OFICINA N° 1
Miguel Otero Silva
Barcelona, Seix Barral, 4ª ed. 1979 (1ª 1975), 233 p.
La contraportada de este libro ofrece un buen resumen y un ponderado juicio:
“El “milagro” del petróleo convertirá en comunidad organizada y moderna, a lo largo de las décadas de los treinta y cuarenta, el pequeño poblado de la sabana, al que un día llegan casualmente dos mujeres, huyendo de la miseria y las ruinas que fueron el escenario de la anterior novela de Miguel Otero Silva, Casas muertas. En la presente obra, el autor investiga, con su eficacísima llaneza, la reorganización que con la nueva industria experimenta Venezuela, tanto en las estructuras económicas del país, como en las sociales, políticas y culturales, así como en el armazón psíquico de los seres humanos. La multitud de personajes que pueblan la novela, desde los peones y mujeres de la vida hasta los técnicos norteamericanos, los trepadores y los jóvenes politizados, hacen de esta magnífica obra la gran “novela del petróleo” venezolano”.
Las dos mujeres que vienen huyendo de Ortiz (Casas muertas) son doña Carmelita y su hija Carmen Rosa, que llama la atención por su belleza y por lo tanto está expuesta a los deseos de todos los hombres que van llegando al poblado. Con el tiempo ellas fundarán un próspero comercio en donde se vende de todo: “La espuela de plata”, nombre que tenía su tienda en Ortiz. Les ayuda una india maciza, Eusebia, que sabe hacer de todo: cocinar, lavar, limpiar, despachar clientes, etc.
Francis J. Taylor, jefe de la compañía explotadora, tiene una especie de olfato para saber dónde se esconde un pozo de petróleo y a qué profundidad. Él y Charles Reynolds, experto en perforación, determinan el lugar donde se instalarán las torres de perforación. Y aciertan plenamente. Como dice en Wikipedia Librería Latina:
“Se inició la perforación de este pozo oficina n° 1 el 23 de febrero de 1933 y fue el primer pozo perforado en los llanos del este de Venezuela. Fue completado el 16 de julio de 1937 a una profundidad final de 6.184 pies. La
producción inicial fue de 1.327 barriles de petróleo por día. Produjo 729.489 barriles a flujo natural, después se puso en flujo artificial y produjo 375.432 barriles más. total: 1.104.921 barriles.”
Muerto el dictador Juan Vicente Gómez a finales de 1935, invaden la localidad toda clase de tipos, entre ellos los que quieren fundar un sindicato de los obreros para no ser explotados por la compañía petrolera. La idea va tomando cuerpo porque en el Zulia y en otros estados ya se fundaron sindicatos.
Llega al poblado un cura español de mediana edad, el P. Toledo, Pedro Francisco. Lo primero que quiere es construir una iglesia en dos meses, pero eso es fácil decirlo y difícil hacerlo. Es franquista y lo muestra cuando los rojos abandonan Madrid en marzo de 1939, lo cual da fin a la guerra civil española. Matías Carvajal, un maestro recién enviado al poblado, se enfrenta con rabia al entusiasmo de Toledo, porque él es socialista y siente en carne propia la derrota del socialismo español. Una escena muy bonita es cuando levanta a su hija Mireya por los codos a la altura de su rostro y le trata como princesa en presencia de la madre, que también es maestra y quiere a los dos con locura. (p. 138)
Van desfilando por la novela diversos personajes de lo más pintoresco, en particular la Cubana, dueña de un prostíbulo muy solicitado; el tuerto Montero, enamorado inútilmente de Carmen Rosa; Tony Roberts, ingeniero texano que se casa con Gracielita Alcalá; Matías Carnaval y su esposa Nelly, que fundan la escuela con muchos niños de toda especie y raza. Otero Silva pone en la trama el enamoramiento de Matías hacia Carmen Rosa Villena y la correspondencia de ésta, pero solamente afectiva, sin saber que esa fuerza interior la llevará a cometer un acto pasional que trastornará la vida de ambos, hasta que Matías, su mujer Nelly y su hija Mireya vuelen a Caracas para retomar su antigua vida, la que tenían antes de que vinieran desterrados a Oficina N° 1.
Otero Silva ha sabido darle a la novela un estilo como en construcción, que se corresponde perfectamente con la ciudad petrolera y el país mismo en construcción. Un ejemplo: “Allí estuvo antes la gallera del turco Montero, pero ahora era una explanada estallante de estridencias y tufos. La pelambre de un italiano o los bigotes de un libanés asomaban por entre las ollas y cacerolas en ringlera, o al trasluz de los chinchorros y las piezas colgantes de muselina, o al pie de las ristras de zapatos anudados por los cordones, o debajo de las botellas thermo pendientes del techo como lámparas […] Todos gritaban o gesticulaban con los brazos alzados al vender o comprar las cosas más disímiles: navajas de afeitar, pantaletas rosadas, peras y manzanas de California envueltas en papel de seda, gallos de pelea, neumáticos de automóvil, alfileres de oro, cigarrillos rubios de contrabando, ron de Jamaica”. (p. 227)
Octubre 2023