LAS HIJAS DE LA CRIADA
Sonsoles Ónega
Barcelona, Editorial Planeta, 2023, 522 p.
“La novela ganadora del Premio Planeta 2023 nos sumerge, con la cadencia de las historias narradas junto al fuego, en un apasionante relato en un remoto pazo de Galicia.
Hay secretos de familia que merecen ser contados. Esta es la historia de uno de ellos.
Una noche de febrero de 1900, recién estrenado el siglo XX, en el pazo de Espíritu Santo llegan al mundo dos niñas, Clara y Catalina, cuyos destinos ya estaban escritos. Sin embargo, una venganza inesperada sacudirá para siempre sus vidas y las de todos los Valdés. Doña Inés, matriarca de la saga y fiel esposa de don Gustavo, deberá sobrevivir al desamor, al dolor del abandono y a las luchas de poder hasta convertir a su verdadera hija en heredera de todo un imperio, en una época en la que a las mujeres no se les permitía ser dueñas de sus vidas.
Las hijas de la criada es una historia mágica y realista al mismo tiempo, en una Galicia extraordinaria, sobre hombres y mujeres que se rebelan contra su propio destino en busca de la verdad.” (https://www.planetadelibros.com/libro-las-hijas-de-la-criada/385337)
La autora presenta la historia de la familia Valdés en cuatro tiempos: 1900, 1915, 1940 y 1962, con un apéndice en octubre de 1985. En Cuba vivían don Gustavo Valdés y su joven esposa Inés. Pero, recién terminada la guerra de independencia, se trasladan a un pazo familiar en Punta do Bico, provincia de Pontevedra, de donde son originarios. Ella da a luz una niña al mismo tiempo que su criada Renata. El padre de ambas creaturas es don Gustavo, que se había encaprichado de la criada, casada con Domingo, borracho empedernido que no le hace caso.
Aquí viene lo original de la novela: Renata intercambia las recién nacidas, para que su hija viva en una familia bien. Le pondrán de nombre Catalina y ella se queda con Clara, de ojos azules, que se asemeja a su verdadera madre Inés. Nadie sabe del intercambio. Cuando van creciendo las niñas no pueden ser más desiguales.
Catalina está siempre de mal humor, insulta a su hermano Jaime, un año mayor que ella, no obedece a nadie. Clara es tranquila, risueña, se hace querer de todo el mundo.
Don Gustavo va transformando el pazo para que produzca madera y le va bien en el negocio. Los troncos del aserradero se convierten en los más solicitados. Pero Gustavo decide que regresen a Cuba cuando muere su hermano Juan, que se había hecho cargo del ingenio azucarero propiedad de la familia Valdés. Inés se resiste todo lo que puede a partir, pero debe acompañarle.
Es interesante el episodio de la santera Antonina Vargas que le lee las manos a la señora Inés, que tiene malos presentimientos sobre su vida futura. Esta recurrencia a meigas, santos y sueños con muertos ocurren con cierta frecuencia en la novela.
Al cabo de dos años Gustavo vende el negocio azucarero y se mudan a La Habana, pero Inés quiere regresar a España. “Tenía la amarga sensación de que desde que salió del ingenio de sus padres para casarse con Gustavo Valdés había corrido contra el tiempo, contra sí misma y contra su felicidad.” (p. 135) Catalina va creciendo contra todos; la expulsan del colegio por tirar por la ventana los juguetes de sus compañeras. Se siente extraña a todo y a todos.
Pasan varios años y nace Leopoldo, el hijo menor. Inés regresa a España con los tres hijos y Gustavo se queda en La Habana. Ahora sí, Inés se convierte en una mujer de gran empuje y organización, que funda y dirige una gran compañía enlatadora de sardinas, percebes, mariscos y todos los peces cercanos a la costa. Todos la admiran por su talento y también por su generosidad. Tiene preferencias por Clara, a la que asigna misiones en la empresa que la joven sabe desempeñar. Clara también ve en ella a la madre que no tuvo (Renata muere perdida la cabeza), todo lo cual despierta en Catalina una envidia que no sabe controlar. Clara aprendió a leer y escribir y a sacar cuentas y eso la pone en ventaja frente a otros trabajadores del aserradero y recibe encomiendas cada vez más importantes aun siendo tan joven.
Van apareciendo otros personajes interesantes: el cura don Castor, el médico Cubedo, el capataz Fermín, la criada Isabela, que muere en 1917 por la famosa epidemia. Los hijos van creciendo: Jaime va a Madrid a estudiar, Catalina no quiere tener a nadie cerca; Leopoldo es un adolescente tranquilo y buen estudiante. La escena más terrible de toda la novela ocurre cuando Celso, primer amor de Clara, muere en un naufragio cuando su barco choca y se parte contra las rocas de la orilla; él le había prometido casarse con ella a su regreso. Este suceso dejará a Clara herida para toda su vida.
Inés piensa en Clara más que en nadie, sin saber que es su hija. Le prepara matrimonio con Jaime, pensando subirle de estatus y convertirla en una Valdés. Gustavo no se atreve en sus cartas a oponerse, a pesar de que sabe que será un incesto. Clara lo acepta para tratar de olvidarse de Celso, queda embarazada, pero la criatura muere en su vientre poco antes de nacer; era una niña.
No voy a seguir contando la historia porque sería muy larga esta reseña. Voy a fijarme más bien en los méritos que he encontrado en ella. En primer lugar, la verosimilitud: no parece que está inventando, sino narrando algo vivido personalmente. En segundo lugar, el estilo tan cercano a cualquiera, especialmente en los diálogos. En tercer lugar, la descripción de los personajes, unos odiosos, otros cercanos y amorosos, pero todos verosímiles, que se los puede encontrar el lector en su vida o ya se los ha encontrado. En cuarto lugar, la ubicación de la trama en la historia real: la independencia de Cuba, la primera guerra mundial o gran guerra, la gripe española, la carestía de alimentos en la España de los años 40, etc. En quinto lugar, los entrecruzamientos afectivos, los amores otoñales, la chismología de las mujeres…
Aparecen de vez en cuando en los diálogos frases en gallego, y es que la autora aprendió portugués en su formación y quiere mucho a Galicia. Recomiendo la novela.