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EL VUELO DE LA REINA

Tomás Eloy Martínez

Alfaguara, Madrid, 2002, 296 p.

Un hombre abandonado de pequeño por su madre, condenado a una búsqueda permanente de un refugio amoroso que le afirme como ser querido por alguien. Un hombre obsesionado por el poder, constructor de un poderoso imperio periodístico, como compensación a su vacío. Un hombre trastornado por un mundo de obsesión sexual que construye para él solo, un mundo morboso y destructor, que oculta a todos y con el que pretende dominar a la mujer objeto de su obsesión.

Una mujer que no sabe que es observada y perseguida. Una mujer que después cede a las pretensiones del jefe, en parte por su cargo y en parte  por una búsqueda del masculino protector. Una mujer que no está enamorada, pero que transige con quien la corteja y termina por vivir una relación ambigua, insatisfactoria, pero que despierta la envidia de los demás subordinados y eso la hace sentirse bien.

Una relación crispada, angustiosa, desigual, de espaldas. Una relación que revela vacíos del pasado, desequilibrio, posesividad, angustias, miedos, obsesiones, crueldad. Una relación digna de un estudio psiquiátrico. Una relación que el hombre debe defender frente a la mujer, porque ella se ha enamorado de verdad de un periodista lejano y ese amor dará al traste con la relación enferma que hay que salvar a toda costa.

La construcción de la novela sorprende. El lector se siente manejado por el autor, porque va descubriendo poco a poco dos historias periodísticas que no son sino una, con dos mujeres en la trama que no son sino una misma, con dos crímenes perpetrados por los editores, que no son sino dos versiones de la misma realidad.

Lenguaje a tono con el argumento: crispado, entrecortado, sugerente. Una obra maestra de las torcidas pasiones humanas.

Julio 2002

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