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Bogotá, Aguilar-Altea-Taurus-Alfaguara, 2004, 342 p.

Premio Alfaguara de novela 2004, esta novela presenta una serie de personajes extraños, algunos locos – como la bella Agustina, alrededor de la cual gira la novela – y otros sujetos a complejos de todo tipo; no hay personaje sano y normal en ella. Aparecen hombres dominantes, como el famoso capo Pablo Escobar y Midas McAlister, que le proporciona droga y hace así fortuna. Otro desquiciado es el padre de Agustina, Carlos Vicente Londoño, cruel con sus hijos, especialmente con el pequeño a quien ve amanerado. Aguilar, el pobre marido de Agustina, no sabe cómo llevarla a la normalidad y sufre lo indecible porque ella es absolutamente imprevisible. Otro personaje es Anita la Desparpajada, que con ese mote ya se ve por dónde va. A la autora le llaman la atención las caras bonitas, aniñadas, como la de Bichi Bichito, el hermano menor de Agustina, que se hará gay, y la de Abelito, el niño aprendiz de piano. Hay escenas sádicas, repugnantes, como los intentos de curación del impotente don Araña o la enfermedad de Ilse, hermana de Nicolás Portulinus, el alemán llegado a Sasaima en tiempos remotos, gran profesor de piano. Casado con Blanca, que lo adora a pesar de que le lleva veinte años de edad y a veces está pasado de revoluciones, lleva un diario en el que anota sus desvaríos.

Me llama la atención la distorsión emotiva de los personajes, sus malas relaciones familiares, las torcidas intenciones, todo un mundo de conductas e inclinaciones perversas que aparecen constantemente en la novela. No entiendo cómo esa narrativa puede ser objeto de elogios y premios. ¿Es que no hay otro tipo de personas en este mundo de Dios? Pero así es la novela y ha gustado mucho en algunos ambientes, como se ve por los elogios que le hicieron los miembros del jurado: Saramago, Josefina Aldecoa, Javier Cercas, Juan Cueto y otros más. Todo este conjunto de despropósitos está bien resumido en el título de la novela: Delirio.

El final es, dice la contraportada “esperanzador”, porque Aguilar se separa de Agustina y aparentemente vuelve con su antigua mujer, Marta Elena, y los dos hijos que tuvo con ella, más que nada por huir de la pesadilla que estaba ocasionándole Agustina. Pero ésta reacciona, lo va a buscar allá y lo reconquista (hasta el nuevo brote de locura).

El lenguaje es brillante a ratos, altisonante otros y no ahorra vulgaridades. Aparecen con frecuencia palabras y expresiones gringas. Los tiempos narrativos se entrecruzan – algo frecuente en los escritores modernos – y así el lector va teniendo mayor conocimiento de la evolución o involución de los personajes.

Maracaibo, enero 2017

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