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LA LEYENDA NEGRA: HISTORIA DEL ODIO A ESPAÑA. EL RELATO HISPANÓFOBO EXTERNO E INTERNO

Alberto G. Ibáñez

Córdoba, Editorial Almuzara, 2018, 399 p.

El autor ha escrito con pasión este libro, mostrando cómo la famosa leyenda ha surgido en los tiempos más gloriosos de España, cuando en sus fronteras no se ponía el sol, pero ha sido asimilada por muchos españoles bobalicones que se la han creído y han contribuido a esparcirla. Ha consultado 183 autores – algunos con varias obras – en un despliegue de lectura que le ha tenido que llevar mucho tiempo y esfuerzo de interpretación.

La leyenda negra surge en Inglaterra y Francia, potencias que intentaban contrarrestar el poderío del imperio español y lo hacen conscientes de que algunos autores dicen flagrantes mentiras. Por ejemplo, que la batalla de Trafalgar la ganó una escuadra inglesa muy inferior en número a la española, cuando fue exactamente al revés, y no mencionan la tormenta que les favoreció. En Cartagena de Indias la escuadra de sir Edward Vernon, siete veces superior en número a la española, fue estrepitosamente derrotada, y así otros piratas ingleses en Cádiz, Coruña y Santa Cruz de Tenerife.

La leyenda negra fue también aceptada por la cultura dominante norteamericana, como lo muestra el discurso que cita el autor del expresidente Obama sobre la crueldad de los españoles frente al indígena y su exterminio, cuando fueron los conquistadores norteamericanos los que eliminaron o redujeron a los indígenas a un territorio vigilado, a una reserva.

El prologuista de este libro, Manuel Pimentel Siles, resume muy bien su importancia:

“El libro La Leyenda Negra, historia del odio hacia España, de Alberto G. Ibáñez, es tan necesario como oportuno. Necesario porque ilumina las tinieblas del desconocimiento y del desprecio hacia la historia propia. Oportuno por el momento en el que ve la luz, cuando el ataque feroz a la idea de España perpetrada sediciosamente por algunos partidos

independentistas ha originado la mayor crisis del Estado desde la reinstauración de la democracia. Los que deseamos una España en la que todos quepamos, debemos rearmarnos intelectualmente y construir un sólido discurso para defender una unidad que a todos nos beneficia. Y como cualquier buen discurso que se precie, debe cimentarse sobre un suelo sólido. Y para ello, lo primero, el conocer y denunciar cómo es posible que nuestra historia sea desconocida y despreciada de manera injusta y falaz, víctima de una leyenda negra creada hace ya siglos para destruir el prestigio español y que aún colea en nuestros días, tanto fuera como dentro de nuestras fronteras.”

Es imposible resumir todos los aspectos históricos, geográficos y políticos que despliega un libro tan ilustrado. Según el autor del prólogo “el autor no se queda en el mero análisis de las fuentes historiográficas, sino que analiza esta compleja cuestión asimismo desde la óptica de la ciencia política, la psicología social y las técnicas del marketing público; es decir que aplica una metodología interdisciplinar.”

Una de las originalidades de este estudio consiste en mostrar cómo la leyenda negra ha sido aceptada por muchos españoles, a quienes califica de “hispanobobos”. Y analiza el daño que han hecho y hacen a la unidad española movimientos independentistas como los catalanistas y vascos, que son relativamente recientes, sobre todo el vasco, alentado en su violencia asesina en sus orígenes desde conventos de religiosos (cosa que me ha llamado mucho la atención).

El autor hace una lista de españoles que han contribuido mucho al avance de las ciencias, de la literatura y de la filosofía. Es un buen resumen de historia de España, que debería ser enseñado en la educación obligatoria: “Hemos tenido pensadores españoles influyentes (desde Séneca y San Isidoro de Sevilla a Francisco de Vitoria, Suárez, Ramón Lulio, Cervantes, Santa Teresa, Calderón, Gracián, Unamuno u Ortega y Gasset); científicos de renombre internacional (desde Diego de Siloé, Covarrubias a Jorge Juan y Santacilla); grandes inventores e innovadores (desde Turriano, Juan de Herrera, Ayanz o Torres Quevedo, Isaac Peral, Juan de la Cierva o el mismo Gaudí); médicos relevantes (desde Mercado, Servet a Ramón y Cajal o Severo Ochoa); fundadores/as de órdenes religiosas fundamentales (desde los dominicos con Domingo de Guzmán, los carmelitas descalzos con Santa Teresa de Jesús a los jesuitas con Ignacio de Loyola). Por no hablar de artistas plásticos y visuales excelentes (desde Berruguete, Goya, Velázquez, Murillo…, a Sorolla, Zurbarán, Picasso o Dalí); músicos y compositores (desde Tomás Luis de Victoria, Vicente Martín y Soler,

Tomás Bretón, José Ventura Casas —compositor de la sardana catalana, que nació en Jaén— a Hilarión Eslava, Manuel de Falla o Vives); o grandes diplomáticos (desde Juan de Zúñiga, Luis de Requesens, Cardenal Granvela, Juan de Austria y Alejandro Farnesio, al arzobispo Carranza, Lagasca o Juan Valera). O ¿qué decir del papel jugado por las mujeres en un país con fama de machista? Egeria fue la primera corresponsal de la historia en el siglo IV. Isabel I ha sido la gobernante más poderosa de todos los tiempos. Beatriz de Bobadilla («tan cruel como hermosa») ejerció de gobernadora de La Gomera y la esposa del Cid gobernó Valencia. Beatriz Galindo enseñaba latín a la reina, Lucía de Medrano enseñaba clásicos en Salamanca, Francisca de Lebrija desempeñaba la cátedra de retórica en la Universidad de Alcalá, mientras una monja como sor Juan Inés de la Cruz ejercía de literata y otra llamada Teresa, hija de judíos conversos y futura doctora de la Iglesia, fundaba diecisiete conventos de monjas y dos de hombres. Sin olvidar a Clara del Rey y Manuela Malasaña (en Madrid) y Agustina de Aragón y Ada de Araceli (en Zaragoza) que fueron heroínas de la guerra de la Independencia.” (p. 363).

Y combate fuertemente los movimientos desintegradores nacionalistas, que han cobrado fuerza en los últimos gobiernos, sobre todo en el actual:

“El nacionalismo es un movimiento que surge a finales del siglo XIX y que cobra su mayor auge a principios del XX. Busca la exaltación de la raza, de las emociones de las masas y de la diferencia, y se dirige directamente a la división, a la confrontación y por tanto al desastre. Este tipo de nacionalismo es de carácter expansivo, busca invadir otros países o regiones (e.g., los Països Catalans o la gran Euskadi que abarcaría Navarra, Rioja y la parte francesa) y desintegrador: pretende romper y dividir Estados preexistentes y consolidados. Ha producido resultados por todos conocidos, entre otros: la Segunda Guerra Mundial y la guerra de los Balcanes.” (p. 382)

El estilo del autor es agradable y claro, con frecuentes expresiones irónicas y humorísticas, que lo convierten en una especie de conferencia hablada. Ojalá lo lean muchos y así no se dejan llevar por prejuicios superficiales injustos.

Diciembre 2020.

 

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