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ARMADALE

Wilkie Collins

Barcelona, Ediciones B, S.A., 1998, 904 p. (edición original 1864-66).

Cualquiera se podría preguntar cómo es posible que una novela escrita hace más de siglo y medio y publicada por entregas pueda tener interés ahora. Y lo tiene, tanto por su trama como por la manera en que la desarrolla su autor. Es verdad que el lenguaje es muy barroco, con frases muy largas, llenas de paréntesis explicativos de lo que sienten los interlocutores. Pero uno termina acostumbrándose a ello. Las mujeres aparecen siempre como más astutas, más hábiles en manejar a los hombres, más celosas, de sentimientos a flor de piel. Con pocas excepciones, los hombres dan lástima: torpes para entender la situación, lentos, improvisadores, violentos. El carácter inglés es descrito como audaz y previsor, pero también muy apegado a leyes y normas.

La novela tiene como centro a dos generaciones de la familia Armadale. En 1832 en la ciudad suiza de Wildbad, Allan Armadale hace una confesión en su lecho de muerte, con la orden de no darlo a conocer a su hijo de 5 años hasta que éste llegue a la mayoría de edad. El moribundo era hijo natural, pero heredó la riqueza de su suegro a condición de aceptar llamarse Allan Armadale. Se enamoró de Jane Blanchard, natural de Madeira, pero cuando iba a encontrarla para casarse, fue envenenado – aunque se salvó de morir – y descubrió que Jane ya se había casado con otro Allan Armadale, primo con su mismo nombre.

La historia es una comedia de enredos no triviales, porque los intentos de asesinato son varios para hacerse con la rica herencia de la familia en Escocia. El hijo del moribundo lleva una vida ya desde la niñez muy variada. Se escapa de su casa, y cambia de oficio constantemente para poder sobrevivir. Se ocupa en ganarse la vida como cuidador de ovejas, como compañero de un titiritero, como niño de la calle, que roba lo que puede y duerme donde puede. Aprende a vivir por su cuenta, hasta que lo adopta Mr. Brock, un párroco que tiene compasión de él y le da cobijo. El niño oculta su verdadera identidad y se hace llamar Ozías Midwinter. Allan, que no sabe que es su primo, se hace amigo íntimo de él y en adelante vivirán como hermanos.

La historia se desarrolla sobre todo en 1851, cuando ya tienen más de 20 años los Armadale y es larga y complicada. Allan adora el mar, es constructor de yates y sólo piensa en viajar, sin preocuparse de administrar su fortuna.

Es curioso que el autor hace utilizar el género epistolar a todos los personajes, ya que todos los protagonistas escriben en abundancia para darse noticias unos a otros y no dudan de que el correo les llega al día siguiente. Miss Gwilt, la protagonista, lleva un diario en el que describe su vida pormenorizadamente. Es muy bella y todos los hombres se enamoran de ella, pero sólo quiere casarse con Allan, para heredar su gran fortuna. De todo lo que le va ocurriendo, sobre todo en su relación con los Armadale, pero también con una prestamista y con un viejo administrador flaco e ingenuo, que la adora y que es quien está al tanto de administrar la finca de Allan en el poblado de Thorpe Ambrose.

La historia se complica y a veces uno pierde el hilo, porque el autor va introduciendo personajes para hacer más verosímiles los intentos de Gwilt para acercarse a Allan y enamorarlo. Una vez que consiga casarse con él, lo eliminará para disponer de su fortuna. Pero Allan se ha enamorado de una adolescente de 16 años, que se convierte en rival de la protagonista. El final es dramático y no previsible, fruto del talento del autor, que ha amalgamado una novela romántica con una policíaca.

Hace falta disponer de tiempo y de buen humor para leer esta novela de 900 páginas escrita hace siglo y medio. ¿Por qué la tradujo y publicó esa editorial barcelonesa? Un guionista de series televisivas podría hacer una serie de bastantes meses…

Septiembre 2020

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