New York, MJF Books, 2008, 426 p.
Como lo dice el título, no es un relato de la Segunda Guerra Mundial, sino de su papel en ella de estos tres grandes “maestros de la guerra”: Patton, americano, Montgomery, inglés y Rommel, alemán. Y junto con eso, una descripción muy pormenorizada de los caracteres de esos hombres, muy distintos y muy opuestos entre sí.
La manera de entender las batallas es diferente en cada uno: Patton se asemeja a Rommel, porque ambos son valientes, lanzados, con la idea de que hay abrir brecha como sea, tomar por sorpresa al enemigo, lanzarse con todas las fuerzas disponibles contra el lado más débil del oponente, aunque Patton es más lanzado y Rommel más cuidadoso con sus hombres. Montgomery en cambio – llamado Monty con frecuencia – estudia previamente las batallas, el terreno, las fuerzas disponibles y traza un plan de combate del que no se aparta aunque se lo critiquen, porque no es capaz de improvisar.
La relación de Rommel con Hitler es de admiración por el Führer y de éste por Rommel, sobre todo por la campaña del norte de África. Por eso lo nombra comandante supremo de las fuerzas que se oponen en Francia a la invasión aliada. Pero cuando los aliados, muy superiores en hombres, tanques y aviones, van ganando la guerra, trata de convencer a Hitler de que negocie la paz, cosa de la que no quiere ni oír hablar el Führer. Terminan opuestos, Rommel pensando en cómo desobedecer a hombre tan obstinado y tan ajeno a la suerte de sus hombres. Hitler sufre un atentado del que se salva por poco. Rommel no se sabe si participó, pero al menos vio con buenos ojos la conjura de varios de sus generales contra el Führer, y es que estaba preocupado por que no llegasen los rusos a Berlín antes que los aliados y quería negociar la paz.
Monty le tiene cogida con Patton por ser americano. Quiere figurar él solo y que el otro no le haga sombra. Insiste en que los americanos no han hecho la guerra y son cobardes, cosa que exaspera a Patton. Monty busca por todos los medios influir en Eisenhower, que es el comandante supremo de ambos ejércitos, para que lo aleje del frente, cosa que Patton no aguanta. Monty busca por todos los medios figurar, es un vanidoso de tomo y lomo, aunque su físico no le acompaña.
Patton por su lado es un mal hablado, que arenga a las tropas insultando al enemigo, diciendo las mayores groserías y palabrotas que se pueden decir en inglés (de son-of-a-bitch para arriba). Todo esto no les gusta a sus superiores, pero enardece a la tropa, que lo adora. Siempre quiere estar al frente de todo, pero tiene en Montgomery a su enemigo declarado. Monty se apoya en Churchill y Patton en Eisenhower, y ambos se empeñan en hacer la guerra como ellos quieren y no admiten consejos ni órdenes.
En julio de 1944 Rommel cae herido cuando iba por carretera a visitar el frente. Fue un caza de la RAF que lo ametralló y quedó con cuádruple factura de cráneo y otras heridas graves. Sin embargo logra reponerse poco a poco. Pero mucho peor fue para él el atentado contra Hitler, del que el Führer se salvó por poco, porque la Gestapo lo acusa de haber estado detrás del intento de asesinato.
En su casa de Herrlingen, donde Rommel se recupera, recibe la visita de dos altos funcionarios enviados por el Führer. Burgdorf le comunica que Hitler le ofrece escoger entre ser llevado a la Corte Marcial por traición o cometer suicidio con una pastilla que actúa en tres segundos. Si escoge esto último, no revelará al pueblo alemán su traición, recibirá honores militares en su entierro y su viuda recibirá la pensión completa. Rommel escogió el suicidio para que su mujer y su hijo Manfred no fueran perseguidos.
Terminada la guerra a comienzos de mayo de 1945, las tres potencias ganadoras se reparten las zonas de ocupación. A Patton le corresponde Baviera y él no quiere desarmar a los antiguos nazis, porque dice que él haría ahora mismo la guerra a Rusia con ayuda de ellos. Teme que los bolcheviques subyuguen Europa y luego hagan la guerra contra USA. Por ironías de la vida, ese hombre que se había expuesto cientos de veces a las balas y bombardeos, muere el 21 de diciembre de ese año pocos días después en un accidente de carro.
Montgomery murió en 1976 a los 88 años de edad. Fue un hombre orgulloso y soberbio, pero solitario, sin familia cercana, sospechoso de homosexualidad.
El autor ha consultado decenas de fuentes directas – memorias personales, cartas, publicaciones de la prensa de aquellos días, documentos oficiales – así que el lector se siente muy cercano a esos tres personajes tan importantes de la segunda guerra mundial.
Febrero 2017