26 CRÍMENES Y UNA CRÓNICA. Quién mató a la resistencia en Venezuela
Carleth Morales Senges
Caracas, Editorial Dahbar 2018, 299 p.
Durante las protestas masivas en todo el país de abril a julio de 2017 contra el régimen de Nicolás Maduro hubo numerosas víctimas – 124 según el Ministerio Público, 158 según cifras extraoficiales – asesinadas por las fuerzas represivas. Carleth Morales recoge en este libro las historias de 26 de esas víctimas después de hablar con sus familiares y conocer los detalles de sus últimas horas. Quiere contribuir así a que se restaure la democracia en Venezuela y a devolver al sentir venezolano lo que siempre lo caracterizó y este gobierno destrozó: la capacidad de convivencia, el diálogo para resolver conflictos, la solidaridad, la ayuda a los más débiles, el trabajo productivo, el respeto a la propiedad. El libro presenta al final 32 fotografías de los sucesos de esos meses, en los que se aprecia la magnitud de las protestas, la crueldad de la represión y la decisión unánime de la población de no tolerar más la tiranía.
La portada del libro, cuyo autor es Jaime Cruz – una gran bandera de Venezuela vista desde los pies de los que la portan en una manifestación – expresa muy bien la situación del país hundido hasta los pies. Y ese hundimiento es lo que salieron a combatir Jairo Johan Ortiz Bustamante, Carlos José Moreno Barón, Armando Carrizales Carrillo, que tenían entre 17 y 19 años de edad, y otros 23 jóvenes – alguno menor de edad – y adultos jóvenes que dieron su vida por Venezuela. Todos iban sin armas, gritaban consignas, querían un cambio. Criminales de los colectivos en moto, de la Guardia Nacional Bolivariana o de la Policía Nacional les dispararon a quemarropa. Paúl René Moreno murió atropellado por una camioneta Toyota Hilux que atropelló a los manifestantes en Maracaibo y se dio a la fuga.
“Las perspectivas de una persona joven en Venezuela son cero, y de las personas mayores es morir de mengua”, decía a su hijo la madre de un joven de 31 años de ascendencia portuguesa asesinado en San Antonio de los Altos. Ella quería que emigrara a Portugal, donde ya el joven había pasado algún tiempo.
Una de las constantes en todos los sucesos mortales es la impunidad posterior. Están identificados los asesinos, pero las autoridades judiciales dan largas y largas y no emiten juicio condenatorio. Eso es lo que duele más a las madres y a los parientes de los difuntos. Sienten que no hay castigo por tantos crímenes, que el chavismo arropa a los culpables.
Otra forma de reírse de la justicia es cambiar las actas de defunción: una bala sin salida en la cabeza en la primera versión, y luego aparece en el acta como causa de la muerte un paro respiratorio. Atribuir las muertes a supuestos grupos violentos dentro de la oposición es algo que nadie cree pero que difunden los medios oficiales.
La autora se despide al final del libro con una nota conmovedora:
“Los 176 días y 83 madrugadas que dediqué a este trabajo lo hice desde la más profunda responsabilidad como periodista, como venezolana y como madre, de dejar por escrito una recopilación de hechos, qe aislados dicen mucho, pero que concatenados dicen más, sobre la violación de los Derechos Humanos en Venezuela durante las protestas de 2017 (…) Los testimonios aquí registrados hablan del horror vivido en este nefasto capítulo de nuestra historia, que no podemos permitirnos olvidar (…) No hay poder que supere la fuerza de un pueblo que resiste en la búsqueda de su libertad. Yo también soy resistencia”.
- Javier Duplá sj.
4 febrero 2019