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Barcelona, Tusquets Editores, 2ª ed. 2016 (1ª 2016), 646 p.

 

“El día en que ETA anuncia el abandono de las armas, Bittori se dirige al cementerio para contarla a la tumba de su marido el Txato, asesinado por los terroristas, que ha decidido volver a la casa donde vivieron. ¿Podrá convivir con quienes la acosaron antes y después del atentado que trastocó su vida y la de su familia? ¿Podrá saber quién fue el encapuchado que un día lluvioso mató a su marido, cuando volvía de su empresa de transportes? Por más que llegue a escondidas, la presencia de Bittori alterará la falsa tranquilidad del pueblo, sobre todo de su vecina Miren, amiga íntima en otro tiempo, y madre de Joxe Mari, un terrorista encarcelado y sospechoso de los peores temores de Bittori. ¿Qué pasó entre estas dos mujeres? ¿Qué ha envenenado la vida de sus hijos y sus maridos, tan unidos en el pasado? Con sus desgarros disimulados y sus convicciones inquebrantables, con sus heridas y sus valentías, la historia incandescente de sus vidas antes y después del cráter que fue la muerte del Txato, nos habla de la imposibilidad de olvidar y de la necesidad de perdón en una comunidad rota por el fanatismo político”. (Contraportada)

En el pueblo todos se conocen, todos saben de qué pie cojea cada uno. Es imposible ocultar las preferencias políticas y en los años ochenta, sobre todo entre los jóvenes, ser un ferviente partidario de la ETA era bien visto y no serlo era peligroso. Asesinar a quien se negaba a pagar el impuesto revolucionario contribuía a calentar el ansia de independencia de Euskadi. Incluso muchos curas, como don Serapio en la novela, no lo condenaban.

El donostiarra Fernando Aramburu considera atroz ese período de muerte, dolor y silencio que dividió al país vasco en dos mitades (¿todavía irreconciliables?). Su novela deja ver lo insondable del fanatismo en el alma humana, algo que viene repitiéndose siglo tras siglo en toda clase de culturas y países. Los jóvenes necesitan ideales, ¿y qué mejor que un ideal fanático que les arrastra al valor y también a la violencia cruel? Eso es lo que hace el Isis, lo que hizo ETA, lo que han hecho tantos movimientos fanáticos, raciales, políticos y religiosos.

Los caracteres son tan reales que uno duda de que puedan ser ficticios. Las dominantes mujeres Miren y Bittori, antes amigas, ahora enfrentadas e irreconciliables. Los maridos, dominados por ellas, más cariñosos con los hijos y con los nietos. Los hijos de Bittori y el Txato, Xabier el médico y Nerea, la abogada, que sacó la carrera en Zaragoza para alejarla del peligro terrorista. Los hijos de Miren y Joxian, Joxe Mari el terrorista al que apoya la madre; Arantxa que sufre un ictus paralizador y que no está de acuerdo con su hermano; Gorka, el menor, lector incansable y escritor, homosexual, cada uno con un cuadro diferente de dolor personal.

La cárcel va cambiando poco a poco, muy poco a poco a Joxe Mari. Diecisiete años van mermando sus convicciones, su energía mental. Renuncia a ETA y pide perdón a Bittori.

El lenguaje es áspero, cortado, como es común en el País Vasco, con frases por la mitad que no hace falta completar. Se pasa del pensamiento a la palabra y vuelta al pensamiento sin que el lector se confunda, como ocurre en la vida real.

Aramburu hizo la carrera de filología hispánica en Zaragoza y se nota que se mueve bien por la ciudad. Ahora vive en Alemania y también se nota su conocimiento del país.

Una novela impactante, muy seria, muy del momento. Gran escritor, original y denso, que hace pensar en la condición humana y por eso mismo nos ayuda a ser mejores.

 

Noviembre 2016

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