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EL ÚLTIMO JUDÍO

Noah Gordon

Madrid, Suma de Letras, 2001, 588 p.

Esta última novela de Gordon gira como las anteriores alrededor de los dos leitmotiv que le atraen: los judíos y la medicina. Los católicos reyes Fernando e Isabel decretan la expulsión de los judíos en 1492. La noticia sacude la geografía de España, recién unificada, donde los judíos llevan viviendo siglos con alternativas de paz y persecución, y han colaborado grandemente a la riqueza nacional por su capacidad artesanal y comercial. Uno de los grandes orfebres de Toledo, Helkias Toledano, es el padre de Yonah, el protagonista, y será una de las primeras víctimas de la saña persecutoria que se desata. Él ha labrado un exquisito estuche para una reliquia venida de Roma, que desata pasiones no precisamente religiosas. Las escenas de la persecución, expolios y destierro están descritas con fuerza, como para despertar en el lector el horror a los atropellos, injustificables desde cualquier punto de vista, menos aún por motivos religiosos. El adolescente Yonah huye y rehace su vida en Gibraltar, aprende a forjar el hierro y se ve envuelto en un hecho de sangre, donde mata a otro por defender su vida y la de su maestro. Huye hacia el norte y se establece en Zaragoza, donde aprende medicina y se convierte en un médico muy apreciado. Más al norte, en un valle cercano a Jaca, conoce a la mujer que colmará su vida, le dará descendencia y le hará asentarse definitivamente.

Yonah, convertido por necesidad al cristianismo, conserva siempre su alma judía. Recita cuando puede las oraciones, guarda las fiestas hebreas sin llamar la atención, traduce manuscritos de medicina y religión. Yonah es un hombre naturalmente religioso; es compasivo, virtud que destaca en todos los médicos protagonistas de las novelas de Gordon. Atiende a los pacientes, se desvela por ellos, aunque sospeche o sepa que han causado graves daños a su familia. Pasar incólume a través de una época de odios y persecuciones, sin contaminarse con deseos de venganza, sin recriminar a Dios, revela un espíritu superior.

Los personajes que aparecen en las novelas de Gordon tienen perfiles nítidos sin exagerar los caracteres. Muestran las virtudes y pasiones que podemos encontrar cada día en nuestros vecinos o al salir a la calle. Su estilo es sobrio, sin sobresaltos narrativos, con algunos toques modernizantes. Solamente al final de la novela se nota un apresuramiento excesivo en las acciones, como si el editor estuviera urgiendo al autor para la publicación de esta novela o éste se hubiera cansado de escribir. El epílogo es simpático e inesperado, con un desenlace que sólo el que ha seguido la narración es capaz de entender.

Marzo 2002

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