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LA CIUDAD DE LAS BESTIAS

Isabel Allende

Barcelona, Areté, 2002, 298 p.

La escritora nos sorprende con una novela muy distinta de las que ha escrito hasta ahora. Es una novela de aventuras, impregnada de tanta imaginación que roza los límites de lo inverosímil ingenuo. Se lee con gusto, porque tanto los personajes como los escenarios son originales. La acción se desarrolla en la selva amazónica entre Brasil y Venezuela, en una zona virgen donde todavía no ha penetrado el hombre blanco portador de destrucción. La escritora presenta una imagen idílica de la tribu que habita el Ojo del Mundo, al pie de un tepuy sagrado, inaccesible hasta el momento. En el tepuy viven unos seres extraños, una especie de antropoides con rasgos de pereza gigante y que fungen de custodios del lugar sagrado. Han aprendido el idioma de los indios y constituyen su memoria histórica, ya que su lentísimo metabolismo les hace vivir muchos siglos. Esas bestias defienden a los indios frente al hombre blanco, atontándolo con una emanación putrefacta que los paraliza. La descripción del acceso hasta la cima del tepuy por laberintos internos se presta a una escena virtual como las que presentan las películas de moda.

Los indios tienen capacidades impresionantes, como la de hacerse invisibles con el poder de su mente y de comunicarse por sueños. La escritora mezcla fenómenos alucinatorios y parapsicológicos – también de moda – como patrimonio de la tribu. Los protagonistas de la novela son Alexander, un adolescente californiano, que viaja al lugar con su abuela Kate, un espécimen no identificado de escritora, científica y mujer estrafalaria, que muestra un cariño a golpes hacia su nieto, a quien termina por aceptar. En el Amazonas se juntan con Ludovic Leblanc, un antropólogo aún más estrafalario que la abuela, jefe de la expedición financiada por el International Geographic. Leblanc sólo se escucha a sí mismo, pero terminará por rendirse a una realidad muy distinta de la que él cree que existe, y reducirá su egocentrismo ridículo a límites tolerables. En la expedición figura César Santos, piloto y amigo de los indios, y su hija Nadia, una niña de 12 años, criada en la selva, que se hace gran amiga de Alex y que por su sensibilidad y conocimientos de las lenguas indígenas servirá de intermediaria. Entre los indios tiene un papel importante Walimai, el viejísimo chamán lleno de sabiduría de la vida y de la naturaleza, dotado de poderes mágicos extrasensoriales, protector de Alex y Nadia e introductor en la morada de los dioses y de las bestias.

Los nahab o blancos enemigos de los indios son el capitán Ariosto, el terrófago Mauro Carías y la doctora Omayra Torres, que planifican la expedición para acabar con los indios y apoderarse de sus tierras. La lucha entre los malos y los buenos termina con el triunfo total de estos, que quedan incólumes ante los múltiples peligros que les amenazan, mientras que los malos sufren un final previsiblemente desastroso.

Novela, pues, interesante, original en la trama, los personajes y los escenarios, sin grandes complicaciones psicológicas en sus personajes un tanto esquemáticos.

Diciembre 2002

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