de corta inteligencia, sometido al régimen. Papadopoulos, presionado internacional-mente, concede una amnistía para todos los presos políticos y Alekos sale
liberado, con 30 kilos menos y huellas por todo el cuerpo de las torturas que ha sufrido.
Oriana Fallaci es una periodista valiente. Ha cubierto muchos frentes donde se desarrolla una guerra o una matanza: Vietnam, Beirut, etc. En Tlatelolco resultó herida, pero su obsesión es denunciar las atrocidades del poder. Viaja a Atenas para entrevistar a Alekos, que ya está viviendo en la casa familiar con la viejita de su mamá. Él se enamora de Oriana al instante de conocerla personalmente, porque ya la conocía por sus reportajes. Sabe que es la única mujer que le va a entender. “El 21 de agosto 1973 la periodista florentina conoció a Alexandros Panagoulis, uno de los líderes de la oposición griega a la Dictadura de los Coroneles, que fue perseguido, torturado y encarcelado durante mucho tiempo. Se encontraron el día que salió de la cárcel: Fallaci fue su pareja hasta la muerte de él, ocurrida en un misterioso accidente de circulación el 1 de mayo de 1976… Fallaci siempre consideró el accidente de Panagoulis un verdadero homicidio político, ordenado por políticos que habían hecho carrera con la junta militar. La muerte de su amado marcó profundamente la vida de la escritora.” (Wikipedia)
Pero Panagoulis es un personaje muy extraño: apasionado hasta la violencia extrema que no mide resultados, tierno como un adolescente enamorado, encerrado en sí mismo sin escuchar ni la más mínima discrepancia, provocador sin miedo ni razón. Oriana va viendo de quién se ha enamorado. Cuando a ese hombre se le mete una idea en la cabeza, no hay quien pueda disuadirlo o moderar sus atropellos. Pero también, puede cambiar de golpe y olvidarse de su obsesión, como después del atentado a Papadopoulos o del que preparaba en la Acrópolis. Oriana lo manifiesta así: “Empleé mucho tiempo en comprender que tu dionisíaca locura era simple desesperación, sentimiento de inadaptación, nacido del descubrimiento de haberte embarcado en una empresa superior a tus fuerzas y, en cualquier caso, imposible.” (p. 319)
Panagulis sólo escuchaba sus obsesiones, que consistían en lograr una libertad total para las personas y para los gobiernos. Sabía que eran imposibles de realizar, pero persistía contra viento y marea. Sabía que no viviría mucho, coqueteaba con la muerte, de la que se había realmente enamorado. Fallaci resume en pocas líneas lo que fueron los últimos ocho años de Panagulis, antes de morir estrellado por un hábil asesino de carreras de carros: “Tu única victoria había consistido en no rendirte ante nada ni ante nadie, en no ceder ni en los momentos de incomodidad o de duda. El atentado a Papadopoulos abortó, y el calvario de la detención, el proceso y la condena no conmovió Grecia. Las fugas de la cárcel no tuvieron éxito, y para volver a ver el sol tuviste que sufrir la clemencia del tirano. La operación Acrópolis no pasó de una fantasía, y tus viajes clandestinos a Atenas no sirvieron más que para hacerte sufrir. La esperanza de organizar una resistencia armada naufragó. El regreso a la aldea constituyó una vergüenza. Tu elección para ingresar en la política de los políticos, un error. La campaña electoral, un desastre. Tu actividad de diputado, un fracaso. Y también tu esfuerzo por integrarte en un
partido, y la pretensión de arrojar de él a los hombres indignos. Y el intento de escribir un libro. En cuanto a tu gran intuición de que las ideologías no funcionan, porque toda ideología se convierte en doctrinas y toda doctrina choca con la realidad de la vida, de la incatalogabilidad de la vida, o en cuanto a tu gran descubrimiento de que los esquemas derecha e izquierda carecen de significado, que si acaso son equivalentes, porque ambos se sustentan en una coartada falsa, y ambos están destinados a converger en el Poder que aplasta, no fuiste capaz ni de formular esos principios en términos de pensamiento ni de sostenerlos rigurosamente con los hechos”. (pp.417-8)
En el funeral de Alekos Panagulis el 5 de mayo de 1976 en Atenas participaron un millón y medio de personas. Fue el símbolo de la libertad, de la dignidad, del amor por la libertad. Según el criterio de Oriana Fallaci, su valor nacía de una vocación literaria, su auténtico temperamento era el temperamento poético. No en vano gustaba de repetir: «La política es un deber, la poesía es una necesidad».
Junio 2020