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LOS CORREDORES

LA CONTINUIDAD CARECE DE INTERRUPCIONES

Ian Lukas Bard

Caracas, s.p.i., 2014, 398 p.

 

Corren dos veces al día, mañana y tarde. Están en plenitud de forma física, participan en maratones. Pertenecen a una joven compañía de compraventa de acciones y de asesoría financiera. Ganan mucho dinero, son hábiles en las transacciones. ¿Quiénes son ellos? Dos hombres jóvenes que dirigen la empresa, Zach y Chris, y unas cuantas mujeres que ocupan desde los puestos superiores – Doutzen Kent como asesora – hasta las que hacen la comida y limpian, como Juana y Luna. Hay gran camaradería en la empresa y a veces sexo imprevisto, porque Chris trae locas a las mujeres.

Este es el fondo de esta narración larga y con posibles rasgos autobiográficos. Cuando apenas comenzaba la veintena Chris estuvo enamorado de Vanessa, pero dejaron la relación hace diez años. Chris no logra desprenderse de ese sentimiento y de la pérdida, es una especie de obsesión volver a recuperarla, y se hace aconsejar de una psicoterapeuta, que le ayuda en momentos difíciles. Por fin se encuentran de forma inesperada y la relación se restablece. Vanessa cambió su nombre y ahora se llama Miranda.

El autor muestra un gran conocimiento de la psicología de la mujer, su detallismo, su coquetería, sus artes seductoras, su capacidad inagotable para los chismes, sus celos irreprimibles. El hombre es más directo y arriesgado en los negocios, menos intuitivo, más burdo en las relaciones amorosas. Su fin es ganar dinero, pero Zach y Chris, educados por los jesuitas, tienen buen corazón y establecen una fundación para ayudar a las esclavas modernas, las prostitutas, especialmente a la Rusa Bella, con la que Chris hace una gran amistad. Chris nació en Caracas, pero desde los 10 años vive en USA. Su recuerdo de Venezuela y su amor por su desdichada patria le hace establecer negocios arriesgados con la asesoría y la complicidad de Alvar Braz, que se maneja bien en la turbia Venezuela. Los juicios sobre Chávez y la situación del país son duros. Véase este ejemplo:

“No era héroe alguno. Hipnotizó a parte de su pueblo con ayuda de los cubanos mediante prebendas de todo tipo combinadas con un encanto personal que reflejaba un nivel de carisma superior. Lo malo ha sido que no fue auténtico. Es o fue de los malos y los malos no deberían ganar. No transitó el camino del orden, la libertad, la pluralidad. El trabajo honesto le fue ajeno al igual que la práctica democrática auténtica y el respeto a la independencia de acción de las instituciones basadas en la separación de los poderes públicos. Se alejó de lo que mantiene el equilibrio sano del Estado. Al hacerlo, había irrespetado la esencia de sus sueños originales y la de sus antiguas aspiraciones políticas. Hubo vendido su conciencia a los cubanos. No fue héroe alguno.”

En varias ocasiones se menciona en términos elogiosos la educación “que me dieron los jesuitas en Caracas”, como dice Zach. Por su parte él y Chris son impulsados por su bonhomía a hacer el bien a los demás, especialmente a los explotados, y arrepentirse del mal, que consiste, en el caso de Chris, en haber sido adicto a la droga en su juventud y luego al sexo con prostitutas, y en tenerle rencor a un estafador, Draco Talletti. No es una novela moralista, sin embargo; más bien tiende al psicoanálisis y a las consultas psicológicas, no sólo con profesionales, sino en términos de conversaciones ordinarias. Los párrafos en los que se analizan situaciones personales, a veces demasiado profusos, revelan un gran interés del autor por el mundo interior de los protagonistas. Ejemplo de ello es la conversación muy larga que mantienen Zach y Doutzen que ocupa 16 páginas (pp. 120-136). O también, la hermosa confesión de Miranda, que por cierto no es católica, con el P. Patrick (pp. 246 ss.). Página maestra es la discusión que mantiene Zach con Aleksei Kechinov sobre la prostitución, ya que el ruso es el dueño de Oxana, la Rusa Bella (p. 314 ss.), a quien consiente en liberar a cambio de grandes favores. Otra magnífica descripción es el mundo interno de los corredores de maratón (p. 107-8), qué sienten mientras corren, qué autoimagen persiguen. Recuerda el famoso escrito de Haruki Murakami “De qué hablo cuando hablo de correr”.

La relación entre Chris y Miranda pasa por una fuerte crisis, debida más que nada a una exagerada reacción de Miranda que se enreda en sentimientos confusos, pero luego se estabiliza y ambos están felices, sólo que Miranda le exige no vivir en Miami sino en California, lo cual significa que Chris debe abandonar la empresa. Miranda se desmaya en un trote, esta vez en París, y bota sangre, y es que está embarazada. Ella y Chris sienten que han alcanzado el cielo, pero Miranda no quiere vivir en Miami. Chris acepta, contento de sacrificarse por su amor.  El final es acertadamente tenso, con esos tragos que desinhiben a Zach y sus ansias de vengarse de Draco Talletti. Está a punto de ocurrir lo peor, pero no sucede, ¡qué alivio!

La novela es un retrato perfecto de lo que es el mundo sofisticado de la gente de dinero joven y a la moda, sifrina, como se decía hasta hace poco. Consumismo desatado, tragos fuertes, jogging, spa, yoga, psicoanálisis, hoteles y restaurants de primera, comidas y vinos exquisitos, ropa cara, uso máximo de las tecnologías disponibles, y todo sin olvidar “la educación que nos dieron los jesuitas”, en una mezcla atrayente y repulsiva a la vez. La religión y los actos religiosos son un ingrediente más, la devoción a St. Jude, las supuestas apariciones del cura difunto, las reflexiones teológicas populares y acertadas, como las del cubano Alexis.

Algo que desdice de novela tan bien escrita son las faltas de ortografía, sobre todo la sustitución de la zeta o de la ce por la ese, muy propio de la cultura criolla. No son tan frecuentes, pero chocan a la vista.

 

Mayo 2014

 

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