En Reseñas de libros
Califica esta reseña
Gracias

EL MÉDICO

Noah Gordon

Barcelona, Ediciones B, 21ª reimpresión, 2001 (1ª edición 1993), 618 p.

“La extraordinaria odisea de un joven médico en el siglo XI”, dice en letra pequeña en la portada. Esta novela de Gordon constituye la primera de una serie de relatos sobre una dinastía médica a lo largo de muchas generaciones (seguirán La doctora Cole  y Chamán). El médico inicia la saga con la historia de Robert J. Cole, nacido en un barrio pobre de Londres, de padre borracho y madre que muere cuando Rob tenía 7 años. El padre también muere poco después y los hijos se dispersan. Rob va con un titiritero y barbero ambulante que le inicia en su oficio y le deja su carromato y sus demás pertenencias cuando él se despide de este mundo. Rob es un joven de pocos años que posee un don especial para sentir la enfermedad mortal en las manos de los pacientes, pero sabe que sus conocimientos de medicina son casi nulos, así que se propone adquirirlos.

Aventurero nato, realiza un viaje larguísimo a Persia, haciéndose pasar por judío errante, atravesando países, lenguas, religiones y costumbres diversas, disfrazándose interior y exteriormente hasta conseguir su propósito de hacerse discípulo del más famoso médico de aquellos tiempos, que reside en Ispahán: Abu Ali at-Husain ibn Abdullah Ibn Sina. Las aventuras de su estancia en Persia nos transportan a una sociedad mucho más desarrollada que la paupérrima Inglaterra del siglo XI. En Persia el boato y el servilismo son moneda corriente en la corte, pero la medicina y las ciencias están mucho más adelantadas. Rob aprenderá todos los conocimientos médicos, pasará el examen para convertirse en hakim e incluso será capaz de superar la ciencia de su tiempo, gracias a su afán inquisitivo que no se detiene ante las prohibiciones religiosas. En el viaje conocerá a Mary Cullen y luego se la llevará a Ispahán como compañera de vida y apoyo en los momentos terribles que ambos tienen que soportar en aquella sociedad espléndida, pero cruel y violenta. La religión musulmana domina la vida de aquella sociedad, determina su ritmo, condiciona la aceptación fatalista de lo que ocurre. Sin embargo, se tolera la presencia de pequeños grupos judíos, entre los que Rob se refugia, y aun de cristianos armenios.

Después de su regreso, Rob y Mary se establecerán en Escocia, tendrán varios hijos más (los dos primeros nacieron en Persia) y creerán, andando el tiempo, “que lo ocurrido con anterioridad era un relato oído alrededor del fuego mientras soplaba el viento frío”. Rob es un hombre bien dotado para los idiomas: aprenderá parsi, hebreo (la Lengua), algo de latín, y después del regreso, gaélico. Hará muchas amistades, sobre todo con dos personas inolvidables: Mirdin, el judío, y Karim, el persa, musulmán de religión. Un breve diálogo entre Mirdin y Rob constituye una bella página de tolerancia y acercamiento entre las religiones:

“Sentados bajo el sol de primera hora de la mañana en los peldaños de piedra de la madraza, Mirdin suspiró cuando Rob le habló de Mary y de su nostalgia por una iglesia cristiana.

– Debes rezar vuestras oraciones con ella cuando estéis a solas. Y tienes que llevarla a su terruño cuando puedas.

Rob asintió y estudió al otro reflexivamente. Mirdin se había mostrado agrio y detestable cuando pensó que Rob era un judío que había rechazado su propia fe. Pero desde que supo que Rob era un Otro, descubrió la esencia de una verdadera amistad.

– ¿Has pensado que cada religión afirma ser la única con el corazón y el oído de Dios? – dijo Rob lentamente –. Nosotros, vosotros, el islam… Cada fe asegura ser la única verdadera. ¿Es posible que las tres estén equivocadas?

– Tal vez las tres aciertan – respondió Mirdin.

Rob sintió brotar una oleada de afecto. Muy pronto Mirdin sería médico y retornaría con su familia de Masqat. Cuando Rob fuese hakim, también volvería a su tierra. Indudablemente, nunca volverían a verse.

Su mirada se cruzó con la de Mirdin y tuvo la certeza de que éste compartía sus pensamientos.

– ¿Volveremos a vernos en el Paraíso?

Mirdin lo miró seriamente.

– Nos encontraremos en el Paraíso. ¿Es un voto solemne?

Rob sonrió:

– Es un voto solemne.

Se apretaron mutuamente las muñecas.

– Creo que la separación entre la vida y el Paraíso es un río – dijo Mirdin –. Si hay muchos puentes que lo cruzan, ¿puede importarle mucho a Dios qué puente elige el viajero?

– Creo que no – dijo Rob.

Se separaron cariñosamente y deprisa, y cada uno se dirigió a atender sus tareas.”

Noviembre 2001

Publicaciones recientes

Deja un comentario