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PEÓN DE REY

Pedro Jesús Fernández

México, Alfaguara, 1999, 461 p.

El monje dominico Raoult de Hinault recibe una encomienda del rey Luis de Francia – a través del canciller de Saint Denis en París, Hugo de Conques – de visitar la corte de Alfonso X en Toledo y ponerse al servicio del rey castellano. Es un acuerdo entre ambos monarcas y Raoult tendrá que ir descubriendo cuál es el verdadero objeto de la misión, bien distinta de lo que le habían comunicado en un principio. La encomienda le hará recorrer como peregrino el Camino de Santiago, partiendo de San Juan de la Peña, donde visita el Santo Grial, y de Jaca, donde el obispo Guillermo le entrega una carta para su homólogo de Santiago. El monje va cayendo en la cuenta de que su verdadera misión se encamina a esclarecer un crimen muy sonado, realizado aparentemente por un joven noble amigo del rey, y que será pronto ajusticiado. En realidad se trata de un pulso entre los nobles y el rey, en el que el joven asesino es simplemente una víctima de las intrigas cortesanas.

Variadas peripecias ocurren en el camino hacia Santiago. Raoult va acompañado por un aragonés y un italiano, y también de Velasco, un hombre grande y silencioso, una especie de guardaespaldas proporcionado discretamente por el obispo Guillermo en nombre del rey. El despliegue de conocimientos del autor de la novela sobre los templarios y sobre los monasterios románicos y góticos que los viajeros encuentran en la ruta, se expresa en las doctas exposiciones del monje francés. Resultan desde luego muy interesantes, pero hay momentos en que parecen excesivas y desvían de la trama. Los detalles simbólicos de las pinturas y esculturas, los juegos de luces, sombras y colores, las proporciones, la disposición de la planta, los números, todo se conjuga para introducir en un camino esotérico de significados, en el que sólo los iniciados alcanzan a comprender la riqueza y profundidad de las enseñanzas. Incorpora también el autor varias leyendas, una de ellas bien macabra, la de la doncella de Estella, que forma parte de un hilo argumental secundario: los amores de Luca, el acompañante italiano de Raoul, con dos hermanas francesas que viajan en la comitiva, Arlette y Fabianne.

El desenlace del juicio en Santiago es previsible, aunque no en los términos en que ocurre. El monje queda liberado de su encomienda y accede a la privacidad temporal del monarca. El autor aprovecha el episodio para presentar un despliegue de conocimientos sobre los significados simbólicos del juego de ajedrez. Alfonso X aparece como un rey de mentalidad muy amplia, que trata de reunir la sabiduría de cristianos, judíos y musulmanes, y aspira a una monarquía europea de corte humanista, que anticipa en dos siglos el comienzo del Renacimiento.

La novela termina con su protagonista en Granada, donde el autor nos vuelve a sorprender por sus conocimientos sobre el significado de las figuras que adornan el Patio de los Leones de la Alhambra. A veces da la impresión de que la novela es una excusa para la presentación de los conocimientos eruditos de su autor, y que por eso la trama decae por momentos o se pierde en hilos secundarios.

Hechas estas observaciones, la novela se lee con interés y permite esperar que su autor, nuevo en estas lides, nos ofrezca pronto otro producto de su ingenio y erudición.

Noviembre 2002

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