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LA INVENCIÓN DE LA NATURALEZA. EL NUEVO MUNDO DE ALEXANDER VON HUMBOLDT

Andrea Wulf

Barcelona, Penguin Random House Grupo Editorial, 2017, 578 p.

 

La biografía de Humboldt escrita por esta profesora de arte y diseñadora, es magnífica e imponente. Imponente por la investigación que está detrás del extenso escrito (103 páginas de notas y 29 páginas de fuentes y bibliografía). Magnífica por la facilidad con que penetra en la personalidad de Humboldt y por la presentación de sus contactos con grandes personajes de su época como Goethe, Schiller, George Foster, Aimé Bonpland, Thomas Jefferson, Gay-Lussac, etc. en los que influyó y por los que fue influido.

Alexander von Humboldt no tuvo una infancia feliz. Murió muy pronto su padre, cuando él tenía 9 años, y su madre fue una mujer seca y exigente, tanto con él como con su hermano Wilhelm, dos años mayor. Alexander creció como un joven inquieto, volcado a la naturaleza, coleccionista de plantas y minerales, muy nervioso y solitario, que sólo en las cartas volcaba sus sentimientos. Fue inspector de minas con sólo 22 años y se internaba por las galerías para descubrir vetas nuevas y minerales no clasificados. Inventó una lámpara minera e hizo experimentos de electricidad y galvanismo.

Su amistad con Goethe es sorprendente. Contagió al gran poeta su entusiasmo por la naturaleza y Goethe plasmó en su poesía su admiración por el cosmos. El personaje de su drama más famoso, Fausto, está inspirado en la figura de Humboldt, como reconocen los estudiosos.

Cuando murió su madre, los dos hermanos se sintieron libres. Estaban fuera y no asistieron a su entierro. Alexander ya podía cumplir sus deseos de viajar por Europa, pero las guerras napoleónicas obstaculizaron sus deseos. Decidió ir a España y allí Carlos IV le concedió el raro privilegio de visitar sin trabas las colonias americanas. Era el mes de junio de 1799 y al pasar por las Canarias Humboldt y su compañero y amigo Bonpland subieron al Teide y examinaron la flora. En julio llegaron a Cumaná, capital de la Nueva Andalucía. Comenzaba su primera gran aventura. “Era el comienzo de una nueva vida, un período de cinco años en el que Humboldt pasaría de ser un joven curioso y con talento a convertirse en el científico más extraordinario de su tiempo. Era allí donde Humboldt vería la naturaleza con la cabeza y con el corazón”. (p. 75)

Viajaron al lago Valencia y escucharon las quejas de los campesinos sobre cómo el lago se iba secando. Humboldt advirtió que la tala de bosques y el riego descuidado ayudaban a la erosión. Observaciones similares había hecho en Europa y haría después en sus numerosos viajes. En sus cartas, al describir el fenómeno y alertar contra la sobreexplotación, se convirtió en el padre de la ecología: los seres humanos no deben alterar el mundo a voluntad y en su exclusivo beneficio.

Viajan Humboldt y Bonpland por los llanos de Venezuela hasta el río Apure y luego por el Orinoco hasta el río Negro y el brazo Casiquiare, que une las cuencas del Orinoco y el Amazonas. Penalidades sin cuento a través de la selva, picadas de insectos, amenazas de caimanes y anguilas eléctricas. En medio de la sorprendente novedad Humboldt está feliz, recolecta plantas, cautiva monos y papagayos, escribe cartas llenas de emoción, aunque probablemente pocas llegaron a su destino.

Pasa por Caracas a su regreso de la selva, camino de Cartagena; remonta el Magdalena, llega a Bogotá y hace gran amistad con José Celestino Mutis, el mejor botánico español de aquellos tiempos, que poseía la más nutrida biblioteca. Siguen Humboldt y Bonpland camino de Quito por el páramo del Quindío, a 3.600 metros, y llegan después de un duro viaje a Quito. Allá les invitan a fiestas y las doncellas quieren cautivar a Humboldt, pero él lo que quiere es subir a los volcanes. Sube al Pichincha tres veces y asciende bastante por las laderas del Cotopaxi y el Antisana, hasta batir del record de altura subida hasta entonces. Sus amistades exclusivamente masculinas inducen a muchos a pensar que era homosexual, pero no hay pruebas demostrativas y eso a pesar de las expresiones amorosas que utilizaba en las cartas dirigidas a sus amigos.

Humboldt subió en el Chimborazo a la máxima altura que nadie había alcanzado: 5.917 metros y pintó un cuadro con todas las especies vegetales según la altura en que las encontró. Lo llamó Naturgemälde, cuadro o pintura de la naturaleza, y las comparó con las que él conocía de Europa, expresando así la unidad o integridad de toda la naturaleza. La naturaleza es una unidad viva, una sola vida derramada sobre las piedras, las plantas, los animales y los seres humanos.

Admiraba los logros de las civilizaciones antiguas. “Transcribió manuscritos, dibujó monumentos incas y recopiló vocabularios. Las lenguas indígenas, decía, eran tan sofisticadas que no había un solo libro europeo que no pudiera transcribirse en cualquiera de ellas. Tenían palabras incluso para conceptos tan abstractos como futuro, eternidad, existencia”. (p. 124)

Después de cinco años por el continente americano, visita a Cuba incluida, Humboldt y Bonpland regresan a París en 1804. Han visitado también México, con gran admiración por las culturas indígenas. Humboldt se queda en la capital francesa, donde se siente mejor que en ninguna otra parte. Da conferencias, hablando a toda velocidad (ya domina el francés y el español, luego será el inglés). Todos admiran su conocimiento de las ciencias y ven en él una sabiduría fuera de serie. Ha traído 2.000 especies botánicas nuevas, rocas del Chimborazo, que despiertan la admiración que despertaron las rocas de la Luna en el siglo XX. En París conoce a Simón Bolívar, con quien se vuelve a encontrar en Roma al año siguiente, en junio de 1805 y admira sus sueños independentistas.

Va por fin a Berlín y el monarca Guillermo Federico III le hace chambelán y le otorga una pensión. Allí escribe y publica Cuadernos de la Naturaleza, libro lleno de poesía y de datos científicos, que despertó la admiración de grandes escritores como Chateaubriand, Ralph Waldo Emerson y Julio Verne. En él se adelanta a Darwin en predecir el origen de las especies. El rey Federico lo envía a París para negociar con Napoleón los tributos impuestos por la derrota de Prusia frente al francés, pero no tiene éxito. Decide quedarse en París, su ciudad preferida.

En enero de 1810 publica Vistas de la cordillera y monumentos de los pueblos indígenas de América, con 69 maravillosas láminas del Chimborazo, otros volcanes, manuscritos aztecas y calendarios mexicanos. La naturaleza y el arte están estrechamente unidos en mi trabajo, explicó Humboldt en una nota.

Luego publicó Viaje a las regiones equinocciales del Nuevo Continente en varios volúmenes y mil ilustraciones, obra que despertó la envidia de Napoleón, que estaba muy orgulloso de su obra Description de l’Egypte, escrito con ayuda de 200 científicos. Las entrevistas con el monarca francés no fueron agradables; más bien fue considerado como un espía prusiano, al que vigilaban y abrían las cartas.

Cuando triunfan los aliados y desfilan por París, Humboldt tiene sentimientos ambiguos, porque teme el regreso de la monarquía autoritaria. Se queda en París y publica en cuatro volúmenes entre 1808 y 1811 Ensayo político sobre el Reino de la Nueva España, alentando los movimientos revolucionarios de las colonias españolas.

Desde su vuelta de la América española uno de los proyectos de Humboldt había sido recolectar y comparar datos sobre estratos rocosos en todo el planeta, y así ir descubriendo la evolución de la Tierra. Después de casi veinte años había publicado sus conclusiones en su Ensayo geognóstico sobre el yacimiento de las rocas. Pero había agotado sus recursos y su mecenas el rey de Prusia le conminó a abandonar París.

Se trasladó a disgusto a la corte del rey, y muy pronto se hizo famoso por sus conferencias, que atraían cientos de personas, la mitad de ellas mujeres, algo insólito en aquel tiempo. “Con su voz dulce, Humboldt llevaba a su público a un viaje a través de los cielos y la profundidad de los mares, a través de la tierra a la cima de las más altas montañas, y luego hasta una pizca de musgo sobre una roca. Hablaba de poesía y astronomía, pero también de geología y pintura paisajística. En sus lecciones entraban la meteorología, la historia de la Tierra, los volcanes y la distribución de las plantas. Deambulaba de los fósiles a la aurora boreal, del magnetismo a la flora, la fauna y las migraciones de la raza humana. Las charlas eran el retrato de un vivo caleidoscopio de correlaciones que abarcaba todo el universo”. (p. 245)

El zar Nicolás I le financió un viaje a Rusia y Siberia, del que quería sacar provechos comerciales. Humboldt aceptó y viajó desde San Petersburgo por Moscú, Ekaterimburgo y Tobolsk hasta las estribaciones de la cordillera del Altai en la confluencia de Rusia, China y Mongolia. Predijo el hallazgo de gemas preciosas y acertó. Humboldt iba a cumplir 60 años y nada le cansaba. Llegó en su regreso hasta el mar Caspio y navegó por el Volga. Las conclusiones de su expedición a Rusia las publicó en dos libros en francés: Fragments de géologie et de climatologie asiatiques (1831) y Asie centrale, recherches sur les chaînes de montagnes et la climatologie comparée (1843). «Humboldt llegó por fin a San Petersburgo el 13 de noviembre de 1829. Su capacidad de resistencia había sido asombrosa. Desde su salida de la ciudad el 20 de mayo, su grupo había recorrido 16.000 kilómetros en menos de seis meses, había pasado por 658 estaciones de postas y había utilizado 12.244 caballos». (p. 267)

Charles Darwin fue el mejor heredero de Humboldt. Cuarenta años más joven que el alemán, tuvo por él una admiración enorme. Se embarcó en el Beagle para dar la vuelta al mundo en cinco años entre el 27 de diciembre de 1831 y el 2 de octubre de 1836. Iba como naturalista y fue recogiendo toda clase de especímenes en Sudamérica, Galápagos, Australia y Nueva Zelanda, como había hecho Humboldt en sus viajes. Publicó Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo, libro que le hizo famoso. Envió un ejemplar a Humboldt, que lo alabó mucho.

A los 65 años Humboldt comenzó el que sería su libro más influyente: Cosmos, o ensayo de una descripción física del mundo. El primer volumen salió en 1845 y fue traducido enseguida a diez idiomas. Humboldt había recibido tantas muestras de admiración, que cuando entraba en un lugar todos se volvían hacia él, se callaban y esperaban que él hablase. Podía ser grosero y desatento, y también soberbio, pero también reconocía que le quedaba mucho por aprender.

El Cosmos de Humboldt inspiró a dos generaciones de científicos, artistas, escritores y poetas estadounidenses y, sobre todo, fue responsable de la maduración de uno de los escritores sobre la naturaleza más influyente de Estados Unidos: Henry David Thoreau.

Alexander von Humboldt llegó casi a los 90 años de vida. A los 87 tuvo un primer ictus, pero se recuperó. Luego le vino el segundo después de cumplir 89 y tuvo que permanecer en cama para disgusto suyo varias semanas. Falleció el 6 de mayo de 1859. Varios condados y ciudades de USA llevan su nombre, así como la corriente fría del Pacífico que llega a Chile y luego se desplaza hacia el norte. En Venezuela el pico Humboldt (4.942 m.) recuerda su nombre. Fue el hombre más conocido y admirado en todo el mundo en el siglo XIX.

La conmoción por su muerte se sintió en todo el mundo, desde las capitales europeas hasta Estados Unidos, desde Ciudad de Panamá y Lima hasta pueblos en Sudáfrica. A la mañana siguiente de su muerte, en Berlín, decenas de miles de personas siguieron la procesión del funeral de Estado desde el apartamento de Humboldt por Unter den Linden hasta la catedral. Las banderas negras ondeaban al viento y las calles estaban llenas de gente. Fue el funeral más solemne de un ciudadano particular que habían visto los habitantes de Berlín.

La influencia de Humboldt fue muy notable en científicos y artistas como Charles Darwin, George Perkins Marsh (que escribió Man and Nature, inspirado en Humboldt), Ernst Haeckel y John Muir, que defendió con toda su alma la preservación de la naturaleza en su estado original.

“Uno de los logros más importantes del científico alemán fue hacer la ciencia accesible y popular. Todos aprendían de él: granjeros y artesanos, estudiantes y profesores, artistas y músicos, científicos y políticos. No había un solo libro de texto o atlas para niños en el mundo occidental que no debiera su forma a las ideas de Humboldt… Su concepto de la naturaleza ha pasado a nuestra conciencia como por ósmosis… En un mundo en el que tendemos a trazar una línea muy definida entre las ciencias y las artes, entre lo subjetivo y lo objetivo, el análisis de Humboldt de que sólo podemos comprender la naturaleza de verdad si utilizamos nuestra imaginación hace de él un visionario… Ahora que los científicos están tratando de comprender y predecir las consecuencias globales del cambio climático, el enfoque interdisciplinario de Humboldt a la hora de estudiar la ciencia y la naturaleza es más relevante que nunca.” (pp. 409-410)

 

Febrero 2018

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