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QB VII

León Uris

Barcelona, Editorial Bruguera, 1970, 477 p.

“El título de esta obra es una abreviatura de Queens´Bench Court VII (Sala num. 7 del Queens´Bench, tribunal londinense que constituye el escenario de acontecimientos clave en la trama del libro” (Nota de los editores).

Adam Kelno fue un médico judío de origen polaco, que fue llevado prisionero al campo de concentración de Jadwiga y allí estuvo a las órdenes del jefe de las SS Adolph Voss, que le ordenó operar a prisioneros de ambos sexos para extirparles los testículos o los ovarios. Estos prisioneros habían sido sometidos a radiaciones de rayos X, que les provocaban cáncer en sus órganos sexuales. Tales prácticas eran parte de un propósito que buscaba la esterilización de la raza judía. Ahora vive en Israel, después de haber ejercido como médico en las selvas de Borneo.

Abraham Cady (Abe) es un escritor de gran éxito, especialmente con su novela El holocausto, que narra con detalles las atrocidades cometidas en los campos de concentración nazis. En ella escribe un párrafo en el que acusa al doctor Kelno de haber colaborado con los nazis:

“De todos los campos de concentración y exterminio, ninguno más infame que el de Jadwiga. Aquí fue donde el coronel médico de las SS Adolph Voss estableció un centro experimental con objeto de encontrar métodos de esterilización en masa, utilizando conejillos de Indias humanos; y donde el también médico de las SS coronel Otto Flensburg y su hermano llevaron con los prisioneros ensayos igualmente horrendos. En el famoso Barracón V existía una sala de cirugía dirigida por el doctor Kelno, quien realizó unas quince mil o más operaciones experimentales sin emplear anestesia” (p. 265).

Se celebra un juicio en la corte inglesa para establecer si lo que dice la novela contra Kelno fue real. Por el tribunal londinense pasan numerosos testigos, que fueron operados en Jadwiga. No todos reconocen o acusan a Kelno. Los detalles de sus terribles torturas estremecen por su realismo. Tom Bannister es el abogado más brillante del escritor demandado y realmente se convierte en acusador de Kelno, mostrando que sí obedeció a los nazis y realizó operaciones sin anestesia. Pero ¿podía actuar de otro modo si quería salvar su vida? “Esto era el campo de concentración de Jadwiga. Un rincón de infierno demencial donde había quedado desterrada

toda semblanza de comportamiento humano y normal. Y ahora ustedes, un jurado británico, deben decidir hasta dónde puede resistir el hombre normal en tales condiciones y cuál es el punto crítico de todos nosotros”. (p. 466)

Y sigue argumentando: “Estoy de acuerdo en que el campo de concentración de Jadwiga era espantoso, como nada lo fue jamás. Sin embargo, miembros del jurado, la crueldad del hombre hacia sus semejantes es tan antigua como el hombre mismo. Y el hecho de que uno se encuentre en Jadwiga o en otro lugar cualquiera en donde haya gente inhumana, no le da derecho a echar por la borda su moralidad, su religión, sus principios y toda la serie de cualidades que hacían de él un ejemplar decente de la especie humana.” (p. 468)

El último capítulo tiene un párrafo admonitorio de mucho peso:

“Después de lo que he oído en aquella sala del tribunal – dijo Abe –, después de saber lo que se puede lograr que una persona haga contra otra, y viendo cómo después del holocausto todo sigue marchando igual, pienso que estamos destruyendo nuestro mundo de tal forma que ya no seremos capaces de reconstruirlo, de salvarnos. Hemos infectado nuestro planeta, nos hemos destruido mutuamente, y destruimos las criaturas que viven en la Tierra. Lo juro por Dios: creo que ya no estamos a tiempo, ni nos queda espacio; creo que ya no estamos en el caso de “si” sucederá, sino de cuándo será. Y por nuestra manera de comportarnos”. (p. 475)

Esta novela fue escrita hace más de 50 años. La raza humana ha cambiado a peor. Mayor destrucción ecológica, cambio climático evidente, guerras en Palestina, Ucrania, atentados terroristas en el mundo islámico y en Occidente. El autor es pesimista: piensa que la raza humana es autodestructiva y es cuestión de tiempo ver cuándo estallarán las bombas nucleares que pueden acabar con varias Tierras en pocos segundos. ¿Qué podemos hacer? Rezar a Dios para que cambie los corazones y educar en la paz.

El tribunal absuelve al escritor – algo discutible –, pero lo terrible es la última frase: “Tel Aviv, 6 de junio de 1967 (AP). El Ministerio israelí de Defensa anunció que sus fuerzas habían tenido muy pocas bajas en el ataque que destruyó la aviación árabe. El más destacado entre los pilotos que murieron fue el sargento (capitán) Ben Cady, hijo del conocido escritor.” (p. 477)

Enero 2024

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