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CRÍTICA DE LA RAZÓN IMPURA

Javier García Sánchez

Madrid, Suma de Letras, 2001, 331 p.

Se trata de varias historias independientes que van creciendo en interés a medida que se avanza en la lectura. La primera, que da título al libro, es el relato imaginario de un escritor incapaz, que quiere escribir una obra maestra que lo coloque definitivamente en el olimpo de las letras, y que siempre echa la culpa a los demás por su total incapacidad de hacerla. Este largo relato quiere reflejar el mundo variopinto y artificial de los escritores, con sus envidias, sus desplantes y fugaces éxitos. Demasiado largo para mi gusto.

Muchos de los relatos son historias noveladas de la vida cotidiana: “El purgatorio” de tener que trabajar o simular que se trabaja, en una oficina que para nada sirve, en un puesto absolutamente superfluo. Es una crítica de las burocracias aburridas e inútiles. “Cuchichean” es una historia en tensión creciente sobre la temida declaración de una enfermedad terrible, el cáncer, que nadie quiere enfrentar, mucho menos el paciente que cuenta el relato. Excelente manejo de los infinitos matices de la introspección. Algunas historias rozan o ingresan claramente en lo fantástico (Comandante Morales, El pino, Duncan, Mutantes de invierno) o lo esperpéntico (Braulio). “Michelle” es un relato de suspense sensual, en excelente crescendo, con un final benigno. Historias de amor adolescente, como “Libia” y “Temblad, nenas”, tal vez recuerdos literariamente transformados, de un pasado autobiográfico. El relato “Héctor” recrea con acierto el enfrenta-miento que cuenta la Ilíada entre Aquiles y Héctor, buceando en el ánimo del héroe troyano, que se sabe confrontado con un destino ineluctable.

“Muntaner 448” es tal vez el mejor relato: intensidad, fatalidad, sensualidad. Parece un tango de la muerte con un final sin final para que siga la danza macabra: “Una vez más él va a enfrentarse a su destino, que no es otro sino aprender a morir poco a poco con la bárbara lucidez de la madrugada”.

A Javier García Sánchez le gusta exagerar para provocar la comicidad. Dos relatos son en ese sentido antológicos: “Servicios mínimos”, una cadena inverosímil de malas coincidencias que convierten una invitación a cenar en un pasaje a lo absurdo. Y el divertido y exagerado “Mi escarabajo y yo”, las trapisondas de un volkswagen, enciclopedia de todas las averías posibles e imaginarias, que cae en manos de un pobretón de medio pelo, a quien no lo queda más remedio que sufrir lo inimaginable. “La loca” es una historia enormemente melancólica y terrible, una especie de denuncia de la insensibilidad humana.

Escritor de gran capacidad de observación y enormemente hábil para sacar partido a los detalles de la vida corriente (como Javier Marías), Javier García Sánchez acumula en esta suma de relatos una especie de prontuario contra la insensibilidad y la estupidez humanas. Sabe además repartir la comicidad y la alegría de vivir en dosis bien administradas, para que sigamos creyendo en la vida y en el ser humano, el cual a veces olvida su egoísmo y su ramplonería y es capaz de sumergirse en la esperanza y en la ternura.

Enero 2002

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