A LA SOMBRA DE UN DESTINO
Luis Gómez-Acebo, duque de Badajoz
Barcelona, Tusquets Editores, 1987, 308 p.
La historia no se puede cambiar: fue como fue, nos guste o no. Y lo que describe el autor sobre la compleja historia de Alonso de Borja y Martí, nacido el 31 de diciembre de 1378 en Játiva, reino de Aragón, presenta un mundo eclesial y político lleno de ambiciones, desacuerdos, traiciones, engaños, etc. que no está muy de acuerdo con lo que uno desearía para la política y menos para la Iglesia.
Fundador de la dinastía Borgia, que dio dos papas, los únicos pontífices españoles, él fue el primero de ellos. Los Borja proceden originariamente de la ciudad de Borja en Aragón, no lejos del Moncayo. Fue el único varón y tuvo cuatro hermanas. El dominico fray Vicente Ferrer lo conoció de niño y le pronosticó un destino extraordinario que fue cumpliéndose poco a poco (de ahí el título del relato). Hombre inteligente y estudioso, fue doctor tanto en derecho civil como canónico y por ello requerido como consejero por todas las autoridades políticas y eclesiásticas a las que sirvió muy bien. Tuvo tacto y sentido común, supo decir las verdades tanto a propios como adversarios. Los papas Eugenio IV y Nicolás V lo estimaron mucho y escucharon sus consejos, aunque no los cumplieron con frecuencia, especialmente en la necesidad de defender Constantinopla de la amenaza turca, que terminó por conquistar la ciudad en 1453 y acabar así con el imperio romano de oriente.
Especialmente el rey Alfonso V de Aragón le hizo consejero permanente y le hizo viajar a muchos encuentros dentro y fuera de su reino, que comprendía Nápoles y Sicilia. No siempre se entendió con él, dadas las ambiciones desmedidas del monarca aragonés. Borja vivió el cisma de Avignon y luego el de Basilea con mucho dolor y trabajó por acercar a los papas, especialmente al testarudo Benedicto XIII, del que no logró la renuncia.
A la muerte del papa Nicolás, Alonso de Borja fue elegido pontífice el 9 de abril de 1455 y adoptó el nombre de Calixto III. Hizo cardenales a dos sobrinos, uno de los cuales, Rodrigo, fue papa con el nombre de Alejandro VI. Calixto reinó sólo tres años, pues ya tenía 77 en su elección y una salud quebrantada. Se propuso como firme propósito rescatar Constantinopla de las manos del turco, pero no lo logró. Sí lo derrotó en una batalla naval y rescató Belgrado del asedio a que estaba sometido. Alonso de Borja fue un hombre pacífico y de buen carácter, nada dado a acumular riquezas y honores. El boato de las cortes, los ropajes llamativos, llenos de joyas, los festejos de varios días… todo queda descrito por el autor con detalle. Por eso Alonso era consciente de que la Iglesia necesitaba reformas, sobre todo en el alto clero y los obispos, que eran nombrados frecuentemente con intenciones políticas o por nepotismo.
Llama la atención lo bien informado que está el autor sobre la historia medieval y sobre los altos dignatarios de entonces, sobre sus títulos y su exigencia de reconocimiento. Se apropia sin embargo del espíritu religioso en expresiones piadosas puestas en boca de algunos religiosos, como hombre de fe que parece ser.
Febrero 2018