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LOS CANSADOS

Michele Serra

Madrid, Santillana, 2014, 146 p.

 

La historia inventada de un padre cincuentón y su hijo adolescente con el que no tiene forma de entenderse. Es un hijo eternamente cansado, con el horario cambiado, al que no le importa nada su padre y su casa, en la que deja botadas por todas partes toda clase de ropa sudada, todo rastro de uso del váter, todos los restos de comida. Está conectado permanente y simultáneamente a cuanto aparato existe y sólo contesta con monosílabos y la mirada ausente. Retrato duro de un adolescente actual.

El padre se siente perdido, casi derrotado, “delante de esa montaña altísima, pero tumbada en el sofá, que es esta juventud que no tiene ni siquiera la necesidad de rebelarse” (Annalena Benini, il Foglio). La narración es de una ironía insuperable, que raya en un cinismo resignado y en el fondo benevolente. El padre le invita repetidamente al hijo a subir a una montaña, el Paso de Nasca, que él subió de joven varias veces. Choca con la indiferencia total del adolescente, a pesar de su insistencia, pero al final lo logra, lo que da paso a una situación nueva…

El padre es un hombre que trata de entender la psicología postmoderna de la nueva generación y no lo logra. Inventa una guerra entre generaciones, los viejos que son mayoría, sostenidos artificialmente y a los que no les importa morir, y los jóvenes, que son minoría y a los que él mismo se inclina a pesar del abismo que le separa de ellos. Triunfan los jóvenes, como es lógico, metáfora de la vida misma.

El estilo de este escritor es magnífico, esplendoroso, poético. Una muestra entre muchas:

“Soy el tutor undívago de un orden empírico, hecho y rehecho después día a día, no escrito en ningún Libro, no grabado en ninguna Tabla. Pero yo habría buscado de buena gana contigo ese orden, en los pliegues fatigosos de la vida en común, recogiendo los calcetines hediondos que marcan tu demora en una infancia decrépita, ofensiva para ambos, lavando los platos sucios que dejas enmohecer en el fregadero, soportando tu pereza obscena, buscando el cabo de la madeja de tus horarios dementes, tus regresos a las cinco de la mañana, el despertarse por la tarde, el entrar y salir por la puerta sin una lógica perceptible, sin el menor atisbo de negociación con los demás habitantes de la casa. Como el más arrogante, el más ajeno de los huéspedes”. (pp. 114-5)

Julio 2014

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