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LA PERVERSIÓN POPULISTA Y SUS SECUELAS

Casos emblemáticos latinoamericanos

Caracas, CELAUP – Universidad Metropolitana, 2018, 171 p.

José Ignacio Moreno León, ingeniero, ex Rector de la Universidad Metropolitana y ex ministro de Energía y Minas, nos ofrece en este trabajo una visión de lo que significa el populismo y de cómo ha influido en los gobiernos de varios países latinoamericanos. El populismo se ha apoyado  con frecuencia en el militarismo de derecha o de izquierda, ha significado autoritarismo impositivo y con frecuencia violento y ha estado fuertemente implicado en la corrupción. En conjunto se puede decir que los gobiernos populistas han sido antidemocráticos, ajenos al pueblo al que dicen servir y aprovechadores de los puestos de gobierno para esquilmar al país. Esto ha ocurrido en distintas épocas del siglo XX en Brasil, Perú, Argentina, Nicaragua, Ecuador y Bolivia, pero a todos ha sobrepasado el populismo en Venezuela, que ha destruido el país hasta términos inimaginables.

El populismo no tiene ideología, sino que la aparenta. Excita el resentimiento, promueve el enfrentamiento y promete lo que sabe que no puede obtener, que es un igualitarismo que se basa en el reparto. Hace dependientes a los que otorga beneficios para así mantenerse en el poder. No admite discusión de ideas ni acepta adversarios, que para el populismo son enemigos que hay que destruir o marginar. Los regímenes populistas han sido promovidos y presididos por caudillos carismáticos que desconocen o minimizan la función de las instituciones del Estado. Tratan de reformar la Constitución del país para perpetuarse en el poder, pero la incumplen cuando no les conviene.

El autor dedica buena parte de su libro a describir el caso patético del régimen chavista/madurista, fijándose en varios aspectos, de entre los cuales destacamos:

  1. El militarismo ha predominado en la historia de Venezuela: 49 años de gobiernos democráticos y 168 de gobiernos caudillistas militares, que han dejado un poso de pasividad y sometimiento en la cultura de la gente. De los actuales 32 ministros 11 son militares. El actual régimen ha fomentado el clientelismo con la creación de puestos de trabajo superfluos. Hay 2.000 generales mientras que en el ejército de Estados Unidos no llegan a mil. La administración pública pasó de 900.000 trabajadores en 1999 a 2.300.000 once años después.
  2. El fracaso económico. “Entre 2006 y 2014, a pesar de la bonanza petrolera, el gobierno quintuplicó la deuda externa del país. La profunda caída de la producción nacional como consecuencia de la guerra contra la industria privada del país ha forzado al gobierno a incurrir en masivas importaciones de bienes y servicios, que para 2015 llegaron a 50.000 millones de dólares. Esa reducción, producto de la contracción de los recursos petroleros, al no poderse sustituir por producción local, ha provocado en el país un notable desabastecimiento, especialmente en rubros alimenticios y en medicinas.”

“El gobierno expropió innumerables empresas, la mayoría de las cuales han fracasado bajo la ineficiente gestión del Estado. Lo mismo sucedió con más de 40 millones de hectáreas agrícolas y agropecuarias que se encontraban en plena producción y con la expropiación se convirtieron en tierras abandonadas o pésimamente administradas”.

  1. Las empresas básicas están prácticamente colapsadas. SIDOR producía 4,3 millones de Tm de acero y ahora ha bajado a 310.000 Tm. ALCASA redujo la producción de aluminio a una octava parte y VENALUM a una cuarta parte.
  2. La demanda de energía renovable va creciendo y la de energía no renovable va disminuyendo como consecuencia de la conciencia creciente sobre el cambio climático. En unos 20 años la demanda petrolera mundial bajará del 30 por ciento actual de la demanda global de energía al 18 por ciento. Esto significa que los precios petroleros bajarán mucho, cosa que debería de hacer pensar a los que dirigen el país para que se invirtiera en otras industrias no extractivas y agropecuarias y se fomentara la preparación de profesionales para llevarlas adelante. PDVSA producía 3,3 millones de barriles diarios en 2001, de los cuales 3 se vendían en el mercado internacional. Ahora produce 1,8 millones, de los cuales más de una tercera parte están comprometidos para pagar deudas con China, Rusia e Irán, además de los que se regalan a Cuba. La gasolina que se consume nacionalmente se importa de Estados Unidos, ya que han colapsado las plantas productoras por falta de mantenimiento.
  3. La crisis bancaria y la opción de la dolarización. La economía nacional está prácticamente dolarizada en muchos rubros: compra-venta de viviendas y de vehículos, tratamientos médicos, importaciones. “No puede obviarse que la manipulación caprichosa de las múltiples tasas de cambio que el gobierno ha establecido de forma irracional, no solamente ha contribuido a la inestabilidad económica y a la espiral inflacionaria, sino que además se ha convertido en la principal fuente de la monstruosa corrupción que se ha desatado y que no tiene parangón en la historia del país, como tampoco tiene parangón la dramática pérdida de valor que ha sufrido la moneda nacional, que en enero de 2000 se cotizaba a una tasa libre de 654,67 bs por dólar y para diciembre de 2017 el cambio libre la ubicaba en 100.000”. En abril de 2018 está en 800.000 y pronto sobrepasará el millón. La canasta básica familiar está en 75 millones mensuales y sigue subiendo, con lo que en muchísimas familias se come una sola vez al día. Como dice el periodista argentino Mariano Grondona, “el populismo ama tanto a los pobres que los multiplica”.
  4. La violencia y la huida del país. “La inseguridad y conflictividad social es otro indicador de los graves problemas que tiene el país, calificado en el segundo lugar entre los países con mayor violencia letal en el mundo, con 91,8 muertes violentas por cada cien mil habitantes, según cifras del Observatorio Venezolano de Violencia, que igualmente señala que la escasez de productos y servicios y el deterioro del sistema de justicia penal son causantes del agudo clima de conflictividad, delincuencia y criminalidad que se vive en el país.”

No es de extrañar por lo tanto la constante diáspora de venezolanos, buscando condiciones de sobrevivencia, especialmente de jóvenes bien formados que no pueden encontrar trabajo y contribuyen así a la pérdida de capital humano que ya no se recuperará. Se calcula en 4 millones el número de emigrados del país, primera vez que ocurre algo así en Venezuela, que siempre fue tierra de acogida de inmigrantes.

En suma, este libro de José Ignacio Moreno León vale la pena leerlo y conservarlo como una radiografía del país que estamos viviendo. Sin duda que vendrán tiempos mejores, pero costará mucho reconstruir un país destruido por el populismo. Se puede reaccionar ante su lectura de dos formas antagónicas: con resignación pesimista – esto va a seguir así quién sabe hasta cuándo – o con esperanza activa de cambio – viendo qué podemos hacer personal y colectivamente para detener la ruina e iniciar la reconstrucción. En el país “se requiere de líderes postmodernos cuya gestión debe sustentarse en valores éticos, humanistas y en la cultura de la paz. Genuinos líderes que entiendan que la verdadera función del líder no es imponer su voluntad sino promover acuerdos para el logro de objetivos de interés colectivo, mediante procesos transparentes y participativos.”

Abril 2018

 

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