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MaxiTusquets Editores, México, 2010 (original 1998), 603 p.

Todos los escritores reflejan el mundo que llevan dentro, como no puede ser de otra manera. Sus vivencias, desde luego transformadas, su visión del ser humano, de su historia y de su futuro. Almudena Grandes procede de una familia republicana, por lo tanto antifranquista, anti-eclesiástica y de ideología de izquierdas. Su mundillo femenino es complejo, a veces retorcido, de gran penetración psicológica. En esta novela ese mundillo es particularmente intrincado: “En un gran grupo editorial, cuatro mujeres – Ana, Rosa, Marisa y Fran – trabajan en la confección de un atlas de geografía en fascículos. Reunidas por azar en ese proyecto, y muy distintas entre sí, todas comparten sin embargo una edad decisiva, en ese punto de inflexión de la vida en que deben encararse de una vez consigo mismas, despejar dudas, deseos y contradicciones. Y mientras investigan y buscan materiales, van desvelando sus pasiones y sus sueños truncados, sus decepciones, sus derrotas y sus grandes conquistas”. (Contraportada).

La autora de esta novela la escribió en la edad en la que sitúa a las cuatro protagonistas, una edad, los treinta avanzados, frisando los cuarenta, en la que ellas se preguntan si ha valido la pena vivir lo que vivieron, especialmente en relación con los hombres de los que se enamoraron, con los que se casaron y luego no pudieron seguir viviendo. Pero todas son diferentes. Fran (Francisca) se ve con una psiquiatra ante quien expone los más oscuros pensamientos y frustraciones. De estudiante se enamoró locamente de Martin, magnífico orador del partido comunista y se unió con él con toda su ilusión juvenil. Pero luego no resultó el matrimonio, porque – como le dice su amiga Marita hablando de él – Martín es un estalinista, un machista y un pedazo de gilipollas. Sin embargo no se han separado, a pesar de tener aventuras sentimentales cada uno por su lado. Sus ideales revolucionarios juveniles también han caducado, como se lo confiesa en una frase muy diciente: “Mi sueño ha muerto, el sueño de la izquierda española se ha muerto en su cama, de viejo, sin hacer ruido. A veces pienso que, en el fondo, somos mucho más desgraciados que nuestros padres, que nuestros abuelos, porque no hemos conocido la guerra, ni la cárcel, ni la clandestinidad, ni el exilio, pero nuestro bienestar, nuestra libertad, nuestra paz, no nos sirven para nada, porque ni siquiera podemos soñar, no podemos afirmar ninguna cosa con certeza, no tenemos futuro alguno en el que creer, estamos solos, en el centro del mundo, encadenados a un discurso que nadie quiere escuchar, a una fe que nos falta a nosotros mismos… Y no hay salida”. Reflejo posible de lo que la misma autora piensa de la situación actual de la izquierda española.

El matrimonio de Fran y Martin se consolida a pesar de los vaivenes: Fran queda embarazada por primera vez a sus 39 años y el niño que vendrá alegra grandemente a la pareja.

Marisa, la menos bonita de las cuatro, que nunca se casó, es una excelente experta en informática. Vive una vida plana y se convierte en confidente de Fiorito, un hombre bueno e infeliz, experto en fotografía taurina, con quien tiene una aventura que la deja con el complejo de que el hecho ocurrió por lástima mutua. Varios años atrás había hecho un viaje turístico a una playa de Túnez y allá conoció a Said, un joven casado que se empeñó en hacerla su amante por una semana; lo que más recuerda Marisa es a su hija mayor, una niña de cinco años “con una mirada mineral, cansada de puro vieja, de puro sabia, y sin embargo curiosa, la mirada de un animal joven que acecha a una presa pero está a puno de huir detrás de una mariposa”.

Ana se enamoró siendo adolescente de su profesor de dibujo, Félix, y se casó demasiado pronto con él, que le llevaba más de diez años. Se separan cuando la hija, Amanda, es adolescente y él se va a vivir a París con la hija. Ana vuelve a enamorarse perdidamente de un compañero de trabajo, Javier Álvarez, y ella misma no sabe cómo controlar sus impulsos que la devuelven a la adolescencia. Pero la relación prospera: Javier se separa y parece que se convierte en el amor definitivo de Ana, un poco tardío, pero qué importa si la dicha llega…

Y Rosa, Rosalía en realidad, aparentemente más estable que las otras, con un marido que la quiere y dos hijos varones de 7 y 11 años, busca la aventura en Suiza con Nacho Huertas, fotógrafo de la empresa, que la impacta irremediablemente. Pero luego va desechando el cambio de vida que supondría una relación estable con él. No es suficiente sin embargo su rechazo de Nacho para estabilizar su propio matrimonio, que también se va a ir a pique ante la incomprensión de Ignacio, su marido.

Almudena Grandes escribe como quiere y lo hace muy bien. Cuando proyecta en la pantalla de su imaginación los largos y tortuosos monólogos de alguna de las protagonistas es capaz de escribir 6 páginas sin ningún punto de separación de frases, como ocurre en el angustiado mundo interior, en que los pensamientos se atropellan unos a otros. Pero también es capaz de diálogos cortos, secos, tajantes, que dejan un amargo sabor de frustración. Bien escogido el título – Atlas de geografía humana – con todos los recovecos, golfos, cabos y relieves de los mundos interiores de seres humanos, que nunca terminan de ser explorados por sus mismas dueñas.

 

Diciembre 2014

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