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THE EMPTY CHAIR

Jeffery Deaver

Pocket Star Books, New York, 2001, 479 p.

Novela de gran suspense, muy bien llevada, que mantiene la atención del lector sin esfuerzo y le va sorprendiendo con situaciones inesperadas que van dando un giro sorprendente a la trama, especialmente en los últimos capítulos.

Ha ocurrido un asesinato y un secuestro en Tanner’s Corner, pequeño lugar a orillas del Paquenoke River, en Carolina del Norte. El secuestrador y supuesto asesino es un joven de 16 años, Garrett Hanlon, que perdió a su familia en un accidente cuando era niño y ha llevado una vida difícil, de rechazo y choque constante con sus compañeros de escuela y con sus padres adoptivos. Sólo le interesan los insectos, de los que tiene un gran conocimiento y a los que profesa una admiración sin límites, por lo cual es conocido en la comarca como el Insect Boy. El muchacho ha raptado y escondido a una joven de la que está enamorado, aunque ella le sobrepasa en varios años. La ha llevado a una zona de difícil acceso, un terreno fangoso y selvático en el que pocos se aventuran.

La policía local no da con él y piden ayuda a un famoso criminalista neoyorquino, Lincoln Rhyme, quien está a punto de ser operado por una doctora experta en casos de tetraplejia. Rhyme quedó inútil de su cuerpo en un accidente, pero no de su mente, y la novela lo convierte prácticamente en el segundo protagonista, después del Insect Boy. Rhyme abandona el preoperatorio y se hace trasladar a Tanner’s River acompañado por una joven y bonita mujer policía, Amelia Sachs, con la cual convivió cuando estaba sano. Comienza la persecución, basada en indicios que Rhyme interpreta con agudeza. Pero hay otras personas interesadas en descubrir a Garrett y eliminarlo. La situación se enreda, así como la persecución, hasta llegar a un final no previsible, en el que la vida de todos los protagonistas corre gran peligro. Las apariencias engañan al lector, que va contemplando cómo los personajes no son lo que parecían ser, ni sus acciones están motivadas por lo que decían en un comienzo.

Los personajes se van ganando las simpatías o antipatías del lector de acuerdo a como el autor mueve sus hilos: pasa de la repulsión por el Insect Boy a la comprensión de su conducta y a la compasión; de la cercanía con la atractiva e inteligente Sachs al temor de que la fatal sucesión de acontecimientos la lleve a una cárcel por el resto de sus días. Los protagonistas tienen una personalidad rica y bien definida y el autor sabe presentar su mundo interior, sus dudas, esperanzas y pasiones. Los personajes secundarios son más estereotipados, a excepción de Lucy Kerr, la otra mujer policía, que lleva una relación de admiración, envidia, odio y reconciliación con Sachs. También es interesante el papel de Henry Davett, el  taimado y todopoderoso dueño de la industria contaminante de la región.

Una novela que se lee con gusto hasta el final, aunque en las últimas páginas tal vez se note excesivamente el esfuerzo del autor por sorprender a sus lectores con situaciones de último momento en las que parece que todo se derrumba y en donde van a morir “los buenos”. Pero la novela conduce a un tranquilo y aleccionador final, como corresponde a los best-seller norteamericanos.

Noviembre 2005

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